Capítulo 28

43 2 0
                                    


...

El camino hacia los bosques era en otra dirección, pero los demás comandantes confiaban completamente en el juicio de Astrid, una confianza que se había ganado con tantas veces que demostró ser la mejor.

—¡Tengamos fe en la luz! ¡Hoy no será nuestro último combate!— Exclamó con gran firmeza hacia sus guerreros— Mantengan sus intervalos— Dijo poniéndose en posición de batalla, acción que los guerreros imitaron de inmediato.

Laia veía cómo los demonios rodeaban todo el lugar, era como una infestación, sus números crecían desmesuradamente con los portales, y todo empeoró a causa de un solo sectario, algo que era imposible.

—Khara...— Susurró mirándola— Ren...— Dijo haciendo lo mismo— Esta vez no hay opción— Completó extendiendo hacia sus lados sus espadas gemelas— Van a necesitar estas— Dijo poniendo las empuñaduras frente a ellos para que tomaran las espadas.

—¿Qué? ¡No!— Exclamó— Tú no vas a luchar solo con puños— Afirmó Ren rechazando el arma, a diferencia de Khara que la tomó de inmediato y casi cayó al suelo por el peso de una sola.

—¿Qué es esto?— Exclamó incrédula por el enorme peso.

—¡Ah! Solo tómala, no tengo pensado luchar con los puños— Afirmó poniendo su espada en su mano para que la tomara.

Yo puedo hacer esto— Dijo ella.

El resplandor de la luz volvió a encender su mirada cuando concentró su poder, y en ese momento, un brillo intenso comenzó a emanar de sus manos frente a la mirada atenta de Khara y Ren.

Se veía un destello de algo apareciendo sobre su mano, y en un instante tomó la forma de unas espadas hechas de pura luz que eran idénticas a las que los jóvenes humanos tenían ahora en sus manos.

—No puedo creerlo...— Balbuceaban con asombro.

—¿Puedo tener esa?— Dijo Khara a punto de arrodillarse para pegarse tanto como pudiera a verlas.

—Mejor que estén listos, van a tener que seguirnos el paso y correr tan rápido como puedan— Soltó Laia cambiando su expresión a una de seriedad.

—¡Prepárense!— Exclamó Astrid volteando a verlos.

Los demonios lucían sonrisas siniestras y rugían con fuerza de vez en cuando, ya se sentían vencedores.

Los guerreros esperaban en posición, preparados a la espera de la señal, y una vez que Astrid la dio, arrancaron su brutal embestida en perfecta sincronía.

Apenas el primer guerrero hizo un movimiento, los demonios se lanzaron desesperados a atacar, soltando gritos y rugidos que de solo oírlos podían causar pánico a los más débiles.

Los sanadores, resguardados en medio de la formación, bombardeaban con ataques de luz a todos los que se acercaran, principalmente a los que estuvieran en frente, haciéndolos caer como moscas antes que pudieran avanzar; pero eran simplemente demasiados, tantos que el poco número de sanadores se veía en la necesidad de atacar más rápido que nunca y mantener barreras de luz sobre el mayor número de guerreros que pudieran proteger. Era un desgaste enorme de energía a cada segundo.

La mujer que comandaba a los Lucero del alba, el grupo experto de sanadores que los acompañó como refuerzo, protegía con barreras a todos los del frente. Ya habían empezado a cruzarse con los primeros demonios; y aunque sus habilidades eran bastante buenas, una barrera los ayudaba mucho más a poder enfrentar semejantes hordas.

Aquellos que usaban escudos se mantenían delante de la batalla para resistir los embates enemigos y ataques de sombras.

Los que usaban armas de una o dos manos avanzaban con ellos, preparados para atacar a todo aquel que se acercara demasiado y resguardando a los sanadores, quienes ahora se contenían un poco con los ataques para no agotar su energía y poder mantener las barreras en los más de quinientos guerreros.

ETERNALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora