—¿Se puede saber qué estás haciendo? — refunfuño.
—Estoy rodeando todo el tránsito, vamos a amanecernos si seguimos ahí — responde fastidiado.
—Ni siquiera sé dónde estás, y lo peor que es seguramente ni tú lo sabes.
—Que sí lo sé, deja de estar de terca.
Luce seguro al decirlo, pero Fenix siempre parece seguro al mentir.
—Eros, estos parecen callejones de mala muerte... me hacen desear haber tomado el taxi con el psicópata.
—Bueno, dije que sabía por dónde iba, no que fuera seguro — repone.
—Imbécil.
—No pasa nada, no seas paranoica.
—No soy paranoica, es sólo que de cierta forma aprecio mi vida.
Y claro, la paranoia también ayuda un poco.
—No va a pasarnos nada — asegura.
—Se me olvidaba que veías el futuro.
—No veo el futuro. Solamente es estúpido suponer que va a pasar algo mientras estemos aquí adentro. Y es más estúpido de tu parte creer que yo permitiré que algo te ocurra.
—Hazme el maldito favor de no decir cosas tan cursis cuando de nosotros dos se trate.
—No sabía que era cursi dejar en claro que no permitiría que algo le sucediera a mi acompañante.
—Sólo cierra la boca y sácame de aquí ya.
Eros da la vuelta a otra calle, va a acelerar pero algo a unos metros nos lo impide.
—Si me pasa algo te matan — lo amenazo.
—¿Quieres dejar de repetir lo mismo? — reprocha cruzándose de brazos y volteándose a mirarme.
—Mira, imbécil, ¡hay un tipo ahí enfrente y deberías de centrar tu maldita atención en eso en vez de mí!
—¡No me grites!
—¡Tú no me grites!
Eros se queja furioso y vuelve a voltearse, oigo los seguros de las puertas bajar y veo que comienza a abrir la ventanilla.
—¡Si no te quitas te pasaré encima! — suelta una sentencia para el tipo que está muy dispuesto a no permitirnos pasar.
Pasados unos segundos donde el tipo se niega aún, veo a Eros muy decidido a acelerar y pasarle encima como prometió.
—¿Qué estás haciendo? — interrogo nerviosa de presenciar un atropellamiento de esta forma.
—Nos están rodeando, la vida de este imbécil me vale una mierda en comparación con las muestras.
No sé qué decirle, quiero pedirle que espere, pero no quiero que terminen bajándonos de aquí para hacernos quien sabe qué cosas.
Cuando acelera me llevo las manos a la cara, espero tensa oír el impacto del cuerpo siendo golpeado por el auto, sin embargo un par de segundos más tarde frena de golpe y mi cuerpo se va hacia adelante.
Me retiro las manos del rostro y veo que el tipo se ha quitado del camino antes de que le golpeáramos.
Una vez libre la calle volvemos a acelerar y dejamos todo atrás. El corazón viene golpeándome el pecho horrible, y no sé si agradecerle algo al dios, maldecirlo, o simplemente callarme.
—No me creerás capaz de atropellar a alguien — supone.
—Te creo más capaz de eso que de hacer lo que acabas de hacer.
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Olympus
RomanceCalifornia Kendrick pisa por primera vez las tierras de la que será su nueva universidad y hogar: el Instituto Umbra. El colegio más prestigioso y elitista de la ciudad de Nueva York. Donde todo está sumergido en las sombras del Olimpo que es gobe...