El cliché de la broma de bienvenida

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Abrí la puerta de mi cuarto esperando encontrarme las maletas que decía el director que mis tutores me habían enviado pero, en vez de eso, observé una habitación destruida. Los muebles estaban tirados por el suelo, las camas destrozadas, los espejos pintados, los colchones tirados por los suelos o pegados al techo. No me atreví a entrar en los baños porque no quería ver el horror que podrían haber organizado unos gamberros. En uno de los espejos habían escrito unas palabras que decían:

"Espero que te haya gustado la bienvenida de los hermanos Stean."

¿Quiénes eran esos gilipollas que me habían destrozado la habitación? ¡Cómo los encontrara, estaban acabados! Lo primero que hice fue cabrearme mogollón y romper lo último que quedaba sin destruir, luego, me relajé y pensé. Por fin, caí en la cuenta, ¿dónde estaban mis maletas? ¿Se las habían llevado esos tales hermanos? Ni idea pero tenía que saberlo.

Salí de mi habitación y bajé corriendo a la secretaría.

-Señorita Ángel, está prohibido correr por los pasillos.- Me regañó la mujer que se encontraba allí.

-Lo siento, señora Secretaria.-

-¿Qué necesita?- Añadió dejando unos papeles que sostenía sobre la mesa para prestarme atención.

-¿Podría decirme cuál es la habitación de los hermanos Stean?- Pregunté intentando sonar todo lo amable posible.

De repente, la mujer hizo una mueca extraña.

-También está prohibido decir dónde se alojan los alumnos.- Contestó.

-Por favor... por favor. Necesito saberlo.- Insistí.

-¿Para qué necesita saberlo?- Me cuestionó con el ceño fruncido.

-Me han dejado un regalo de bienvenida en mi habitación y quería agradecérselo.- Mentí fingiendo una sonrisa.

Sin embargo, la mujer no cambió su expresión por lo que decidí continuar insistiendo.

-Por favor... por favor... por favor... - Repetí entrelazando los dedos de mis manos como si estuviera rezando.

Por fin, cambió su mueca, dándome a entender que se lo estaba pensando. Miró a los lados para confirmar que no había nadie alrededor y se inclinó para acercarse a mí.

-La habitación 234.- Susurró.

-Muchísimas gracias.- Dije con una enorme sonrisa antes de salir corriendo.

-¡Está prohibido correr por los pasillos!- Me gritó mientras se asomaba para que la escuchara.

Inmediatamente, me paré y me di la vuelta para disculparme repetidamente, ligeramente avergonzada por mi actitud. Obviamente, cuando ella no pude verme, salí corriendo en busca de aquel cuarto. Una vez lo encontré, llamé varias veces a la puerta enfadada. Después de un breve rato abrió un chico sin camiseta y con unos pantalones vaqueros sueltos que dejaban ver fácilmente sus calzoncillos. No tenía músculos de forma exagerada pero sí se podía notar que estaba perfectamente en forma.

-¡Madre mía!- Dije de mala gana al reconocer a aquel chico.

Ya había visto aquel pelo rebelde y aquellos ojos celestes en el pasillo antes.

-Ya sé que estoy bueno pero no hace falta que te pongas así. Te puedo dar una foto mía si lo deseas.- Me respondió ante el comentario de antes creyendo algo que no era.

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