La fecha estaba cerca, ya solo faltaban dos semanas para el matrimonio de su hermana, dos semanas para que arruinara su vida al lado de ese tipo. Al final, se había salido con la suya; se iba a casar con ese bueno para nada de Adam, y él no podría hacer nada para evitarlo. Nunca le cayó bien y jamás entendió qué era lo que su hermana le veía.
Para Dominic, él era alguien sin futuro, no le gustaba trabajar y se la pasaba en fiestas mientras Krubscabia trabajaba. Era un descarado, un pintor fracasado al que ella mantenía. En varias ocasiones, Dominic le había ofrecido trabajo, pero él se negaba a aceptarlo. Para Adam, su verdadera vocación era la pintura, aunque para Dominic sus pinturas eran un fiasco. Pero como le había dicho Aileen varias veces, era Krubscabia quien tenía que darse cuenta de su error, y lo único que él esperaba es que no fuera muy tarde para su hermana.
—Mi amor, te traje el desayuno —Saludó su chica entrando con una bandeja, como de costumbre—.
Escuchó la voz de Aileen entrando por la puerta. Hace un par de meses, decidió darse una oportunidad con ella, y lo cierto era que no se arrepentía de haberlo hecho. Había sido difícil al principio; hace muchos años ya que él dejó de ser romántico y cariñoso, pero Aileen, su princesa de ojos marrones, había hecho que sus sentimientos ya marchitos volvieran a florecer. ¿La amaba? Claro que sí, era imposible no hacerlo, si su pequeña era toda dulzura y bondad. ¿Y la forma en que lo trataba? A veces sentía que lo engreía como a un niño pequeño, siempre pendiente de él, siempre cuidándolo, siempre sonriéndole y haciéndole ver el lado positivo de las cosas. Así era ella, todo un amor, su amor.
—Gracias, linda, déjame ayudarte —Tomó la bandeja y la puso en el escritorio, para luego tomarla de la mano y sentarla en su regazo, como hacía siempre—. ¿No te has vuelto a sentir mal, pequeña? ¿No has vuelto a tener recaídas en tu resfriado?
—No, Dominic, estoy completamente curada y lista para trabajar —Sonrió, besándole en la mejilla—.
—Está bien, pero no quiero que te desmandes, ¿entendido?
—Sí, mi amor.
—Por cierto, ¿cómo va tu tío? ¿Se va acostumbrando al ritmo de la empresa en la cafetería? —Preguntó—.
—Sí, gracias por ayudarlo. Esa cafetería era el negocio de toda su vida, luego de que se jubilara del ejército.
—No tienes nada que agradecerme, linda. Sabes, tengo una sorpresa.
— ¿Una sorpresa? —Lo miró expectante—.
—Sí, pero te la daré luego de terminarme el desayuno.
—Trato hecho, pero cómete primero la fruta.
—Linda, no me gusta la piña.
—No volveré a discutirlo contigo, Dominic, te vas a comer la fruta —Tomó el tenedor y picó unos trozos pequeños para dárselos en la boca—. Eso es, buen chico —Se acercó hasta él con la intención de darle un beso, pero se vieron interrumpidos por Malenka, que acababa de entrar. Su reacción fue inmediata; se levantó de su regazo, roja de la vergüenza por lo incómoda que se tornó la situación—.
—Vaya, vaya, con que esa era la verdadera razón de que le dieras el puesto a la muchachita esta —Comentó con cizaña—.
—Mucho cuidado con lo que dices, Malenka —Advirtió Dominic—.
— ¿Es que acaso me equivoco? —Lo cuestionó—.
—Claro que sí —Replicó Aileen—, yo...
—Tranquila, linda —La interrumpió Dominic—, no tienes por qué darle explicaciones. Sal de mi oficina, Malenka; no tienes permitido entrar aquí.
—Pero...
—Sin peros, sal ahora mismo de aquí —Dijo alzando la voz—.
Salió furiosa de la oficina por la forma en que él le había hablado y, sobre todo, porque lo hizo frente a Aileen. ¿Pero en qué momento se habían enredado esos dos?
Después de que ella lo había dejado por cómo quedó tras el accidente, Dominic tuvo otra relación, nada serio, y esperaba que esta vez fuera igual. No estaba dispuesta a tener a otra mujer como Candy engatusando a Dominic en la empresa.
DOMINIC
La miró; estaba triste. Se puso así desde que Malenka los descubrió. Su preciosa sonrisa se había opacado tras las acusaciones malintencionadas que su ex le hizo.
—Dominic, ¿quieres que te traiga el almuerzo?
—Luego, linda. Ven aquí —Le extendió la mano, y ella se acercó—. ¿Estás bien?
—Sí —Mintió, tratando de fingir una sonrisa—.
—Mentirosa, sé que me mientes. Lo sé porque evitas mi mirada. ¿Estás mal por lo que ha dicho Malenka? ¿Es eso?
—Dominic —Lo abrazó buscando refugio en él—, no quiero el puesto; prefiero seguir como tu asistente. Deja que ella se haga cargo de eso.
—No.
— ¿Por qué?
—Porque ese nombramiento te lo has ganado tú. No había intereses emocionales de por medio cuando te propuse para el puesto —Le aclaró—. Tu trabajo es lo que ha hecho que llegues hasta aquí.
—Sí, pero Malenka no piensa eso.
—Lo que piense esa mujer me tiene sin cuidado, Aileen —La tomó del rostro para que lo mirara—. Eres talentosa y brillas con luz propia; no dejes que nadie apague tu luz, no dejes que nadie te opaque. Ven, te mostraré algo.
Le cubrió los ojos con las manos y la llevó hasta la oficina que estaba junto a la suya. Era la oficina de su hermana. Le descubrió los ojos y dejó que viera todo lo que mandó hacer para ella. Había decorado la estancia con colores blanco y negro. Había un par de maniquíes y máquinas para que pudiera hacer todos sus diseños, telas brillantes, accesorios, pedrería; aquel lugar de seguro sería el sueño de cualquier diseñador.
—Mi amor, esto es un sueño, es bellísimo —Comentó, volteándose hacia él—.
—Todo esto es para ti, pequeña. Confío ciegamente en tu trabajo y en la pasión que le pones al mismo, y estoy seguro de que le cerrarás la boca a muchos cuando vean tus diseños.
—Dominic —Lo abrazó y le besó en los labios—. Prometo que no voy a defraudarte, te lo prometo.
—Lo sé, pequeña, lo sé —Se quedaron un tiempo viendo todo lo que había en la oficina; los ojos de Aileen brillaban de emoción con todo lo que se encontraba a su paso. Así es como le gustaba ver a su princesa: feliz, con ese brillo en su mirada que podía iluminar el más gris de sus días—.
Aileen, mi pequeña Aileen.
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Siempre Es De Noche [COMPLETA]
Romansa¿Amor?, ¿qué significaba esa palabra?, tal vez lo era todo y nada a la vez, resultaba increíble lo mucho que las personas anhelaban encontrar a ese alguien, que pudiera encajar a la perfección en aquel sentimiento, que nadie había visto, pero del qu...