Capítulo 48.

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Vanesa: Pero Malú, ¿estás segura?- la miró extrañada- A ver, sé que sería capaz de hacerlo, obviamente, pero aún no hemos tenido ningún encuentro formal en el que mostrarme el funcionamiento de la revista-
Malú: No creo que hubiese problema en eso, sé cómo trabajas-
Vanesa: Bueno, Robbert querrá matarme si le quito el puesto-
Malú: Robbert es un buen abogado. De los mejores. Pero no andará en el mercado más de cuatro o cinco años más-
Vanesa: Prefiero esperar a que pase el juicio con el presidente de Universal y que veas realmente cómo me desenvuelvo en el estrado-
Malú: Te acepto el trato. No me ha llegado la notificación aún-
Vanesa: Mañana sin falta me acerco al juzgado a informarme- hubo un momento de silencio hasta que la abogada decidió tomar iniciativa- creo que debería ir a casa, tengo que trabajar un poco-
Malú: ¿Quieres que te acompañe? Podría hacerte la cena si aún no te encuentras del todo bien y...-
Vanesa: Prefiero que no- le interrumpió- No me malinterpretes, pero necesito la tranquilidad de mi casa- la directora se quedó un poco reacia-
Malú: Bueno, está bien. Te llevo hasta allí entonces- el trayecto fue casi incómodo, no hubo una palabra por parte de ninguna. No estaban enfadadas, ni mucho menos, pero querían espacio- Me ha llamado Elliot, quiere pasar el sábado en la playa con Emma, y nos ha invitado a ir. Si te animas durante la semana, sólo tienes que avisarme- aparcó en doble fila en la puerta de su casa. Sabía que no la vería en toda la semana, y no se equivocaba. Fue el jueves cuando recibió un mensaje de la letrada comentándole que aceptó el presupuesto de una constructora y que comenzaría la reforma el lunes a primera hora. Ella le dio su enhorabuena y le preguntó qué tal estaba de su resfriado, aunque pasadas dos horas no obtuvo respuesta por parte de la consejera legal. Sus reuniones para ir haciendo el cierre del año funcionaron mejor de lo que se esperaba y tenía prácticamente todos los detalles que le faltaban por pulir de la fiesta de aniversario. Esta tarde mandaría enviar todas las invitaciones, a penas quedaban tres semanas, y ella debía comprarse un atuendo acorde para ser la anfitriona. Una de ellas le llegaría a Vanesa. Dudó por un momento si dársela en persona, pero dada la indiferencia que había mostrado durante estos cuatro días, decidió que no tendría ese privilegio. Terminadas sus tareas semanales, pasó por Fifth Avenue antes de regresar a casa. Fue a lo seguro; Armani y Prada. Recuerda que la última vez le gustaron más de lo debido. Aunque esta vez no tuvo suerte, sí encontró un Rolex precioso no por menos de veinticinco mil del que se encaprichó al instante. Por un momento pasó Vanesa viajando en su cabeza. Otra maldita vez. Lo que sintió por el reloj sí era amor a primera vista y no la mierda que sentía en el pecho cada vez que recibía una llamada de la abogada. Siempre acababa mareándola, sino era por una cosa, era por otra, pero la situación le cansaba. Quería ayudar, pero sentía constantemente que la letrada no era de fácil socorro y eso le complicaba las cosas.
Lejos de las intenciones que Malú creía que tenía, Vanesa estaba preparando un encuentro íntimo diferente al resto para ella y su directora. Debía agradecerle muchas cosas. Había optado por asumir que de verdad estaba enamorada, que la empresaria le daba algo que no encontró en nadie antes y que no era quién para no darle a su cuerpo lo que demandada.
Quería hacerle saber que confiaba en ella, que estaba dispuesta a echarle una mano si realmente estaba decidida a ser madre y, por supuesto, que le encantaría representar a su revista legalmente. Lo haría mejor de lo que sus posibilidades la dejasen.
Era nefasta en la cocina y consciente de ello. Aún así, se animó a preparar una cena para el viernes noche en su casa.

Malú esa tarde volvió a casa entristecida por no haber encontrado algo decente para ponerse pero feliz con su auto regalo nuevo. Se olvidó del trabajo y encendió la televisión teniendo suerte porque Anatomía de Grey era emitida siempre a todas horas y estaba encoñadísima de una de las protagonistas. Se hizo una ensalada con algo de fruta y una copa del vino francés que tanta falta le hacía. Un baño sanador, algo de música y dedicarse tiempo para sí misma. Miró un par de veces su teléfono móvil con la esperanza de que Vanesa le hubiese contestado, pero todavía nada. Se iría a dormir sin saber de ella.

Sólo dos horas tuvo que trabajar el viernes, se despidió de Helena al salir por la puerta, esta semana había estado mejor que la anterior, aunque prefirió no entrometerse. Antes de las once y cuarto entraba de nuevo en casa. Un café y un respiro antes de prepararse una pequeña maleta para pasar el fin de semana en la playa con su sobrina. Por un segundo Coney Island fue a su cabeza. Esperaba con ganas que Elliot eligiera Brooklyn y no cualquier otra.
Subiendo los últimos escalones hacia su habitación, sonó el timbre.

Malú: Vaya, qué sorpresa- dijo en un tono sarcástico cuando abrió la puerta y se encontró con la abogada.
Vanesa: ¿Puedo pasar?- se lo planteó unos segundos pero no perdía nada por escuchar la explicación que sabía que le daría. Le hizo un gesto con la cabeza y seguidamente entró y se sentó en el sofá con el cortado que se acababa de preparar.
Malú: ¿Quieres un café?- Vanesa asintió y la directora se levantó yendo directa a la cocina. Cogió el paquete de tabaco que siempre guardaba en un cajón cerca de la cafetera y le llevó su taza a la letrada- ¿vienes?- salió al jardín con su mujer detrás y se sentaron en las sillas de exterior que Malú compró hace menos de un año.
Vanesa: ¿Qué tal te ha ido la semana?- la empresaria cruzó las piernas.
Malú: Pues peor a ti, supongo, porque no me has contestado siquiera a las llamadas- la primera indirecta fue de pleno al pecho de la abogada, aunque no le pilló por sorpresa.
Vanesa: Lo sé, lo siento. He estado preparando algo, creo que te gustará-
Malú: ¿Algo como qué?- alzó la vista para mirarla y expulsó el humo de su boca.
Vanesa: ¿Vienes esta tarde a mi casa y te lo enseño?-
Malú: Mañana he de irme pronto-
Vanesa: Hemos de irnos. Las dos-
Malú: ¿Finalmente vendrás?- ella asintió con la cabeza.
Vanesa: Siempre que no sea demasiado tarde...-
Malú: Te libras porque sabes que esa camiseta te hace un escote que me pierde, pero ni se te ocurra ignorar mis mensajes- le lanzó el mechero con intención de darle pero no tuvo suerte.
Vanesa: ¿Subimos a tu habitación entonces?- se desabrochó un botón más de la camisa azul que llevaba intentando provocar a la directora. Malú, por su parte, se acabó el café de un trago y apagó el cigarro para inmediatamente ponerse en pie y tenderle la mano a la abogada.
Por supuesto que subirían a su habitación y por supuesto, también, estarían un par de horas sin salir de allí.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora