Capítulo 42

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El chico me ayuda a bajar, ya que con la falda que llevo me es un poco difícil. Sin embargo casi me carga para ello.

El lugar al que me ha traído, por fuera luce... un poco rústico. Nada sofisticado ni del tipo de lugares a los que suelo ir. Pero igualmente no me molesta estar aquí.

Abre la puerta y me deja pasar primero, estando a un solo paso de distancia de mí.

El lugar es oscuro, lúgubre y casi como los bares de mala muerte que salen en las películas.

En cada mesa hay hombres mal encarados, de barbas crecidas, chaquetas negras y tatuajes.

Uriah no parece incomodarse y simplemente me lleva hacia la barra casi vacía.

La música es un rock viejo, nadie nos presta atención y a pesar de la mala imagen las cosas parecen estar tranquilas.

—¿Tú gusta el tequila? — pregunta acomodándose a mi lado en uno de los lugares.

—Claro — afirmo aunque en realidad no es para nada de mi agrado.

Le hace una seña a la chica que está del otro lado y asiente.

—Parece un lugar de mala muerte — comenta acercándose más a mí mientras mira alrededor —, pero las cosas se ponen divertidas y no hay peligro alguno.

—Eso espero, no me gustaría sufrir incidentes.

—Para nada, estás segura aquí. Los hombres suelen tener caras más feas que su forma de ser.

Escucho el golpe a una mesa detrás de mí, algunas quejas y otras risas. Por curiosidad decido mirar un poco sobre mi hombro, a unos metros de donde estoy veo a un hombre de pie y sonriendo victorioso.

—¡El siguiente! — exclama con voz grave y quito la mirada de él.

La chica que nos atiende pone una botella casi llena frente a nosotros, y dos pequeños vasos juntos.

Cuando dije que sí al tequila no pensé que Uriah fuera a ser tan extremista como para hacérmelo beber solo.

Abre la botella y sirve, me da uno de los vasos y el suyo lo toma de un solo trago.

Dado que no es momento para echarme para atrás, tomo todo el valor que me da venir disfrazada, y repito la acción del chico.

No puedo evitar cerrar los ojos con fuerza mientras el líquido baja por mi garganta y me quema en su camino.

—¿Demasiado fuerte? — cuestiona Uriah por mi gesto.

—Muy directo para ser el primero.

El chico sonríe y vuelve a servir. Y aunque ya no quiero seguir con esto, me obligo a hacerlo, a sabiendas de que luego de los primeros tres tragos, los siguientes dejarán de saber, o por lo menos de ser tan mortíferos.

Ponen una pequeña charola de metal frente a nosotros, tiene limones partidos dentro y a su lado, en una igual hay un montón de sal.

Uriah me da un trozo de limón y lo acepto un tanto indecisa.

—¿No te gusta, Barbie?

—No acostumbro a usarlo — explico con la noción de lo que tengo que hacer, pero sin estar segura de ella.

—Bien, primero das el trago y luego chupas el limón — explica previendo mi falta de práctica en ello.

—¿Vas a enseñarme a tomar tequila? — cuestiono mirándolo atentamente, sacándole otra sonrisa y haciendo que me enseñe lo que debo hacer aunque ya lo he entendido.

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