#PERSPECTIVA DE ÁNGEL#
Intenté abrir la puerta de la casa de mis padres sin conseguir mucho. Tened en cuenta que llevaba dos maletas a cuestas mientras sujetaba también la correa del cachorro. Conseguí meter la llave en el cerrojo con mucha suerte y la giré con dificultad. Empujé la puerta con el pie para abrirla y, nada más entrar, tiré ambas valijas al suelo. Cerré la puerta antes de quitarle la correa a León.
Me daba demasiada pereza mover las maletas hasta el piso de arriba así que las dejé allí, donde estaban. Me tumbé en el sofá durante unos segundos. Cerré mis ojos. El cachorro se subió sobre mí para que le acariciara. Unos minutos después abrí mis párpados. La casa no estaba sucia pero llevaba un tiempo sin pasarse un aspirador por lo que me levanté. Agarré un estéreo que había por allí y puse música para que me ayudara a concentrarme en limpiar.
Comencé con el aspirador para luego continuar con el plumero y la bayeta. Mi perro me observaba con su cabecita ladeada sentado en el sofá en el lado más cómodo que era el lugar donde yo me solía sentar siempre.
Ya por fin terminé de limpiar la casa. Me dirigí al sofá donde estaba mi perro y este se apartó para que yo pudiera sentarme. Sonreí. Parecía que, sin ni siquiera una palabra, me conocía. Era increíble. León se quedó frente a mí esperando a que le diera permiso para subir sobre mis piernas para que pudiera acariciarle.
No llegué a darle permiso al cachorro porque recordé que aún no había limpiado el jardín interior. Me levanté y me dirigí hacia la ventana que daba al jardín. Estaba todo lleno de hojas arrastradas por el viento de algunos árboles cercanos. Me tocaba a mí amontonarlas en un sitio hasta averiguar qué iba a hacer con ellas. Agarré un abrigo y salí. El cachorro me siguió.
Ya eran las ocho y no conseguía acabar. Mientras recogía las hojas con una especie de vara con metal en un extremo escuché unos pasos tras de mí. Me di la vuelta y vi a un amigo apoyado en la valla mirándome desde el otro lado.
-Buenas tardes, blackgirl.- Me saludó.
-¿Ryke?- Pregunté confundida.
Llevaba mucho tiempo sin verle y se me hacia raro.
-Te dije que algún día nos íbamos a ver. ¿Dónde has estado todo este tiempo?-
-Con Tania.- Respondí.
-Aaah... Playa, tíos buenos y piscina.- Admitió el chico.
-Básicamente.-
-¿Y has ligado mucho?-
-No mucho.- Dije.
El muchacho arqueó las cejas sin llegar a creérselo.
-¿Tienes otra de esas varas?- Preguntó el chico señalando la herramienta que yo estaba utilizando.
-Em... Si. ¿Por?-
El muchacho saltó la valla con agilidad y se acercó a mí.
-Voy a ayudarte. No creo que consigas limpiar todo esto sin ayuda.- Me respondió cruzándose de brazos con una sonrisa de superioridad.
Yo asentí y fui a coger otra de esas raras varas que no había visto nunca. Se la cedí sonriendo levemente. Me alegraba mucho de verle pero me preguntaba qué había hecho todo ese tiempo.
El cachorro jugaba con un palo que se había encontrado mientras nosotros limpiábamos. Por fin arrastrábamos las últimas hojas hasta el montón. Noté que una mano se posaba en mi cintura y sentía una leve presión detrás de mí.
-Ya hemos terminado.- Me susurró Ryke intentando que me estremeciera, cosa que no llegó a conseguir.
-Sí, ya era hora. Esto se me hacía eterno.- Respondí dejando la extraña vara en el suelo.
En cuanto tiré la herramienta al césped y me di la vuelta, me encontré con los labios de Ryke besándome. Me separé de él muy confusa pero no enfadada.
-¿Qué haces?- Pregunté poniendo mis manos sobre sus brazos para apartarle un poco de mí.
-Soy el único al que no has besado aún.- Se excusó.
-¿Perdona?- Dije como si aquello no me bastara.
-A Mitchel y a Adam les besaste.- Me explicó con una leve sonrisa.
-Pero ellos son mis amigos.-
-¿Y yo no lo soy?- Preguntó.
Vale, ahí me había pillado. Piensa algo rápido.
-Sí, eres mi amigo pero...-
-¿Pero...?- Repetía él para incomodarme.
-Pero desde que me gusta Josh no he vuelto a besar a nadie más que a él.- Pude confesar finalmente.
-¿Admites que te gusta?- Preguntó asombrado.
-¿Qué? ¿Me has besado solo para que reconociera que me gustaba Josh?- Dije dándome cuenta por fin.
-Más o menos.- Añadió el muchacho con una sonrisa irónica.
¿Cómo podía haberme dejado llevar por aquello? ¿Haber dejado que me manejara de esa forma? Claro que él era uno de los pocos que sabían cómo tratar conmigo.
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¿Quién soy yo?
Roman pour AdolescentsNo hay forma más básica de describir una historia que diciendo que contiene un inicio, un problema y un desenlace. No puedo decir lo mismo de esta historia protagonizada por una joven que, como muchos escucharéis decir, está perdida y parece buscar...