Capítulo 9

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—Sube — pide mientras rodea una camioneta negra.

—¿Ahí? — cuestiono señalándola, aunque es demasiado obvia la respuesta.

—Sí — afirma mirando el auto para cerciorarse de que sea el correcto —. Aquí. Mi auto se lo va a llevar Hermes, el suyo está en el taller.

—Bueno... — camino los pocos pasos que me faltan y abro la puerta de la camioneta algo insegura.

Esta cosa es un monstruo, sólo sé que el piso de la camioneta está a más de medio metro del suelo.

Eros sube sin la menor dificultad, y me cuesta trabajo creer que el auto no se ha tambaleado ni un poco.

A diferencia de él, yo me quedo abajo mirándolo. Siempre he tenido conflictos al subir a camionetas tan altas. A veces no sé qué es más difícil, treparse a una de estas o a un caballo.

—¿Piensas quedarte ahí parada? — interroga mientras se abrocha el cinturón.

—No...

—Sube ya — anima mientras hace una seña con la mano para que suba.

Me sostengo del marco de la puerta y de ésta, subo un pie un doy un brinquito para poder subir el otro. Me acomodo en el asiento y me estiro tanto como puedo hacia la manija para cerrar.

—¿Nunca te habías subido a una camioneta? — pregunta algo sarcástico mientras enciende el motor.

—No a una tan grande — admito mientras me pongo el cinturón.

—Me gustan las cosas grandes.

—¿Para llenar un vacío o es simple complejo?

—No, nada de eso, estoy acostumbrado a estas cosas.

No descartó ninguna de mis dos ideas, es seguro que en alguna acerté, quizá en las dos.

—¿Qué marca es? — averiguo.

—Jeep.

—¿En serio?

—Sí, una Wrangler — confirma.

—No se parece demasiado...

—No, ésta en particular es un poco diferente al estereotipo de las Jeeps — opina pensando lo que yo.

—Pareces sicario con esta cosa. Es demasiado grande... — pienso.

—Me agrada. Además, míralo por el lado bueno, si hay un Apocalipsis zombie sobreviviremos en ella. Podemos pasar sobre miles de personas sin que sufra un accidente, los vidrios son blindados, tengo mucha música, un cargador para el móvil, y algunas provisiones atrás.

¿Una broma?

—No estarás hablando en serio.

—Te lo juro, tengo discos de muchas bandas.

—No seas idiota, estoy hablando de tus provisiones — detallo. 

—Ah, sí. Las tengo,

—No piensas de verdad que habrá un Apocalipsis, ¿no?

—Uno nunca sabe — termina guiñándome un ojo.

Mira por el retrovisor y se echa en reversa cuando está seguro que no hay nadie detrás. Mientras nos saca del aparcamiento enciende el estéreo, mira un segundo a la pantalla y otro al camino.

Estoy tentada a ofrecerme para poner su música, sin embargo justo cuando voy a decírselo pone play.

Espero ansiosa por escuchar qué canción ha elegido. Ya me sé más o menos sus gustos, y claramente son bastantes pesados y locos como los míos.

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