Capítulo 39

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El teléfono vuelve a sonar, y esta vez Ares no lo arroja a otra parte.

Mira la pantalla un segundo y respira profundo antes de responder

—¿Qué pasa, cupido? — habla.

¿Dónde estás? — logro escuchar que pregunta.

—Por ahí, ¿pasa algo? — evade la pregunta, y aunque su intención era escucharse normal, su respiración aún es muy inestable.

¿Qué carajo estás haciendo? — salta violento y si no estuviera hablando a través de un teléfono estaría comenzando a preocuparme.

—Estoy ocupado, ¿hablabas para algo importante o podemos vernos después?

¡Estás con ella! — brama tan fuerte que parece que el teléfono tiene el altavoz prendido.

—Descubrimiento de último momento, creí que no te darías cuenta cuando salimos juntos de la cafetería — su sarcasmo me parece muy divertido tomando en cuenta que el que siempre lo usa en su contra es Eros.

¡Sabes de lo que hablo! ¡Estás follándote a California! — y aunque soy la más consciente de ello, casi me asusto de lo que dice.

—Vamos, cupido, estaba consiguiendo que gimiera mi nombre, si no tienes nada más interesante por decir vete a la mierda y nos vemos después.

Saca la verga de ella ahora mismo o voy a cortarte las bolas — sentencia y casi me tomo en serio la amenaza.

—Vamos, Eros — intervengo acercándome al móvil y volviendo a mover la cadera un poco lento —. Sé que no eres de esos tipos egoístas, si te comportas tal vez te enseñe lo que hice con tu amigo.

Río por mi comentario y le beso el cuello a Ares mientras acelero el ritmo de mis movimientos.

El chico gime un momento antes de colgar la llamada con Eros, y puedo imaginarme que ya está que echa lumbre para este momento.

—Le hemos hecho pasar un mal rato — ríe el rubio.

—Eso creo.

—¿Por qué decidiste aliarte a mí esta vez? ¿Ya crees una buena idea ser de mi equipo?

—No te confundas, guerrero, las cosas siguen como antes y la guerra sigue en pie. Quiero acabar con Eros tanto como quiere acabar conmigo. Y quiero joderte tanto como quieres joderme a mí, pero si podemos divertirnos mientras nos matamos, lo aprovecharé.

—Ríndete — pide tranquilo.

—Jamás.

—Haré que te rindas tarde o temprano, hazlo de una vez.

—No voy a rendirme, si quieres detenerme tendrás que acabar conmigo como los enemigos que somos. Porque jamás voy a dejarlos ganar sin pelear antes. 

—No hagas esto más difícil, California, abre los ojos de una vez. No es conveniente que sigas adelante. Estás sola, sola contra todos nosotros, las cosas van a acabar mal.

—¿Tienen miedo de perder, Ares? — cuestiono deteniéndome, pero acercándome a su rostro.

—Es posible — y casi dejo que la sorpresa se apodere de mi rostro —. Pero no todos lo tienen. Yo tengo miedo.

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