Capitulo 3.1

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El Black Rose me gustaba porque siempre había algún grupo que tocaba en directo

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El Black Rose me gustaba porque siempre había algún grupo que tocaba en directo. No era muy grande, pero el ambiente era de los mejores que hasta ahora había conocido de Londres. Su aspecto por dentro era como una fábrica antigua, decorada sus paredes con pósters y cuadros de bandas inglesas desde la década de los sesenta hasta lo más actual del momento. Por la prontitud de horario no estaba muy lleno, pero no tardaría en estar completo. Busqué con la mirada por si había llegado Alice. Mis dudas seguían de que llegara a presentarse. Cam y Katia dijeron que también se pasarían un rato, tampoco habían llegado. Así que me acerqué hasta la barra para saludar a mi camarera favorita.

Observé a Brenda la agilidad y destreza que tenía en servir las copas. No era alta, y se quejaba de tener las piernas cortas, por lo tanto, siempre calzaba durante casi toda la noche zapatos con bastante tacón que, alternaba de vez en cuando con unas zapatillas de estar por casa que escondía debajo de la barra. La conocí a la semana de llegar, cuando pisé por primera vez el local junto con mi amigo y su novia. Katia fue su compañera de piso, hasta que se fue a vivir con Cameron.

Las personas que fui conociendo fueron gracias a ellos, y Brenda era con quien más había congeniado desde que nos presentó la novia de mi amigo. Las veces que me pasaba, la mayoría me quedaba hasta que se hacía la hora de cierre y la acompañaba hasta su casa. A pesar del poco tiempo que llevaba en Londres, Brenda era la persona con la que más había conversado. Y a ojo de buen cubero, por la vida que había llevado topándome con personas de toda índole, era una chica en la que podía poner mi confianza y me tendría para lo que necesitara.

Nada más verme cogió la botella de alcohol que solía beber y un vaso. Lo dejó frente a mí, apoyó sus brazos en la barra e inclinó su cuerpo.

-Hoy lo quieres... ¿sólo o con hielo?

Conocía mis gustos sobre la bebida. De hecho era fácil, pues casi siempre bebía lo mismo. El whisky era lo que mejor me sentaba.

-Lo dejo a tu elección. -Se acercó un poco más de lo que ya estaba y me dio un corto beso en los labios. Echó en el vaso hielo y tres dedos de whisky.

-Has llegado pronto -Hincó los codos en la barra y sobre sus manos apoyo la barbilla-. Cam y Katia no han llegado todavía. Esta noche acabaré dentro de un par de horas.

-¿Cómo es eso? -Me extrañó. Era fin de semana.

-Hoy he empezado unas horas antes para reponer bebidas, con la condición que me marcharía a las doce. Además que nunca les he fallado. Son muchas las tardes y noches que me tiro aquí encerrada, aún así he sido benevolente y voy a quedarme hasta las doce.

Comenzó a poner morritos de niña buena.

-¿Seguro es por eso? -Dudé por las conversaciones que manteníamos -. O es porque esta noche viene... ¿Cómo lo llamas? ¿Cubito de hielo?

Era como había apodado a su jefe la primera vez que lo vio, por su fría apariencia a la de un glaciar.

-Pues no, listillo -contestó llevando sus manos a la cintura-. Me apetece estar en casa. Además, ya te conté que con el jefe supremo no tengo nada que hacer. Ya conoces mis códigos.

Mi buen amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora