Capítulo 55

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La sentó en la cama y le dio el té que le había preparado para que se calmara un poco. Se agachó hasta quedar a su altura y la tomó de las manos para depositar un beso en cada una de sus palmas.

— ¿Más tranquila, pequeña?

—Solo voy a estar tranquila cuando esté en mi casa.

—Linda, —suspiró agotado—, sé que estás herida por lo que pasó hoy, pero todo tiene una explicación.

—No hay nada que explicar, Dominic. Sabes, es linda, y siendo sinceros, no puedo competir con ella. Yo... jamás seré como esa chica.

—No quiero que lo seas, pequeña. —La tomó del rostro—. Es a ti a quien quiero.

—No, la besaste —recordó dejando caer un par de lágrimas—, estaba sentada en tu regazo.

—No, mi amor, las cosas no pasaron así. Yo te lo puedo explicar, solo no llores, no soporto que lo hagas. —Le secó las lágrimas con los pulgares y besó su frente—. Mi pequeña, dulzura mía, luz de mi vida, ¿sientes esto? —dijo tomando su mano y poniéndola en su pecho, justo sobre su corazón que palpitaba de forma desenfrenada—.

—Sí, lo siento.

—Mi corazón está así por ti, pequeña. Tú eres la única mujer que lo hace latir de esa manera.

— ¿Entonces por qué la besaste?

—Yo no la besé, ella fue quien lo hizo.

—Por favor, Dominic, no eres un niño.

—Lo sé, pero tienes que creerme, necesito que me creas.

— ¿Quién es esa mujer, Dominic?

—Su nombre es Candy y hace muchos años fue mi pareja.

— ¿Era tu novia?

—No, Aileen, ella me hizo creer que me quería, pero no fue así, solo le interesaba mi dinero.

— ¿Por eso terminaron?

—No, acepté estar con ella aunque no me quisiera.

— ¿Por qué?, ¿la amabas?

—No, pequeña.

— ¿Entonces?

—La soledad. Luego del accidente, todos me abandonaron: mi prometida, mis amigos, mi familia, hasta Krubscabia me dejó por irse a vivir con su novio. Estaba solo en esta enorme y silenciosa casa. —Lo miró y sintió un nudo en su garganta. Dominic había sufrido, y eso era triste. Su historia era trágica—.

— ¿Entonces por qué terminaron, Dominic?

—Ella me abandonó por otro —respondió recordando aquel día—, y ha venido hoy a mi oficina a pedirme que vuelva con ella porque el tipo por el que me dejó le pagó con la misma moneda.

—Desgraciada.

—Pequeña, yo jamás te engañaría, jamás.

—Dominic, —lo abrazó y él le correspondió—.

—Siento haberte dicho lo que te dije, no debí ofenderte ni comportarme como un patán.

—Está bien, Dominic, ha sido culpa mía también por comportarme así.

—No, pequeña, Aileen, necesito decirte algo más.

— ¿Qué cosa, Dominic?

—Sé que ayer me porté raro cuando has intentado tocarme, te he oído llorar, y lo lamento, no quise que te sintieras mal, es solo que...

— ¿Qué, Dominic?

—Aileen, estoy muy roto. Cuando estaba con Candy en la intimidad, ella no dejaba que la tocara ni la besara, no quería que me sacara la ropa, ni le gustaba que la vieran conmigo. Pequeña, lo que viste el otro día no es nada en comparación con lo que escondo tras esto. —Dijo señalando su ropa—.

—No estoy entendiendo, Dominic.

—Pequeña, las heridas de mi rostro son solo una pequeña prueba de lo que el accidente me hizo.

—No me importa, Dominic, nada me importa, yo solo quiero que puedas confiar en mí y que me ames.

—Ya lo hago, pequeña, te amo y confío en ti, y te lo voy a demostrar. —Se sacó la máscara que siempre llevaba en el rostro y la dejó en el velador. Se paró frente a ella y empezó a desabrocharse la camisa. Cuando llegó al último botón, Aileen se acercó a él y se la sacó por completo. Frente a sus ojos, un cuerpo con secuelas de quemaduras se hizo visible. Tenía la piel roja y marcas de los injertos que le habían hecho. Sabía que había más marcas bajo el pantalón; pudo darse cuenta de ello. Su piel se veía destrozada, al igual que su corazón. ¿Pero qué clase de mujer podía rechazar a un hombre solo por cómo se ve? Ahora lo entendía, lo habían lastimado y llenado de inseguridades—.

—Dominic. —Pasó las yemas de sus dedos por las marcas de sus heridas y besó el centro de su pecho hasta llegar a la altura de su corazón. Se abrazó a él tratando de transmitirle todo el amor que sentía y pudo ver que sus ojos se humedecieron, pero ella no le dejó llorar. Le tomó el rostro con las manos y lo acercó a ella para poderlo besar, lo amaba, y ahora más que nunca.

Siempre Es De Noche  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora