Capítulo 19.

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El último colectivo de larga distancia salía justo a las doce en punto de la noche, se dirigía a un pueblo, del cual ella no sabía el nombre, pero el chófer le comentó que quedaba a seis horas.

Mientras veía la ruta, recordaba lo que hizo desde que se escapó de allí hasta que llegó a teñirse el cabello y cortárselo. Dio un largo suspiro, pensando en qué haría a partir de ahora, y tenía la posibilidad de elegir y crear toda una vida además de personalidad a gusto pero no tenía ni la mínima idea de qué era lo que realmente quería.

Porque todavía seguía viviendo una realidad, que la había lastimado mucho, aunque era lo que conocía desde pequeña, y resultaba difícil separarse de algo a lo que has conocido desde que tienes noción.

El cuello volvía a molestarle, por lo que tuvo que recostarse un poco e intentó dormir para que ya no le doliera sin embargo no lo logró, el avance por la carretera del colectivo le brindaba más recuerdos de su perfecta vida, una vida que fue mentira pero en donde fue feliz y no podía negar que cumplió todos los caprichos que quiso. Y de todo ese buen vivir no quedaba nada, salvo una cantidad grande de dinero que no sabía en dónde invertir o qué hacer.

Sus ojos le ardían de todo lo que lloró la tarde hasta esa hora. Los cerró cuando las curvas aparecieron, ese movimiento brusco del autobús le mareaba demasiado desde que era pequeña.


Despertó al escuchar una voz masculina que le explicaba que ya habían llegado, y que necesitaba bajarse porque debían hacer una limpieza para partir a las siete de la mañana.

Miró la hora en un negocio: recién las seis y media. Corría un aire frío, provocando estornudos en ella, quién se lamentó no haber llevado un abrigo consigo. Con la mala experiencia en la otra terminal, sólo pidió indicaciones a una mujer si conocía hoteles para hospedarse por un tiempo, ella le contestó que hoteles no encontraría pero sí alquileres de pensiones, hostales y moteles, explicando que el más cercano quedaba a dos cuadras.

Era una zona árida y desierta, no había árboles o edificios que aplaquen algo más el viento que corría, así que continuó estornudando hasta toparse con el lugar.

En efecto, era un motel con varios cuartos seguidos y un solo piso en forma de una u.

Caminó hasta donde se encontraba el encargado, estuvo esperando como diez minutos hasta que apareció un señor alto y delgado con lentes y fumando cigarros quien le sonrió.

—Buenas, ¿qué se le ofrece?

—Hola, mmm, quería alquilar una habitación pequeña, para mí sola y por un corto tiempo.

—¿Estás con alguien?

—No.

—Debes ser sincera. Sabes... —El hombre tomó un pocillo pequeño llenándolo de café desde un termo—. Porque aquí vienen millones de jovencitas como tú para encontrarse con alguien o hacer de otras cosas, tú sabes, no tienes ni idea de lo que puedes encontrar aquí cuando se van.

—No, no. Sólo yo, espero a mi madre... pero todavía no llegará así que estoy sola y capaz que es por unas cuantas semanas.

Él asintió: —llámame Holden o Don Holden. —Le sonrió al mismo tiempo en que sacaba un cuaderno y un par de llaves—. ¿Tu nombre es...?

—Llámeme Violet —contestó apenada. Lo sentía como una farsa, sin embargo si quería continuar allí debía de acostumbrarse.

—Bien, Violet, tienes la habitación número 15. Se encuentra en la parte de arriba, una de las primeras habitaciones cerca de la escalera del medio. Al final del día vuelves aquí para pagarme y luego arreglamos cuánto tiempo.

Desde los ojos de Violet.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora