Capítulo 30

991 123 11
                                    

Ahora más que nunca tengo los ojos sobre los dioses, realmente comenzaba a creer que las cosas podrían resultar bien y sin heridos, que Eros había dejado su forma maquiavélica de ser un poco, y posiblemente podría conseguir mi cometido sin tener que llevar planes a cabo.

Ahora me doy cuenta que no.

De una u otra forma, la plática que tuvieron hace unos días lo fue todo, para ellos, por supuesto.

Fue en realidad, su reconciliación, una reconciliación de la cual ni siquiera eran conscientes que necesitaban porque su rutina a fin de cuentas terminó por crear una ruptura de la cual no quisieron darse cuenta.

Pero lo hicieron.

Nunca debí subestimarlos de esa forma, pues aunque sabía sus capacidades, llegué a pensar que por fin se detendrían.

Ahora no quedan demasiadas opciones, tendré que continuar con mis ideas sin la menor duda, y lo primordial en estos momentos es hacerles creer a ellos que me sobrestimaron y realmente no soy tan inteligente como les hice creer en un principio.

Alguien da unos golpecitos a la puerta y despego la mirada del techo.

Por la forma de tocar, sé que no es ninguno de ellos, pero siendo así no tengo idea de quién es o si debería averiguarlo.

Ya que no puedo permitirme dejar ir una sola oportunidad, me paro de la cama y voy a abrir.

Cuando lo hago me topo con la única persona que estúpidamente no se me pasó por la cabeza.

—Pasa — pido haciéndome a un lado para que entre antes de que alguien nos vea —. Creí que te habrías ido.

—Voy a quedarme aquí hasta la siguiente semana — explica —, mis padres no están en casa, y eso es una buena excusa para venir aquí a joder a mi hermano — Artemis tiene el cabello recogido y viene vestida con jeans claros y una chamarra blanca —, y tiempo suficiente para ayudarte a hacerlo también.

—¿Como viniste? No deseo que te pongas en riesgo.

—Para nada — niega rápidamente —, Eros está en clase de Kick Boxing, y como ya todo el grupo se ha vuelto repulsivamente unido, el Olimpo está concentrado en el mismo lugar. Les dije que me aburría estar ahí y saldría a la cafetería a comprarme algo, y si no encontraba nada más interesante que hacer volvería.

—¿Te creyeron?

—Pasé a la cafetería para decir la verdad — dice con gracia y mete una mano a la bolsa de la chamarra —, no sabía que podría gustarte, así que te traje eso.

—No tenías que traerme nada — respondo sonriéndole por el detalle. Artemis me da un chocolate y casi río de la coincidencia —. ¿También es de familia regalar chocolates?

—¿Eros te regala chocolates?

—Sí.

—Vaya...

—¿Qué?

—Eso es extraño — confiesa haciendo una mueca —, mi hermano jamás le regalaría un chocolate a nadie, nunca en la vida.

—¿Por que no?

—Mi hermano es chocoadicto, los chocolates son sagrados para él, nunca regalaría uno solo. Nunca lo ha hecho. Bueno, prácticamente lo hizo contigo, pero me parece imposible.

—Ahora entiendo — acepto recordando el momento en el que el borde de su hermano me robó mi chocolate —, ¿sabes algo? Gracias a uno fue que ahora mismo estamos en esto.

Olympus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora