26. La Sección Restringida.

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Capítulo 26


26|La sección restringida.

JULIA

De nuevo me desperté de golpe, agitada, sudorosa y temblando. La misma pesadilla de todas las noches abrumaba mi mente. Miré a todos lados asustada.
Nancy, la chica con la que compartía habitación, había despertado y encendido la pequeña lamparilla de la habitación. Se sentó en la cama y se quedó observándome de una manera inquietante, sumamente normal en ella. Sabía sus intenciones.
Su delgada mano se deslizó por el colchón y se acercó al botón de emergencia.

—No lo hagas —rogué. En dos días me daban de alta del hospital psiquiátrico, pero si presento un síntoma de "la enfermedad" no me darán de alta.

—Dame una razón para no hacerlo —pidió con calma, con aquel rostro macabro y ojeroso.

—No me dejas otra opción —advertí antes de gritar por ayuda fingiendo desesperación. Si algo ponía mal a Nancy, eran los gritos y demás estruendos.

—Cállate —ordenó retorciéndose en su cama, cual exorcista, tomó la lamparilla y caminó hacia mi, con los ojos bien abiertos y un pequeño tic en el labio superior, me miraba fijamente y como una maniaca me sonrió—Cállate o te meto esto por donde no entre la luz del sol —amenazó, los doctores de guardia entraron y la derribaron. La sujetaron con fuerza y sus delirios comenzaron mucho mas fuertes, con fuerza golpeaba todo genital que tuviera a la vista y amenazaba con la castración. Uno de los doctores la inmovilizó por completo y el otro le inyectó el sedante. La acostaron de nuevo en su cama, pero esta vez la ataron, con correas, para que no se moviera.

Sentía pena por ella, sabía su historia y sabía la razón de su psicosis.
Desde pequeña fue secuestrada por un pedofilo, la violó tanto que cuando la policía de rescate la salvó, sus genitales estaban destrozados al igual que su alma y su cordura. Sus padres, al principio, venían cada día de visita y hacían lo posible por darle todas las comodidades aquí.

Con apenas 16 años, los psiquiatras le dan muy poca esperanza de recuperarse y poco a poco su familia dejó de frecuentarla, solo se presentan los finales de mes para pagar las mensualidades.

—¿Te hizo daño, Julia? —negué— ¿La incitaste en algún sentido?

—No exactamente —mentí. De todos modos, ella nunca saldría de aquí y siempre tenía esos ataques psicóticos. Los doctores salieron de la habitación, dejándome en total oscuridad y silencio. Sentí uno de esos escalofríos habituales y después una respiración detrás de mi.

Por favor, vete. No eres real, si te ignoro, mi mente dejará de jugarme sucio.

Me repetía una y otra vez, cerrando mis ojos con fuerza y aferrándome a las sabanas de mi cama. Las respiraciones cesaron y abrí mis ojos temiendo ver algún rostro, giré sobre mi espalda y allí estaba, el rostro pálido de una chica. No hablaba, su mirada era vacía y parecía flotar.

Abrió su boca y en mis oídos comenzaron los susurros incesantes.

Ayúdame —decía con su voz aguda y gélida—Julia, ayúdame.
Rogaba, cerré mis ojos de nuevo y tragué con dificultad, un escalofrío recorrió mi espalda hasta mis pies.

Serendipia I [El Secreto De Julia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora