Capitulo 3

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Pasé la tarde prácticamente mirando la hora para ir al Black Rose

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Pasé la tarde prácticamente mirando la hora para ir al Black Rose. Durante la comida con Katia y Cameron muchos pensamientos surcaron mi mente debido al encuentro con Alice. Lo último que quise, fue hacerla sentir incómoda. El azuzar de su madre la apremió a una rápida solución y deseo -el cual se vio claro que no le satisfacía- al dejar expuesta su nula vida social. Dudaba que esta noche acudiera, no las tenía todas conmigo. A la vista quedó la incipiente inquietud cuando me vio. No podía negar que también me sorprendí al verla, su actitud titubeante y mantener a raya las distancias, seguían igual. Por ello, la extraña sensación que sentí, de que en vez de pasar meses, hubiesen pasado solo unos días. Como también la primera frase que salió de su boca, haciendo alusión a la camiseta que llevaba puesta. Después del tiempo que no sabíamos nada el uno del otro, es lo último que hubiera imaginado que dijera. A pesar de ello, no pude negarle una sonrisa.

Me hubiera gustado preguntarle porqué no siguió contestando los correos que seguí enviando, aunque, no era una obligación. Reconozco que cuando recibía alguno me alegraba el dia. En los tres que recibí de Alice, extenso sería el último adjetivo con el que los calificaría. El que más, el primero, y solo tres líneas, en el segundo dos, y una solitaria línea ocupó el tercero. Menguaron tanto, que no quedó línea para un cuarto. Seguía siendo un enigma sin resolver.

Por otra parte, desde mi llegada a Londres hasta el momento, no tuve ningún inconveniente. El Sr. Baker me pidió que le tuteara, lo mismo le dije respecto a mi nombre, el cuál estaba tan acostumbrado a que me llamaran Roko, que oír a otras personas -excepto a mí madre y hermano - llamarme Gabriel, me hacía sentir fuera de lugar.

Desde hace una semana compartía habitación con Romeo Montesco. Llego un día Evangeline, apresurada y sofocada del colegio, cerciorándose primero a través de los cristales cuarteados del ventanal de la tienda, que no se encontrara en el interior su abuelo. Abrió su mochila y de su interior extrajo un pequeña caja, y de ella un gatito. Estaba convencida de que lo habían dejado abandonado.

«¿A quién se le olvida un gatito dentro de una caja en plena calle?».

Su pregunta estuvo llena de indignación, y su enojo fue el que nos hizo llevarlo al día siguiente al veterinario. Como Owen no quería animales en casa, tuve que hacer de encubridor de Evan y de ángel guardián del minino cuando el trabajo me lo permitía. Cuando le hicieron la cartilla en la clínica veterinaria, nos preguntaron por el nombre, y he aquí, donde hubo un pequeño rifirrafe con Evangeline. Ella tenía claro ponerle Romeo, influenciada por la obra de teatro que desde hace unos días ensayaban -adaptada a su edad- en un centro juvenil donde iba un par de días a la semana. Aunque la obra nunca la leí... ¿Quién no conocía la tragedia de Romeo y Julieta de Shakespeare? Le ayudaba a ensayar el guión, el cual le tocó hacer el papel del primo de Romeo, Benvolio. El personaje que más me gustó fue el de Mercucio, amigo y confidente de Romeo, de ahí mi empeño en ponerle ese nombre. Al final, ganó ella con el suyo, añadiendo además el apellido Montesco.

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