50. EPÍLOGO

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La sala estaba silenciosa, la anciana sentada en el sofá tejía con fervor, mientras escuchaba las terribles noticias, cada día, albergando una esperanza.

—Mamá, es muy temprano, ve a dormir —regañó su hija, una mujer jovial, de mediana edad. Era hermosa, esbelta, pero había algo en sus ojos tristes que oscurecía su mirada.

—Mientras esté viva, no me perderé las noticias, podría salir el. —contestó la anciana.

—Nos llamarían si eso sucede —repuso su hija. Aunque en realidad había perdido toda esperanza hace mucho.

—No confío en esos aparatos —fue la respuesta de la mujer.

Pasaron unos minutos, su hija volvió a recostarse, tenía que trabajar en dos horas, y apenas si había dormido esa noche.
Cuando sus párpados comenzaban a cerrarse, un timbre la despertó de golpe. Era el timbre del teléfono, decidió no tomar la llamada, pues estaba sumamente cansada, pero escuchó a su madre tomarla.

—¿Quién habla? No entiendo ¿Quién es usted? —decía su madre en voz alta debido a la sordera que venía empeorando desde hace tiempo.
La muchacha negó, se desperezó y decidió ir a ver quien llamaba y que quería. Pero se puso a correr, cuando escuchó el grito ahogado de su madre.

—¿Que pasa? —preguntó sin poder entender, su madre tenía el rostro en una expresión de extrema sorpresa y pronto sus ojos se humedecieron.

—¡Mi nieto! —exclamó eufórica— Puede ser él, alguien se puso en contacto con nuestro detective —dijo tan feliz la anciana, dando palmadas y llorando, a su hija se le humedecieron los ojos y sonrió, pero no sé permitió creerlo.

La hija tomó el teléfono y el detective no le dio muchas esperanzas, simplemente le dijo que esperaran los resultados, pero que mientras no se hicieran ilusiones.

Los días transcurrieron lentamente, el detective no podía contactar al supuesto chico y todos comenzaban a desesperarse.
El señor Hale decidió hacer una última entrevista a los padres antes de comunicarse con él chico, solo por si acaso, refrescar sus datos y memorias y ver que tanto más podía averiguar de la misteriosa familia.

Durante la entrevista a la mujer, notó un aire de ilusión reprimida, cada vez que la entrevistaba, ella cambiaba su historia, cambiaba detalles, ya ni siquiera sabía la descripción del pijama que le había puesto al pequeño niño antes de los hechos. Estaba hecha una desastre de memorias y recuerdos suprimidos, la tristeza se reflejaba en su semblante.

El hombre era todo lo contrario, parecía muy repuesto después de todo, eran muy jóvenes cuando les pasó tal tragedia, pero el había reconstruido su vida. Fue difícil contactar con el y cuando por fin dio con su número, éste se negó a dar entrevistas.
Pero el señor Hale nunca se rendía tan fácilmente y decidió conducir hasta el pueblecillo donde vivía aquel misterioso hombre que parecía querer enterrar su pasado a toda costa.

Finalmente llegó a una casa, con una bonita fachada, algo grande y por fuera parecía decente. Tocó el timbre, y nada pasó, luego volvió a tocar y está vez una mujer abrió la puerta de golpe.
La mujer estaba furiosa, al toparse con el detective, resopló muy molesta.

—Disculpe las molestias. ¿Es mal momento para preguntar por Luis Diego Reynaga? —dijo analizando a la mujer.

—No sé quién sea, pero con ese hombre siempre es mal momento. Pase usted mismo a verlo —espetó furica.
La mujer le abrió paso, el detective agradeció y caminó detrás de ella mientras escuchaba todas las quejas que hacía, hablando se a ella misma en voz baja. "A pero quería casarme" "Un bueno para nada, eso me merecía" —Está aquí adentro, a ver si le da un poco de vergüenza —dijo, l mujer abrió la puerta de una habitación y entonces el detective Hale pudo analizar con más detalle.

Serendipia I [El Secreto De Julia] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora