Capítulo 25.

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Los ojos de Violet se abrieron de golpe mirando toda la habitación, se asustó cuando no vio a Maxwell allí. Acomodó su cabello y de paso intentó recordar qué había pasado la noche anterior, recibiendo un hecho para nada grato de su finalización del día.

Suspiró, fue directo al baño donde lavó su rostro, dientes e hizo necesidades. De paso alisó su corta melena y acomodó el flequillo que el día de hoy se encontraba con bastante friz, renegó hasta que lo mojó un poco y quedó algo satisfecha con aquel resultado. Si bien se había teñido de negro, el color con los lavados de iba debilitando y ahora tenía sus raíces marrones.

Caminó al comedor dudosa, sus nervios bajaron cuando notó que era Maxwell quien hacía ruidos y todo era porque estaba acomodando los productos en su alacena.

—Buenos días, gringa... y ahora ya no puedo decirte más así. —Empezó a reír.

—Buenos días, Max. —Sonrió y se saludaron besando sus mejillas—. Lo sé, debes buscar otro apodo.

—Mia —habló sonriente—, ¿ese te gusta?

Al decir aquel nombre, recordó al instante a Dean, sintiendo algo de pena por el chico y rogando que estuviera bien, o al menos estuviera a salvo en estos momentos.

—Me parece bien —contestó tomando asiento en los banquillos.

—No sé cocinar tan bien pero traje esto. —Max colocó al frente de su amiga dos potes grandes de helado sabor granizado y chocolate—. ¿Gustas?

Violet soltó una risita: —sí. —Tomó uno, se digirieron al sillón y prendieron la televisión.

—Qué rico —dijo él probando un gran bocado del gusto chocolate.

—Lo sé. —Suspiró—. Pero estamos comiendo mucho y si seguimos así engordaremos como cerditos.

Rió negando: —tendremos que salir a correr.

—O pagar un gimnasio.

—Tú, porque en mí es más difícil que engorde. —La miró malicioso—. Debes cuidarte.

—Lo sé. —Ella hizo un puchero.

—Es broma, estamos bien así —agregó después de unos segundos.

Ambos terminaron los potes y decidieron quedarse mirando las noticias mundiales.


A eso de las doce del mediodía, volvieron a juntarse en el comedor. Ya que las horas anteriores, Violet fue a bañarse y acomodar un poco su ropa mientras que Max limpió parte del departamento y salir a pagarle la renta a la dueña, esperó un poco hasta que su amiga terminara y él tomó una ducha leve.

—Violet... —Se acercó a ella despeinándola—. ¿Qué harás?

—¿Con qué? —preguntó confundida.

—Con lo de ayer.

—¿Ayer?

Él viró los ojos: —no te hagas la tonta, estuviste mal y te entiendo, pero ¿qué harás con todo ese tema y con Catalina? Tengo su número y si quieres podemos pasar a saludar.

—No. —Negó—. La verdad no sé qué puedo hacer.

—Supongo.

—Y me duele horrible la cabeza así que hoy prefiero hacer otra cosa.

—Pero... ¿estás bien? —cuestionó con miedo, no quería poner incómoda a su amiga, ni mucho menos quería que reaccionara como ayer.

—Sí —respondió desanimada— creo que iré a quitarme esta cosa. —Indicó su muñeca—. Ya me está molestando demasiado y estoy curada.

Desde los ojos de Violet.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora