Capítulo 44.

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Se agachó para abrazarla y en seguida el cuerpo de la abogada pidió algo más de contacto para estar tranquila.
La directora sólo le abrazaba y le besaba el pelo constantemente.
Malú: ¿Vienes al sofá? El suelo está helado y tú tienes fiebre- ella asintió con la cabeza y se dejó acompañar, aunque no quisiese hacerlo, sabía lo insistente que podía llegar a ser Malú y, por consiguiente, no pararía hasta saber qué le pasaba. No se separó de ella excepto para coger un vaso de agua y algo para el dolor de cabeza. No tardó demasiado en calmarse, pero fueron los diez minutos más agotadores del día para la empresaria.
Vanesa: Me tengo que dar una ducha... - se incorporó en el sofá con dificultades, estaba agotada.
Malú: Lo sé- le tocó la nuca, estaba sudando- si quieres, hacemos una cosa- Vanesa se recostó en el respaldo y cerró los ojos- Subimos arriba, nos damos un baño las dos y te metes en la cama. Yo necesito terminar unas gestiones y mientras, voy a llamar a mi médico para que venga a echarte un vistazo-
Vanesa: Malú, no es necesario, de verdad...- resopló sin ganas.
Malú: Me da igual lo necesario que sea, a ti no te cuesta nada y a mí me dejas tranquila-
Vanesa: Está bien...-
Malú: Venga, que te ayudo a subir- subieron los dos pisos hasta que llegaron a la buhardilla. Malú dejó a Vanesa sentada en el borde de la bañera mientras ella preparaba el agua y las toallas para después. Cada vez la notaba más ausente, como si la fiebre estuviese haciendo su trabajo y la fuese a poner a delirar en cualquier momento. Se acercó a ella, que seguía con los ojos cerrados e hizo que los abriera.
Malú: Venga, mírame. No te duermas- le quitó la ropa y le ayudó a meterse dentro.
La directora abrió sus piernas, dejando que la abogada se sentase entre ellas dándole la espalda, dejándose caer sobre su cuerpo.
No tardó en apoyar su cabeza en el hombro y relajarse. Malú le acariciaba las piernas, la tripa y el pecho. Cuando vio a la letrada realmente tranquila, sin un ápice de ansiedad en el cuerpo, decidió que era hora de enjabonarse y salir fuera. La secó con todo el cariño del mundo y le puso un pijama suyo antes de acompañarla a la cama. Le puso un trapito frío en la frente con la esperanza de que le bajase un poco la temperatura.
Vanesa: Oye...- la directora, que ya pretendía salir de la habitación, se dio la vuelta, encendió una luz algo tenue y volvió a sentarse en la cama.
Malú: Dime, cariño-
Vanesa: Gracias por tratarme así de bien, sé que te debo una explicación, que sepas que no lo olvido...-
Malú: Tranquila, tendremos tiempo de hablar mañana. Ahora, descansa- le dio un beso rápido y se levantó hacia su despacho. Tan pronto como cerró la puerta, llamó a su médico de urgencia. Antes de las nueve estaría en casa.
Se sentó frente a su portátil para hacer un par de trámites de la fiesta anual antes de dar por terminado el sábado. Lo quería celebrar en el Conrad, un hotel del centro con vistas al río Hudson. En la azotea, había una terraza al aire libre, que desde la altura, era preciosa. Por suerte, conectaba fácilmente con el interior del hotel, donde había otra sala llena de sillones en tonos blancos, perfecta para aquellos que quisiesen algo intimidad. En estas fiestas siempre hay apretones de manos, tratos y negocios futuros, así que nada estaría de más. Les mandó un email a la organización para preguntar si podría reservar aquella tarde-noche. Le daba tiempo aún a rehacer la lista de invitados antes de que el doctor Jones llegase.
Cuando terminó, fue a preparar algo para cenar. Puso patatas a hervir a fuego lento y justo llamaron al timbre. Se recogió el pelo en una coleta antes de abrir.
Malú: Buenas noches, doctor Jones- era un hombre veterano en lo suyo, de unos cincuenta, y con el pelo canoso.
Jones: Buenas noches, Malú-
Malú: Pase-
Jones: Bueno, cuéntame- 
Malú: Pues lleva todo el día con fiebre, no consigo que le baje y apenas ha comido-
Jones: ¿Vómitos, dolor de cabeza o algún otro síntoma?-
Malú: Le dolía la cabeza esta tarde porque le ha dado ansiedad pero nada más en principio-
Jones: Fenomenal, ¿puedo verla?-
Malú: Por supuesto, está arriba. Se ha duchado y se ha metido en la cama- subieron las escaleras hacia el cuarto de ella.
La directora encendió una pequeña lámpara y la despertó con cuidado. De nuevo estaba sudando.
Jones: Hola, Vanesa. Soy el doctor Jones, ¿puedo mirarte esa fiebre?- ella asintió cansada y el hombre le puso el termómetro bajo el brazo. A penas podía abrir los ojos. Le retiró el trapo con agua que tenía sobre la frente y le miró las pupilas- ¿te duele la cabeza, ¿verdad?- de nuevo asintió sin decir una palabra- ¿y te molesta la luz y el ruido?-
Vanesa: Mucho- el termómetro sonó y efectivamente, los treinta y nueve grados se habían instalado en la abogada. Malú escuchaba atenta con los brazos cruzados.
Jones: Bien, todo apunta a que son simples migrañas. Te mandaré algo para reducir el dolor de cabeza y la fiebre, pero no te asustes si en las próximas horas presentas vómitos o pérdida del apetito. De todas formas, si en un par de días todo sigue igual, acercáos a mi consulta y hacemos algunas pruebas- miró a la directora y ésta le acompañó a la planta de abajo para recoger las recetas, pagar la visita y despedirle. Sacó la cena del fuego y ahora le tocaba buscar una farmacia de guardia para comprarle todo a Vanesa. En menos de media hora estaría en casa de vuelta.

Salió a correr sus dieciséis kilómetros por la mañana, saludó al hombre del quiosco donde siempre compraba agua y regresó antes de que la abogada despertase. Abrió el buzón que hacía dos días no miraba y se encontró con la invitación de boda del director de una de las editoriales de las que era cliente Fraday Lorence. Genial, otro evento al que acudir. Su vida laboral en ocasiones suponía demasiada actividad social. Por lo que sabía de él, era otro crack de las finanzas en el mundo empresarial pero sólo se preocupaba de la posición y el estatus social que podía darle todo el dinero que tenía. En definitiva, un hombre prepotente con nada que resaltar porque todo lo bueno que tiene, lo pierde cuando abre la boca. Dejó las cartas sobre la isla de la cocina y se preparó un café antes de subir a su habitación. 
Le tomó la fiebre mientras dormía, las pastillas estaban haciendo bien su trabajo.
Malú: Vanesa, cariño... ya es hora de levantarse-
Vanesa: Buenos días- se revolvió en la cama buscando el lado fresquito de la almohada.
Malú: ¿Quieres un café?- ella asintió con la cabeza y volvió a cerrar los ojos mientras la directora bajaba para llevarle un cortado sin azúcar.

La mañana transcurrió sin novedades, la abogada no quiso entrar en su tema tabú, que lejos de pasar desapercibida, la empresaria no le quitó ojo durante el tiempo que estuvo en su casa. No duró demasiado, antes de comer decidió irse a su casa, quería algo de tranquilidad para la tarde del domingo y nada mejor que su sofá y su silencio.
Malú no quiso hablarle si ella no lo hacía antes. Le daría su tiempo aunque en el fondo le doliese.
A las nueve, cuando Vanesa terminó de cenar, le mandó un mensaje a su mujer con el propósito de verse más tarde, aunque Malú rechazó la invitación. Mañana a primera hora tenía una reunión con la junta directiva a la que no podía faltar bajo ningún concepto.
A pesar de intentarlo, no logró dormir aunque se acostó pronto en la cama. Vueltas y más vueltas. De nuevo los sudores fríos y la flojera. Quería hablarlo con su directora pero no encontraba el momento. Ella, Martín, la mejor representante legal de empresas de toda la ciudad no encontraba las palabras para decirle a su mujer que fue durante dos años dependiente de la cocaína y que el estrés y la presión que a día de hoy llevaba consigo, le estaba haciendo recaer psicológicamente. Continuamente sus pesadillas y el sentimiento de agobio la invadían.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora