Sentencia

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#PERSPECTIVA DE ÁNGEL#

Todo estaba preparado, absolutamente todo: el día, el banco, la hora, la distancia que había de allí al puesto de policías más cercano, incluso tenía controlada la persona que estaba trabajando allí en ese momento.

La noche ya alumbraba la calle y el frío me perseguía a donde quisiera que fuera. Para disimular un poco mi falso atraco me cubrí con esos pasamontañas negros para que no pudieran reconocerme. Bajo mi chaqueta de cuero llevaba bien agarrada una pistola que conseguí en una tienda de armas. Y yo seguía sin entender cómo le habían vendido algo tan peligroso a una persona menor de edad.

Caminé lentamente hacia el banco que había escogido para atracarlo. Seguía dudando de si hacerlo o no. En otro momento quizá no me hubiera costado entrar y arrasar toda la oficina pero después de haber tenido pareja, de haber aprendido a demostrar ese cariño, de tener amigos que me querían y una agradable familia que adoraba más que a nada, era más complicado. Aún así tenía que hacerlo... para que pudiera seguir disfrutando de toda la gente a la que echaría de menos si me fuera para siempre.

La calle me empezaba a dar pavor pues estaba realmente a oscuras. Los nervios se apoderaban de mí y me atemorizaba que algo pudiese salir mal. Era irónico porque el atraco tenía que salir mal y que me pillaran para que pudiera volver al instituto.

Estaba en la puerta, con mis dudas aún en mente. Quizá no debería tomármelo como un delito sino como un papel que interpretaba en una escena. De esa manera, me habría costado menos.

Por fin, reuní el valor para hacerlo. Guardé con cuidado mi pistola bajo mi chaqueta de cuero para que la trabajadora no lo viera.

Entré lentamente, como si fuera a cámara lenta, y me situé en frente de la chica que estaba sentada en su mesa de oficina pero me puse lejos mirando los ojos de la señora con temor.

-¿Qué desea?- Preguntó sin mirarme.

No se dio cuenta de que llevaba una tela negra cubriéndome la cara como un delincuente y, por eso, no se asustó. Iba a dar un paso hacia ella para que me viera pero, de repente, alguien rompió los cristales que estaban tras de mí con un disparo de bala. Instintivamente, me agaché al igual que lo hizo la señora. Ella gritó y yo simplemente me quedé en el suelo sin saber qué pasaba. Al girarme vi cómo varios hombres con pasamontañas, vestidos de negro y con armas en las manos entraban por el hueco de la ventana rota. Todos ellos fueron a coger el dinero excepto uno que se quedó con nosotras, las prisioneras, para que no pudiéramos huir. Como la señora se había escondido bajo su mesa, aquel hombre no pudo verla. Sin embargo, se percató de mi presencia. Se acercó a mí y me levantó agresivamente agarrándome la chaqueta. Me sujetó contra la pared donde me era casi imposible moverme pues me agarraba el cuello con una mano.

-Veamos quién se esconde tras esa tela.- Dijo serio.

Me arrancó el pasamontañas dejando ver mi rostro.

-Si es una niña.- Añadió riéndose.

Se estaba burlando de mí pero, en aquella situación, me daba completamente igual, solo pataleaba queriendo que me soltara. De repente, la pistola de mi chaqueta, debido al movimiento, cayó al suelo. Inmediatamente, el hombre la miró con seriedad.

-Una niña... con una pistola...- Susurró creyendo que yo era una amenaza.

Fue entonces cuando la señora debió de hacer un ruido porque el señor se percató de que ella estaba ahí.

-¡Levántate!- Le ordenó a la señora mientras la apuntaba directamente con el arma.

Ella le hizo caso y rodeó su mesa hasta colocarse frente a él. Noté que ella temblaba atemorizada y, si hubiera podido, me habría puesto a su lado para apoyarla.

¿Quién soy yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora