Capítulo 76

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Se levantó aturdida y con un nudo oprimiéndole la garganta. Los pocos recuerdos que tenía hicieron presencia, provocando que rompiera en llanto. Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a llorar como una niña pequeña.

—Aileen, tranquila, —Se levantó y corrió a abrazarla—.

—La mataron, —Repetía una y otra vez—.

— ¿De qué hablas, Aileen?

—Mamá, la golpearon, Gab.

—Aileen, cálmate, es muy tarde. Lo mejor será ir a casa; mañana nos espera un largo día. —A las doce de la noche, los tres fueron hasta la casa de Dominic. Aileen no quería compañía; necesitaba estar sola, y Gab había preferido no decirle nada sobre su embarazo. Sabía que no era el mejor momento para hacerlo, aunque la verdad era que tampoco se atrevía a hacerlo—.

Se encerró en la habitación que compartía con Dominic y se sentó en la alfombra. Tomó entre sus manos la máscara que usaba aquel hombre que le había roto el corazón y que la había engañado, y la abrazó contra su pecho, volviendo a romper en llanto. Dejó que el dolor de la traición se apoderara de ella y la terminara de destruir. Se sentía tonta por confiar en él, por haberse entregado en cuerpo y alma a quien solo se había burlado de ella. Miró la cama, esa cama en la que tantas veces hicieron el amor y en la que él le había dicho una y mil veces que era suyo, como ella de él. ¿En qué momento su mundo se derrumbó? ¿En qué momento su cielo ardió para convertirse en un infierno que la estaba quemando y dejándola sin aliento?

A las ocho de la mañana, y luego de darse una ducha, Aileen salió de la casa sin que Gabriel ni Krubscabia se dieran cuenta. Necesitaba respuestas, necesitaba saber la verdad. Se dirigió hasta la estación de policías para hablar con el detective, quien poco a poco fue explicándole todo lo que había investigado sobre la muerte de sus padres.

—Además, —Continuó el detective— encontramos esto en la oficina del señor Dominic ayer por la noche, —Dijo, sacando una pequeña caja de cartón llena de fotografías—. ¿Reconoce a la persona de las fotografías, señorita Aileen? —Ella se llevó las manos a la boca y sintió náuseas al ver que era ella quien aparecía en dichas fotos. ¿La había estado espiando? Tomó las imágenes y las revisó; había fotos de ella adolescente, trabajando en la cafetería de su tío John, imágenes de ella graduándose del high school, imágenes de ella en su primer día de trabajo en la empresa, imágenes de ella yendo a cualquier sitio, imágenes de ella en la oficina. Dominic la había estado vigilando durante años. Sintió que se mareaba y tuvo que sentarse para tratar de calmarse.

—Señorita Aileen, ¿se siente usted mejor?

—Sí, gracias, pero necesito hablar con él. Déjeme hablar con él, por favor.

—No creo que sea una buena idea.

—Por favor, deje que lo haga.

—Está bien, pero solo serán cinco minutos. —Tomó algunas de las fotografías y se las llevó con ella hasta la sala donde esperaba Dominic. Sentía que le sudaban las manos y se puso muy nerviosa por lo turbia y sombría que se hacía la situación. Un oficial le abrió la puerta, dejando ver a su paso a un Dominic que, con la cara llena de remordimiento, intentó acercarse a ella, solo para recibir como respuesta su rechazo. La bofetada le volteó el rostro, haciéndolo retroceder, y pronto se sintió derrotado; sabía que lo que más temía al fin se había hecho realidad: su amada Aileen lo odiaba—.

— ¿Hace cuánto? —Preguntó entre lágrimas, botándole las fotos al rostro y golpeando su pecho llena de rabia por su traición—. Dime, ¿te divertiste conmigo mientras duró tu absurdo juego? ¿Disfrutaste de todo esto? ¿De engañarme? ¿De usarme? ¿De hacerme creer que me amabas? —Volvió a golpear su pecho, y él no se defendió. Soportó cada golpe y reclamo que la mujer a la que tanto amaba le hacía. Agotada, se quedó con la cabeza en su pecho, rompiendo a llorar desconsolada, y pronto se vio envuelta por los brazos de aquel hombre que la estaba llevando al borde de la locura—.

—No llores, pequeña, no quiero verte así, —La abrazó entre lágrimas, haciendo caso omiso a la resistencia que le mostraba Aileen, y trató de calmarla, meciéndola suavemente con su cuerpo. Se le partía el corazón ver a su princesa en ese estado—.

—Por favor, Dominic, —Correspondió a su abrazo—, dime que esto solo es una pesadilla y que pronto despertaremos. Dime que me amas, di lo que sea, miénteme si es necesario. Necesito creer que todo lo que vivimos no fue en vano; necesito creer que todo esto fue real y no solo un engaño, Dominic, porque te juro que prefiero vivir un infierno contigo que un paraíso sin ti.

—Pequeña, —La tomó del rostro y besó sus labios. Necesitaba explicarle todo; no quería perderla, no lo soportaría. Dejó que sus lágrimas se mezclaran con las suyas y la estrechó entre sus brazos, deseando no soltarla jamás—.

Siempre Es De Noche  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora