Capítulo 84

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Había sido un día muy difícil para Aileen; en el cementerio no había parado de llorar, aunque el haber juntado los restos de sus padres y el poder pedirle perdón a su madre le había dado paz.

Fue duro para él verla romperse así; no le gustaba que su princesa sufriera o estuviera triste, adoraba verla sonreír. Aileen siempre se mostraba como una mujer muy dulce y tierna, y él no podía hacer más que amarla. Puso el chocolate que había preparado en una bandeja y se dirigió hasta la habitación.

—Pequeña, te traje algo de chocolate.

—Gracias, Dominic.

— ¿Estás más tranquila, Nena?

—Sí, Mi Amor, gracias.

— ¿Alguna vez te he contado cómo llegaste a trabajar en la empresa?

—No, Dominic.

—Cuando Aron te encontró, empecé a tratar de saber más de ti.

— ¿Por qué?

—Temía que tu vida no fuera fácil, después de todo, mi padre había matado a los tuyos. Supe por Aron que vivías en aquel edificio, aunque por lo visto se le pasó decirme que tenías un hermano y novio.

— ¿Tú no sabías que estaba con Robert?

—No, fuiste buena ocultando eso.

—A Robert no le gustaba que nos vieran juntos; decía que alguien podía entrometerse en nuestra felicidad, —Dijo sintiéndose tonta—, nos veíamos poco y siempre a escondidas.

—Ese cretino no supo valorarte.

—Eso ya no importa, Dominic. ¿Sabes por qué?

—No, Linda, ¿Por qué?

—Porque ahora te tengo a ti, —Lo besó—, y el pasado ya no importa cuando tu presente es lo que llena tu corazón por completo.

—Mi Princesa, —La abrazó—, ¿Recuerdas que te dije que la primera vez que te vi me flechaste?

—Sí.

—Cómo te dije, la primera vez que te vi tenías diecisiete años; había pasado un mes desde que salí del hospital y estaba harto de todo. Me había enterado del plan de mi padre y el abandono de Malenka se sumó, haciendo peor las cosas. Así que fui a la cafetería de tu tío para contarte lo de la muerte de tus padres. Cuando entré, la gente me miró y empezó a murmurar; supongo que no era muy común ver a alguien usando una máscara para quemados, cubriéndole todo el rostro y apoyándose en un bastón. Me sentía horrible; el tener tantos ojos encima me ponía nervioso, pensé en irme, pero entonces tú te acercaste y sonreíste con aquel bonito uniforme azul y ese rizado cabello reposando en tu cintura. Lucías preciosa, pero no eras legal, —Bromeó—.

—Dominic, —Sonrió dándole una palmada—.

—Te sentaste en mi mesa y empezaste a hablarme de tu vida y de los sueños que tenías por cumplir. Me trataste con tanta familiaridad que...

—Que empezaste a ir todos los días, —Lo interrumpió recordando—. ¿Eras tú?

—Sí, Pequeña, adoraba verte y oírte hablar; cuando conversaba contigo, ya no me sentía tan solo.

—Siempre estabas triste y casi no hablabas; luego de un tiempo dejaste de ir, ¿Por qué?

—Porque empezaste a gustarme y no quería ilusionarme contigo. Acababa de salir de una relación y no me sentía seguro, no con mi nuevo aspecto. Cuando cumpliste 22 años, me las arreglé para que entraras a trabajar en la empresa, pero traté de evitar todo contacto contigo hasta el día que entraste en mi oficina. Fue entonces cuando supe que no habría marcha atrás. Aileen, no tienes idea de cuánto te amo, ni de todo lo que causas en mí, de todo lo que haces en mí. Eres mi vida y puedes estar segura de que no te dejaré ir jamás.

—No quiero que lo hagas, Dominic. Quiero que esto sea para siempre.

—Y lo será, de eso puedes estar segura, —La besó y estrechó entre sus brazos, feliz de poder tenerla, de poder ser parte de ella—. Siempre pensé que la vida había sido injusta conmigo y que me debía mucho, pero ahora que te tengo a mi lado, sé que sus deudas han sido saldadas.

—Dominic, —Se subió en su regazo y besó sus labios. Lo amaba, amaba todo de él, pero sobre todo amaba la forma en que le hablaba y cómo la hacía sentir. Le sacó la camisa y besó sus cicatrices, deseosa de que la hiciera suya, de que la tocara como solo él solía hacerlo, de que le hiciera el amor—.

Siempre Es De Noche  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora