Capítulo 66

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Dejó que el sentimiento la invadiera y se echó a llorar, furiosa por haber caído en su juego. Intentó zafarse de su agarre, pero él no se lo permitió; la sostuvo contra él y besó su pecho a la altura de su corazón, como pidiendo disculpas.

—Pequeña, lo siento.

—Bájame. —La abrazó de la cintura y la llevó al centro de la cama, quedando de rodillas con ella sobre su regazo. Él aún seguía en su interior; le tomó el rostro con las manos y le secó las lágrimas con los pulgares, para luego besar su frente y juntarla con la suya—.

—Aileen —Dijo mirándola a los ojos—, mi pequeño gran amor, reina mía, he sido un tonto y te he lastimado.

— ¿Qué es lo que quieres de mí, Dominic?

—A ti, pequeña, solo a ti. Te amo.

—Mientes.

—No, no lo hago. Tú eres mi todo, Aileen. Llevo años sin amar y ser amado, viviendo oculto tras esta máscara que, más que cubrir mis heridas, cubre mis miedos. Tú has hecho que mi frío corazón vuelva a sentir amor. No soporto que otro te mire; tengo celos del mismo aire que roza tu piel. Temo que alguien descubra la maravillosa mujer que eres y te aleje de mí —Reconoció abatido—. Jamás jugaría contigo, porque lastimarte a ti es lastimarme a mí. Sé que me he portado como un tonto hace un rato y lo lamento. No quise herirte, pequeña; soy una persona insegura, llena de defectos, que solo busca pertenecerte, y que me pertenezcas, amarte y que me ames. No quiero perderte, porque perderte a ti sería perder la luz que ha venido a alumbrar este mundo en el que siempre es de noche.

Lo miró; sabía que se estaba sincerando con ella. ¿Quería que lo amara? Eso ya lo hacía. Hundió sus manos en su negro cabello y lo besó en los labios, sellando así su reconciliación.

—Soy tuya, Dominic, y te amo. No quiero que volvamos a discutir; no me gusta que peleemos por cosas tontas.

—Te prometo que no volverá a pasar. ¿Puedes perdonarme, pequeña? —Movió la cabeza de forma afirmativa, respondiendo a su pregunta, y él la besó. Sus manos recorrieron su cuerpo con suaves caricias; se movió suavemente en su interior, y ella siguió el compás con sus caderas—.

—Míranos. —Señaló la posición de sus cuerpos—. Eres mi reina, la única capaz de ponerme de rodillas. Tú y solo tú ejerces ese poder sobre mí.

—Dominic... —Susurró sobre sus labios, dejándose llevar por la explosión de éxtasis que invadía en ese momento su cuerpo—.

Siempre Es De Noche  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora