Capítulo 12

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—Temo que este no es buen lugar para follar — susurro mientras Eros está pegado a mi cuello.

—No hay nadie — protesta.

—De igual forma, en cualquier momento podría entrar alguien por esa puerta, después de todo es el baño.

—Mierda — se queja despegándose entonces. Logro mirar cómo ve a todas partes ciertamente desesperado, como si buscase algo.

Yo por otra parte agradezco la oscuridad del lugar y los tonos rojos de la luz, pues no se nota mi piel ruborizada por el sofoco del momento.

—Ven — pide tomándome de la muñeca y tirando de ella para que me baje de los lavamanos y le siga para afuera del lugar.

Me apresuro a bajar el vestido antes de estar fuera por completo, me resulta casi cómica la urgencia del chico por salir del baño y llevarme a donde sea sólo para tirar conmigo.

El lugar está más lleno que cuando recién llegamos, la música aún más fuerte que al principio, y por la hora todos los presentes ya están pasados de copas y bailan hasta en el rincón más recóndito.

Eros se queda parado en medio de gente bailando, haciendo que nos empujen mientras nos quedamos esperando algo.

Luego de un largo rato el chico reacciona de golpe, comienza a caminar dándome un tirón en el brazo y casi arrastrándome hacia quien sabe dónde.

Después de pasar por cientos de empujones por fin salimos de la zona más cargada de personas, llegando a las escaleras flotantes y transparentes que suben a la sección roja.

Pienso en poner resistencia cuando lo veo muy seguro de querer subir, sin embargo me contengo, en gran parte el alcohol me ayuda a no actuar arrebatadamente y pensar un poco las cosas; y no es que esté muy tomada, aunque sí lo suficiente como para estarme metiendo tan precipitadamente con Eros.

Cuando reacciono ya estoy subiendo los últimos escalones, el chico se adelanta a abrir una cortina y sostenerla cediéndome el paso.

La parte consciente de mí me grita que soy una estúpida y si no regreso por las escaleras ahora mismo la voy a pagar cara. Pero la parte relajada y alcoholizada simplemente dice que me relaje y me deje llevar.

Y cómo físicamente también estoy alcoholizada, le hago caso a ésta última.

Me paso un poco insegura, pues siempre me ha puesto de nervios el cambio tan repentino de iluminación de el resto del lugar a esta habitación en particular.

El ruido tan arrullador de la música me aturde, pues parece estar muy bajo, sin embargo es más fuerte de lo que podría parecer, tanto que cuando toso para aclararme la garganta no me oigo.

Dejo que Eros me conduzca por el sitio, esquivo todos los sillones de la sala lounge y choco ligeramente con él cuando se frena frente a una de las piezas privadas que está vacía.

—Quédate aquí, vuelvo en un momento — me habla al oído mientras me hace sentarme.

Me limito a asentir, aunque estoy segura que ni siquiera puede verme. Yo logro vislumbrar su silueta salir del lugar y recorrer las cortinas rojas para que nadie más vaya a entrar.

Se preguntarán cómo es que sé que son rojas, y la respuesta es que yo las elegí junto con Ashton cuando decidió abrir la sección.

Me acomodo mejor en el asiento y respiro profundo en un intento de calmarme, ni siquiera me había dado cuenta que el corazón está latiéndome como loco.

Comienzo a sentir un calor bochornoso y nuevamente me siento sofocada aquí dentro.

Mientras intento relajarme y estabilizar todo lo acelerado de mi cuerpo, siento que el lugar donde estoy sentada vibra. Doy un brinquito e instantáneamente miro hacia los lados en busca de algo.

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