35. Karla Orozco.

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Capítulo 35

35|Karla Orozco.

IVÁN

Frente a mi, colgaba el cuerpo sin vida de una chica, de cabello negro y piel pálida.

Se había ahorcado y sus pies descalzos flotaban en el aire, sin debatirme, me apresuré a su cuerpo a intentar elevarla, en caso de que aún tuviera posibilidad de vivir.

La alcé y tomé su muñeca, rogando que tuviera pulso. Fue en vano, habíamos llegado demasiado tarde.

Luego pasó como en cámara lenta, Víctor entrando en los baños, seguido por Rafael, el cocinero.
Nos echaron del lugar, mientras más profesores llegaban a la escena con cara de espanto, intentando mantener la calma.

—Es Karla Orozco... —dijo Cisco muy consternado. Aún sostenía a Julia, mientras caminábamos shokeados por lo que acabábamos de ver. Nos encontramos a Camila y Ainhara de regreso a la habitación. Ninguno dijo nada. Todos íbamos perplejos, pasando entre los demás chicos que escuchaban el escándalo y comenzaban a salir de sus habitaciones.

Diego se topó con su hermana y la llevó en brazos a nuestra habitación.

—¿Que ha pasado, Diego? —preguntó la niña, rompiendo el silencio.

—Nada —le contestó Diego— Duérmete que ya es tarde —le ordenó arropandola en su cama.

—Bueno —accedió la niña, se rodó sobre sí misma y cerró los ojos.

Nos quedamos mirando un rato, hasta que la niña se durmió y pudimos hablar finalmente.

—¿Que hacías en el baño a estas horas de la madrugada? —pregunté yo, extrañado, mirándola. Ella me devolvió esa intensa mirada y por un momento se puso nerviosa. Dudaba de su respuesta, su labio temblaba y dejó de verme a los ojos para encarar el piso.

—Pues está claro ¿no? ¿A que se va al baño? —preguntó con obviedad. —Para pendejo no se estudia —susurró muy por debajo, pero leí sus labios. Fruncí el seño.

—¿Y no se te ocurrió intentar salvarla? —pregunté, cruelmente.

—Iván —llamó Cisco, advirtiendo el camino que estaba tomando esta conversación. Julia me observó, con cara de no poder creer lo que le estaba diciendo.

—Si fueras más lista, la hubieses cargado, para evitar una obstrucción prolongada de oxígeno y pudiste haberla salvado... Pero no lo hiciste, solo te montaste tu espectáculo —acusé, su fría mirada cambió de pronto.
Se tornó vulnerable, sus ojos se cristalizaron, pero no sentí remordimiento alguno. De verdad la odio.

—¿Crees que no lo hice, imbécil? —contestó, recuperando su postura— Culpame, culpenme todos si quieren. La verdad me importa una mierda, lo que tu —me señaló— pienses de mi.

Sé dirigió a la puerta del dormitorio y en el camino, me dio un pisotón en el pie. Se fue y yo esbocé una media sonrisa, la cual se esfumó al ver a los demás.

—¿Que? La chica esconde algo —dije inocentemente, todos negaron, desaprobatoriamente.

—Lo que hiciste fue cruel, Iván —dijo Ainhara. Rodé los ojos y los miré incrédulo.

Serendipia I [El Secreto De Julia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora