¿Cómo era el beso?

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#PERSPECTIVA DE MITCHEL#

Esperé pacientemente sobre mi cama durante un largo rato. No mentiré, quería que ella apareciera por allí y pronto. Solo ver su mirada de odio me hacía sentir bien. Y, mientras, repasé por milésima vez mi habitación. Aunque no lo pareciera, yo era el ordenado de los hermanos Stean. Puede que fuera un poco distraído con mis tareas pero me gustaba que mis cosas siempre estuvieran en su lugar correspondiente. Adam, por el contrario, era bastante desordenado: su mesa de estudio siempre se encontraba llena de papeles y su armario se caracterizaba por las arrugas de sus prendas ya que no doblaba ni colgaba las cosas. Por suerte, nos cedieron una habitación entera para nosotros dos solos aunque, obviamente, era ligeramente más pequeña que el resto y solo tenía un baño. Las camas se encontraban en las esquinas, derecha e izquierda, al fondo del cuarto. Entre ellas se encontraban nuestros escritorios y...

Y, por fin, escuché llamar a la puerta seguidos de unos gritos. Sonreí y esperé un poco para ponerla más de los nervios antes de acercarme para abrirla. Me apoyé en el marco y la miré de arriba abajo sabiendo que sería más que suficiente para molestarla.

-Buenas, preciosa. ¿Vienes a por esa foto?- Pregunté antes de guiñarle un ojo.

-Tienes algo que me pertenece.- Dijo directamente sin hacerme caso.

-¿Tu corazón?- Añadí haciéndome el loco. –Vaya, ¿quién diría que eres tan romanticona?-

-Mi camisa, Mitch. Devuélveme mi camisa.- Me reprochó.

-¿Por qué crees que he sido yo?-

La joven alzó la mano y me enseñó una nota que yo había escrito en nombre de los hermanos Stean.

-¿Y por qué no crees que ha sido Adam?- Pregunté ligeramente ofendido.

-Porque él es el buenecito de vosotros dos y porque eres tú el que se ha quedado en la habitación esperando a que yo viniera para recuperarla.- Me argumentó.

Me quedé pensando un segundo mientras ponía labios de pato.

-¿Por qué crees que te estaba esperando?- Pregunté sin mirarla para seguir haciendo tiempo.

-¡Devuélvemela!- Añadió, perdiendo la paciencia.

-No la tengo.-

-¿Y qué es lo que está encima de esa silla?- Preguntó señalando hacia el interior del cuarto.

-Eso no es... - Dije mientras me giraba para verlo.

No recordaba que se la había lanzado a mi hermano y que, siendo él como era, obviamente, la habría dejado ahí tirada.

-...Es tu camiseta. Maldito Adam....- Me susurré a mí mismo sin darme cuenta de que ella había entrado sin permiso en el cuarto.

En cuanto me percaté de que fue a recogerla, decidí agarrarla de la cintura antes de que pudiera tocarla si quiera.

-Déjame en el suelo.- Me dijo mientras pataleaba en el aire.

-De eso nada.- Añadí mientras caminaba para alejarla de su camiseta.

-¡Suéltame!- Gritó.

No pude evitar sonreír ante la idea que se acababa de pasar por mi cabeza.

-Como tú digas.- Respondí mientras la tiraba en la cama.

Inmediatamente, intentó levantarse pero la empujé haciéndola caer de nuevo. Luego, me puse sobre ella y forcejeé hasta que pude apresar sus muñecas, sin permitirla moverse. Sonreí orgulloso por mi trabajo.

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