Epílogo

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Me observo detenidamente frente al espejo.

El vestido que mi padre compró mientras estuve fuera me ha quedado perfecto, el maquillaje no es exagerado, pero me sienta bien.

Todo está bien, pero hay un matiz en mi rostro que delata lo que siento.

Estoy asustada.

Y cada que pienso en eso mi corazón se acelera.

Por más que quiero dejarlo a un lado hasta que llegue al baile, no puedo.

—¿Lista? — pregunta mi padre tocando la puerta.

—¿Cómo me veo? — pregunto volteando a él.

—Como una princesa — responde muy sonriente y tomo mi bolso brillante para irme de una vez.

—Eso espero.

—Elegí un buen vestido.

—Sí, lo hiciste. Gracias por hacerlo.

—No es nada, no iba a dejar que faltases al baile.

Mi padre baja las escaleras más lento para que no vaya a tener un accidente con los tacones, pero no me siento insegura en cuanto a ellos.

—¡Te ves preciosa! — admira mi madre en cuanto llegamos a donde está —. Date prisa, el baile debe haber comenzado ya.

—Ya voy — acepto sonriéndole, pero no me sale muy bien.

—¿Vuelves por la noche?

Quisiera tener una respuesta a ello, pero la respuesta depende de una simple acción negativa.

—No lo sé, tal vez venga en la mañana, lo mejor sería que me quedase a pasar la noche en la residencia — pienso.

—De acuerdo, si quieres venir para acá solo llámanos, mandaremos a que te recojan.

—Bien, les avisaré.

Me despido rápidamente de mi madre y subo al ascensor junto con papá, que a pesar de que solamente irá a dejarme al instituto rápidamente, se ha puesto un traje negro para lucir presentable.

Mientras más me acerco al baile mis nervios aumentan.

Aún cuando apenas voy a subir al auto.

Es como una cuenta regresiva, en la que cada vez quedan menos segundos.

Observo la ciudad en el camino, intento despejar mi mente y mantenerla ocupada con otra cosa a la que me atormenta.

Pero el más mínimo detalle me trae a la mente lo mismo una y otra vez.

Le envío un mensaje rápido a Rebecka para avisarle que voy en camino, pero eso me tensa más.

Casi podría jurar que mi pecho comienza a doler por los cambios repentinos del ritmo de mi corazón.

Aún cuando sé que lo más probable es que yo misma me esté auto-engañando y sólo sea cuestión de una sugestión provocada por el estrés de las últimas semanas, no puedo controlar la aberrante sensación en mi estómago.

Entramos al aparcamiento de Umbra y comienzo a sentir pánico, quiero ordenarle al chofer que acelere y nos marchemos, como si en realidad eso me hiciera huir de un problema que va a estar conmigo hasta que lo decida.

Mi padre baja del auto una vez que nos hemos detenido, me abre la puerta y ayuda a bajar.

Hay bastantes personas fuera del edificio donde es el baile, y me siento incómoda con todas las miradas encima.

Pero lo evado y finjo que no hay nadie.

—Cuídate — pide una vez que estamos en la entrada —. Si quieres ir a casa llámame, vendré por ti.

—No te preocupes, todo estará bien — aseguro.

Me despido de mi padre y respiro profundo antes de entrar al lugar.

La luz es muy tenue, la mayoría de integrantes del taller de música están tocando en vivo, y ya que todo empezó hace muy poco, la mayoría de chicos están sentados en las mesas.

Doy una mirada rápida y encuentro a Eros casi al instante.

Aunque quiero pasar desapercibida para él, parece que le llamo en cuanto mis ojos se posan encima.

—Llegaste — Rebecka se acerca a mí y desvío la mirada del dios.

—¿Conseguiste lo que te pedí? — pregunto con voz temblorosa.

—Lo tengo — confirma —. Vayamos... vayamos al baño, seguramente no hay nadie.

Sigo a Rebecka hacia el lugar que no está muy alejado de nosotras.

Esquivo a varias parejas bailando, chicos que platican, y cuando logro llegar al baño ya estoy agitada.

Rebecka busca en su bolso algo, y cuando lo encuentra me lo entrega con manos ligeramente nerviosas.

Entro a uno de los cubículos en silencio e intento pensar en cualquier cosa estúpida mientras las manos me tiemblan como si tuviera párkinson.

—¿Sabes cómo funcionan? — pregunta Becka en un amable intento por distraerme.

—¿Tú no? — inquiero con algo de gracia.

—Ni siquiera había visto una de esas cosas antes — responde riéndose, y mis nervios son tantos que acabo riéndome con ella.

Vuelvo a acomodarme el vestido tan bien como mis manos estúpidas y engarrotadas lo permiten y salgo con mi amiga.

—¿Y? — pregunta.

—No es una varita mágica, ¿podrías esperar un poco? — me quejo poniendo mis cosas sobre el lavamanos.

—Bien, tranquila... — inhala profundamente.

—¿De vedad no sabes cómo funciona? — pregunto para no quedarnos en silencio.

—Leí las instrucciones, espero que con eso baste — responde relajándome un poco.

Nos quedamos en silencio, y agradezco un poco que afuera haya música, pues de lo contrario las cosas serían aún más incómodas.

—¿Podrías relajarte? Me pones de nervios — se queja frotándose las manos.

—He intentando relajarme desde que abrí los ojos por la mañana, ahora menos que nunca voy a lograrlo.

—De acuerdo, basta de esperar — la chica toma una de las cosas del lavabo y la mira.

Su rostro se crispa, abre los ojos y me mira estupefacta.

Mis nervios explotan en mi pecho por ello.

—Es...

—Positiva — digo tras arrancarla de sus manos y mirar por mí misma —. Estoy embarazada.

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Dentro de poco tendrán nuevas noticias de mí y Olympus. ✨🎀

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