Prólogo.

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Mientras el agua de la ducha cae sobre mi cuerpo y mantengo la cabeza en la pared, mi mente va reuniendo cada uno de los recuerdos que tanto daño me han estado haciendo en estos cinco años. Siento una mezcla de amor, rabia y odio hacía la misma persona, lo peor es que no puedo solamente odiarla, a pesar de todo no puedo.

Golpeo la pared de la ducha seguidas veces, suelto un suspiro tras pasar las manos por mi cabeza.

Mi nombre es Jesús Oviedo, tengo veintidós años, soy alto, moreno de ojos café y mi pasado es algo que sigue atormentando mi vida. Hoy, justamente hoy hace cinco años desde que mi vida cambió. En realidad ya cambió cuando la conocí, cuando nuestras manos cayeron una encima de la otra por culpa de ese tropezón que dimos.. ojalá nunca nos hubiéramos cruzado, ojalá. Ella, Kammie Jackson, una chica corriente, de pelo rojo y ojos claros. La conocí en el autobús un día cualquiera al salir de clase,  lo recuerdo como si fuera ayer, teníamos dieciséis años, hablamos durante todo el trayecto y cuando llegó el momento en el que tenía que bajarse, se giró y me dijo: "¿Vas a ser uno de esos amores fugaces qué nos encontramos todos los días en diferentes lugares?" Yo sonreí como un idiota y respondí: "No cualquiera se atreve a preguntar algo así" me sonrío y bajó del autobús dejándome atado a ese momento, a esa pregunta que no salía de mi mente. Dicen que el destino a veces suele ponerte a la misma persona dos veces en tu vida para que seas capaz de aferrarte a ella y así pasó, la volví a ver y no la dejé escapar.

A medida que pasaban los días y nos veíamos, más seguro estaba de que ella tenía algo, algo que me tenía enganchado. Teníamos dieciséis años, ella decía que un amor adolescente podría llegar a ser eterno, yo reía, reía porque no era consciente de que tenía razón, toda la razón del mundo. En ella existía un mundo en el que me adentré, lo hice para intentar conocerla y realmente creí hacerlo, creí que en el año que estuvimos juntos la conocí, pero no fue así, nunca llegué a conocerla.

Mi hermano siempre me ha dicho que cuando queramos, queramos de verdad, sin frenos, lamentablemente yo lo hice y por no tener frenos me estrellé. Él y yo somos gemelos, su nombre es Daniel, creo que a veces lo envidio, su corazón parece estar blindado y es capaz de ponerse freno a sí mismo, yo, nunca pude.

Todo cambió cuando pasamos la mejor noche de nuestra vida en un motel de carretera, queríamos huir, yo de la separación de mis padres y ella.. bueno, ella jamás me contó de que huía esa noche. Quedó embarazada, éramos críos, no teníamos ni idea de lo que íbamos a hacer con un bebé, teníamos dieciséis años, yo estaba apunto de cumplir diecisiete y estábamos muertos de miedo, pero lo hicimos, seguimos con el embarazo después de enfrentarnos a los obstáculos que ser padres a tan temprana edad tenía.

Un dos de mayo a las cinco de la mañana cambió todo.

Ella desapareció. Desapareció dejando solo una nota que decía: "Cuídale".

Me dejó en una habitación de hospital con nuestro hijo recién nacido y el alma rota. Ahí entendí que el amor que aseguraba sentir por mi, nunca existió.

El secreto. ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora