Capítulo 2.

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Tras entregar el primer premio, toda la sala se puso en pie para aplaudir.
Vanesa echó un vistazo rápido y aproximó diciéndole a su cita de hoy que habría cuatrocientas personas allí presentes.
En la mesa del alcalde estaba su mujer y, a su izquierda, su hijo mayor, que miraba al fondo de la sala a una mujer rubia veinteañera de pechos plásticamente reformados mientras su prometida le miraba con ganas de querer estar en cualquier sitio excepto este.
Después de hora y media sentada de nuevo, escuchando halagos desmesurados por parte del cincuentón hacia todos los asistentes, se le empezaban a entrecerrar los ojos.
Vanesa: Perdón Marco, voy a pedir algo- se disculpó y se acercó a la barra tan silenciosa como pudo y después de la primera copa que de un trago había vaciado, le pidió al camarero que le sirviese una segunda.
"Qué coño estoy haciendo yo aquí" - pensó. Ella, Vanesa Martín, que estaba como primera imagen de Brand & Cooper y como principal consejera legal de la compañía, habiendo sido hace dos años atrás, una abogada de nivel medio en una empresa local sin nada que destacar.
Le sorprendió que le ofreciesen el puesto en cuanto quedó una vacante.

No era su primera reunión de etiqueta y sabía que le quedaban unas cuantas más por delante. Es lo que conllevaba formar parte de una multinacional potencialmente económica.
Apostaba su vida a que a la mayor parte de los espectadores estaban más interesados en ver cómo lucían sus nombres en los primeros puestos de benefactores, que solidarizarse realmente con la causa benéfica de la gala.
Como única mujer en su equipo ejecutivo y, por qué no, mencionar también que es la única mujer ejecutiva soltera, esa noche le asignaron a Marco como acompañante, un joven y mediocre empresario al que no conocía casi de nada, que aún estaba en desarrollo y que, a experiencia de Vanesa, no estaría en el mercado más de dos años.
Lamentaba que no hubiese una ley que prohibiese esta mierda de citas en desacuerdo.

Volvió a su asiento justo a tiempo para aplaudir de nuevo antes de sentarse. Su mirada hizo un escáner del salón de baile del Greenwich y le llamó la atención una chica joven, de unos treinta y pocos que parecía ser la única en la sala que realmente escuchaba lo que decía el hombre desde el escenario. O al menos si no era así, lo disimulaba de una forma admirable. Vestía sencillamente elegante. De negro. La única mujer de la sala con chaqueta americana y, para su sorpresa, la exhibía de una forma muy cómoda.
Tomó asiento ahora, removiendo una y otra vez su copa ya casi vacía. 

Malú inesperadamente pensó en su reunión de hoy con el abogado. Después de trabajar mano a mano casi tres años, Robbert se llevaba toda la confianza que Malú quería depositar en él. A veces más, a veces menos. Era él quien le llevó su juicio con Adriana desde un primer momento. Le comentó qué era lo peor que podía suceder si Adriana no se veía suficientemente recompensada con los 500.000$ que ya se le dieron y empezaba a hablar de más. Él le aconsejó que nada de rumores de "mala" moral pública por el momento. Pensó instantáneamente en algunos clientes. Los más tradicionales alejarían sus lazos de negocios definitivamente.

La sexualidad de Malú no era un secreto íntimamente guardado pero no estaba dispuesta a que su vida sexual fuese un tema común de prensa.
Le había costado muchas discusiones conseguir el mismo respeto que sus compañeros hombres recibían, y no querría que los clientes llegasen a considerar que está donde está por su entrepierna.
Sin dilación alguna, se levantó de la mesa y salió al jardín con su nueva copa de vino francés en la mano, se apoyó en la barandilla y sacó de su bolso una caja de cigarrillos.
"Tengo que dejar de seducir a mujeres constantemente"- se dijo así misma. Cuando menos se lo espere deberá pagar las consecuencias de sus encuentros casuales.
Harta de discursos hipócritas y acostumbrada a ser el centro de atención, decidió llevarse el cigarrillo a los labios.
Fuese donde fuese, Malú se llevaba todas las miradas indiscretas y comentarios impertinentes por parte del público. Sólo prestaba atención cuando sucedía fuera de su ámbito laboral, significando eso que pasaría un rato divertido en las manos de alguna que otra mujer preciosa.
Y todo eso estaba muy lejos de sus intenciones para esta noche.
"Jamás me involucraría con alguien tan aburrido"- pensó.

Todo lo que Malú deseaba en este momento, era poder salir de allí pagando antes lo que adeudaba y volver a casa para dormir hasta tarde.

Entró de nuevo al acto benéfico, se quedó en la puerta y desde allí ojeó la multitud. Cientos de caras cansadas de estar allí, alguna prácticamente devastada de escuchar aquel discurso.
Resaltó una cara atentamente amaestrada para fingir concentración, como si de verdad el hombre de los cincuenta años reclamara una mera atención.
Malú reconoció la expresión enseguida. La mujer estaba tan conforme de estar allí como ella, pero lo disimulaba mejor que el resto.
No le puso nombre ni le asignó una empresa a la chica. Realmente no sabía quién era. Pero le gustaba el vino, y eso era suficiente para que mereciese la pena.
"Y por el color, diría que francés"- se atrevió sin quitarle ojo a la copa de la chica del vestido con escote.
De nuevo aplausos.
Vanesa miró hacia la puerta ansiando salir ya de aquel lugar. Se encontró con los ojos de Malú y seguidamente se ruborizó al haber sido vista mirándola. La directora le mantuvo la mirada tan firme como lo habría hecho con un futuro cliente. La letrada en cambio apartó la mirada mientras aplaudía, no queriéndole dar la importancia que no tenía.
Ambas siguieron con su falso interés bien dramatizado y diez minutos después dio fin el discurso.
El salón fue rigurosamente recogido y comenzó a sonar la música que sería el principio de una larga noche.
Evitó tropezar con cualquier mirada que demandara un saludo y se acercó de nuevo a pedir algo.
Vanesa: ¿Qué se debe?- le preguntó al camarero, recogiendo lo que había pedido. Se llamaba Jack o al menos eso ponía en su chapa de identificación.
Camarero: No se debe nada, está invitada. A esta y a las anteriores. Órdenes de arriba-
Vanesa se aturdió con el comentario que Jack le acababa de hacer. ¿Invitada? Marco no le pagaría nada ni aunque el borracho fuese él.
Vanesa: ¿De parte de quién?- de atrevió a preguntar.
Camarero: Eso no se me está permitido decirlo- y con una sonrisa, se retiró de la barra con la intención de atender a otro ricachón.
Sorprendida aún por la invitación, se acercó a su equipo ejecutivo y le dio un codazo a Marco.
Vanesa: Marco, ¿me pagaste tú esta copa y las anteriores?- frunció el ceño mientras preguntaba.
Marco: No, si yo aún no me he acercado a pedir nada- le contestó el guapito de cara extrañado por la pregunta de su cita- ¿te han invitado?-
Vanesa: Sí.. pero bueno, no tiene importancia- esta vez fue ella la que quiso salir a respirar un poco de aire al jardín.

Malú estaba manteniendo una inesperada e intrépida conversación por teléfono con Liam, el cuál esta noche no había aparecido a pesar de ser el subdirector de Fraday Lorence.
Malú: Te digo que no estoy dispuesta a hacer eso. No pienso invertir ni un duro más en acciones con esos impresentables- la discusión subía de tono según iban saliendo las palabras de su boca.

Vanesa se apoyó sutilmente cerca de Malú en la barandilla.
Malú: Disculpe, estoy manteniendo una conversación privada- le dijo a la letrada mientras la traspasaba con la mirada. Las imponentes pupilas dilatadas de Malú mantenían la mirada fija en los ojos de Vanesa. Vanesa se sintió inferior por un momento y no supo reaccionar cuando la directora volvió a recriminarle- Perdón Liam, un momento- tapó su teléfono móvil con la mano- ¿sabes lo que es una conversación privada?- hizo hincapié en la última palabra para que se notase su malestar con la chica que le estaba cortando una importante conversación.
La consejera legal decidió retirarse sin ánimo de volver a acercarse a aquella malhumorada mujer que media hora antes le había encontrado cierto encanto.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora