Capítulo 2

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Los veo pasar en cámara lenta, no puedo negar que son perfectos, son dioses de verdad.

El de enfrente, que estoy segura es el tal Eros, va vestido completamente de negro al igual que los otros seis, lleva una chaqueta negra, jeans negros rasgados por la rodilla izquierda, y botas negras.

Es blanco y de cabello oscurecido, ojos verdes y casi amarillos en determinadas partes; tiene cejas bien perfiladas que endurecen su mirada y hacen verlo más temible aún. Sus labios no son gruesos y carnosos, sin embargo tampoco son delgados, supongo que tienen el tamaño perfecto para un hombre. Nariz recta y respingada, de ella cuelga una media argolla del lado derecho y es bastante fina en su cara de expresión violenta y varonil.

Rebasa el uno ochenta, y por lo que veo tiene el cuerpo bien trabajado, hombros anchos y espalda amplia.

Para mi sorpresa sus piernas no son delgadas como la mayoría de los chicos, sus muslos son anchos, llenando bien los jeans que tiene puestos, y las pantorrillas están bien torneadas sin ser musculosamente exageradas.

Consigo ver que lleva varios anillos en los dedos de ambas manos, y solo logro notar que un par tienen forma de calaveras.

Estoy verdaderamente perdida observando cada detalle de él.

Hasta que sus ojos se encuentran con los míos, y hace que algo tiemble dentro de mí, tal vez por miedo. O incluso por curiosidad.

¿Quién es realmente este chico misterioso? ¿Qué es lo que lleva consigo el dios Eros?

—Pues son ellos — confirma Rebecka una vez que se pierden en el pasillo.

—El de ojos verdes... ¿es Eros?

—¿Cuál de todos los que tienen ojos verdes? — inquiere irónica.

—El que iba hasta enfrente — especifico.

—¿El de la perforación en la nariz? — asiento — Sí, él es Eros.

—Dices que es el peor, ¿no?

—Es, nunca te metas con él, a menos que quieras acabar con tu vida — sentencian.

—Hmm... que curioso, antes eso decían de mí — comento encogiéndome de hombros.

—Bueno pues, no lo sé... pero esta será nuestra peor semana de iniciación — bufa dejándose caer en la cama retomando el tema de antes.

—¿Nuestra? ¿Eres de nuevo ingreso?

—¿No lo parezco?

—Se supone que te ponen en una habitación con alguien de curso adelantado, ¿no?

—Sí, pero muchas veces tienen sus errores al momento de la acomodación de habitaciones, así que pasa esto. Nueva con nueva. No somos las únicas, debe haber otras diez o quince habitaciones con el mismo problema o privilegio... qué sé yo. Mira, este es el punto, no hay forma de huir de ellos, creo que nunca nadie se ha librado, así que debemos tener cuidado... podríamos ser las primeras.

—Espera un momento, ¿si eres de nuevo ingreso como es que sabes tanto de ellos?

—Porque los conozco — cuenta en un suspiro, como si no le alegrara la idea de admitirlo.

—¿Los conoces?

—No nací en California, soy de New York, mi infancia la pasé aquí, y ahí los conocí...

—¿Los?

—Sí, a los seis primeros, son mejores amigos, créeme que han estado juntos desde que usaban pañales. Y desde ese maldito momento son los seres humanos más malditos que han pisado la tierra.

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