Capítulo 27

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Astrid se veía muy seria, no era normal en ella, pero incluso sin conocerla o haber luchado con esa persona, sentía algo muy extraño; tenía un inmenso poder y una gran oscuridad.

—Malditos sectarios...— Replicó Laia empuñando su arma con furia para lanzarse al ataque, pero una vez más fue frenada.

—Alto, hermana, ella no es como los demás.

—¿La conoces?— Preguntó confundida.

—No... Pero, siento algo distinto en ella.

—Deben ser náuseas, a mí también me repugnan estos infelices.

Laia se apresuró a alcanzarla de un salto, y cayó justo donde estaba intentando acabar con ella de un tajo; pero ella no lo vio, la mujer ya no estaba ahí cuando llegó, nada más algo de sombras restantes como si se hubiera evaporado.

Astrid permanecía en su lugar con una expresión igual de seria, pero esta vez su mirada estaba dirigida a su derecha, donde estaba aquella mujer.

El demonio que estaba más adelante esbozó una sonrisa de lado ante el ataque fallido de Laia, algo que claramente la enfureció, y no pudo contener más la ira para atacarlo.

Pero este demonio no era tan débil y frenó su golpe, o tal vez es que ya no pensaban dejarse matar tan fácilmente.

Los Forjaluz se pusieron en posición de ataque al ver la señal de su comandante, mientras que los Filo de ébano mantenían los flancos en caso de más ataques enemigos.

Khara y Ren no sabían que hacer, estaban demasiado adelante como para meterse entre la formación de nuevo al lugar de resguardo, y tampoco querían perderse nada desde atrás, pero de pronto Tyrion los llamó hacia él para guiarlos hasta atrás de la línea defensiva.

—Estúpidos...— Empezó a escucharse decir a la sombría mujer— Piensan que ya acabó... Piensan que han vencido...— Dijo extendiendo sus manos fuera de la oscura túnica que la cubría por completo— Es apenas el comienzo.

El sonido de su voz resonaba en la mente de todos haciendo que se les helara la sangre. Había algo sobrenatural en ella, cada palabra que salía de sus labios era seguida de un susurro suave, una especie de eco espectral que era en extremo escalofriante.

La mujer extendió sus manos al frente y empezó a gritar.

—¡Sirvan una vez más!— Ordenó entre rugidos siniestros con una mirada aterradora.

Sus ojos se encendieron con un extraño fulgor, como fuego verde que se desprendía hacia los lados, y por todo el ambiente se sintió una extraña presión abrumadora.

—Asesinen a los adoradores de la luz— Terminó diciendo, y apretando los dientes con gran ira desapareció entre sombras ante la confundida vista de todos.

—¿Qué demonios fue eso?— Exclamo Laia después de haber logrado torcer la mandíbula del demonio con un golpe y cortarle la garganta con su espada.

—¿Dónde... Dónde está?— Balbuceó Astrid buscando desesperada en toda dirección.

Laia voló de regreso hacia Astrid para protegerla, pero la extraña mujer no aparecía.

—Ah... ¿Ren?— Musitó Khara atemorizada, jalando su brazo repetidas veces para hacerle girar la vista hacia atrás.

—¡Está ahí! ¡Atrás!— Exclamó Ren con fuerza haciendo a todos voltear de inmediato.

La sombría mujer encapuchada volvió a iluminar sus ojos con aquel brillo esmeralda, tenía un increíble poder para un sectario.

Extendió sus manos hacia los lados, a la altura de sus hombros, y de pronto formó dos grandes vórtices arremolinados rodeados con un tenue fulgor verde, con alrededor de cuatro metros de diámetro, desde los cuales aparecieron corriendo un gran número de demonios, uno tras otro.

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