Capítulo 65

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Caminamos unos metros por la acera hasta llegar a la cafetería que está junto a la entrada del edificio.

Mi padre y Hera están sentados en una de las mesas, ambos callados, pero me da mala espina.

—¿Ella qué tiene que ver en la platica? — pregunto al llegar.

—Todo, ahora siéntate — pide mi madre sentándose en una de las sillas vacías.

Mi curiosidad me obliga a hacer lo que pide con tal de saber lo que quieren decirme.

—¿Y bien? — pregunto.

—Esto es compilado — dice mi padre —. No sé cómo comenzar.

—¿Complicado por qué? — cuestiono.

—Solo dilo, no lo hagas más difícil — presiona mamá.

—Ustedes dos han vivido engañadas durante mucho tiempo — comienza ella —. Durante casi toda su vida.

—¿Qué significa todo esto?

—California, ella — señala a Hera que está confundida igual que yo —. Hera...

—¿Qué? ¿Ella qué?

Mis padres intercambian miradas, veo que se toman de la mano como apoyo y se preparan a soltar el golpe.

—Era y tú son hermanas — dice.

Nos quedamos en silencio.

Como ya se hizo costumbre en el último mes, mi estómago es el más afectado con la noticia, y no sabe si sentir dolor o simplemente revolverse.

—Es una broma — señalo al fin y comienzo a reírme —. Vamos, si quieren hacerme cambiar de opinión en cuanto a Eros no tienen que hacer esto.

—Estoy hablando en serio, no es una broma — asegura él.

—¿Por qué debería creerte? ¿Por qué es mi hermana? ¿Por qué si es mi hermana apenas nos enteramos? ¿Por qué crecimos separadas? — hago tantas preguntas como llegan a mi mente, pues me rehuso a creer lo que dice pero ya comienzo a entrar en pánico.

—Cuando eras pequeña... tu padre recién iniciaba con la compañía — mi madre es quien continúa con la historia —. Es cierto que su padre le había dejado la compañía inicial, pero Vikram quería iniciar la suya de cero.

—Y me metí con las personas equivocadas — termina él —. Atravesé por un problema económico y no quise pedir la ayuda de mi padre, así que decidí hacer una inversión con una persona que no era de fiar.

—Tú tenías apenas un año para ese momento — me dice mi madre —. Y Hera venía en camino, faltaba poco tiempo para su nacimiento y las cosas con tu padre se pusieron peor, las amenazas de aquel tipo comenzaron a llegar, y todos estábamos en peligro, ustedes, nosotros... teníamos que huir.

—Eso no explica nada — apunto.

—Nos iban a perseguir por cualquier lugar, era fácil buscar a una familia con dos hijas, nos encontrarían en cualquier momento. Así que tuvimos que tomar una decisión difícil...

—¿Y cuál fue?

—Conseguí una familia para que adoptase a Hera — suelta, y la cara de la chica está estupefacta —. La he mantenido desde ese momento, a ella y a su familia, pero la condición fue clara. Ellos debían tratarla como si fuera su hija, darle su apellido y mantener todo el secreto hasta que nosotros pudiéramos recuperarla.

—¡Ya pasaron veinte años! — me quejo golpeando la mesa y sobresalto a Hera —. ¿Tardaron veinte años en recuperar a su hija? ¡No mientan!

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