Capítulo 36.

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Tiraron los papeles al suelo cuando le alzó sobre la mesa, y cayó también un bote de lápices que la directora siempre tenía encima. Ese fue el primer ruido que la abogada escuchó procedente del despacho. Le extrañó encontrar las persianas bajadas y la puerta cerrada, pero se mantuvo paciente.
La empresaria le comía el pecho con ansia a su nueva mujer de un rato después de desabrocharle el sujetador. No era Vanesa, pero le supo a gloria. Le concomían la ganas en su cuerpo. La otra le tiraba del pelo y gemía bajito a petición de la directora, que no podía permitirse una sorpresa así.
La muchacha no tardó en querer tocar a Malú, pero se lo prohibió enseguida, sólo quería saciar algún cuerpo con rabia, deprisa pero bien hecho. Le agarró las dos manos a su espalda, y con la otra bajó a su sexo tan pronto como la notó excitada. El primer orgasmo no lo pudo reprimir y gritó de más. La abogada desde fuera, lejos de querer ser cotilla pero cerca de necesitar saber si algo pasaba, pegó la oreja a la puerta. La directora se metió con la boca de lleno en la entrepierna de la otra, cómo le gustaba aquello. Segundo orgasmo para una, el primero para la empresaria mientras se masturbaba. Aquello la letrada sí que lo reconoció enseguida, los gemidos de Malú los distinguiría a kilómetros, y echándole cara, llamó a la puerta. Los gritos cesaron un momento aunque nadie respondió desde dentro, y Vanesa no dudó en llamar de nuevo.
Vanesa: ¡Malú! Soy Vanesa, ¿puedes hablar un momento?-
En el despacho, dos cuerpos se vestían deprisa pero en silencio, aunque un corazón latía más fuerte que otro al escuchar la voz de la abogada ahí fuera.
Malú: Quédate aquí un minuto- le susurró a la nueva pretendienta.
La directora se recompuso la respiración, la ropa y el pelo, y se atrevió a abrir la puerta lo justo para poder salir y volver a tornarla tan pronto como pudo. Era toda una experta fingiendo indiferencia.
Malú: Hombre, Martín, ¡qué sorpresa!- sonrió sin querer, la había echado de menos.
Vanesa: ¿Va todo bien?- frunció el ceño sabiendo que no creería la respuesta de la empresaria.
Malú: Por supuesto. Cuéntame, ¿necesitas algo?- la letrada se sacudió la cabeza no queriendo darle importancia.
Vanesa: Necesitaba hablar contigo, pero no sé si es el mejor momento- Malú recordó por un momento que la abogada llevaba días colgándole el teléfono.
Malú: Bueno, estaría bien que me cogieses el móvil cuando te reclamo, o al menos que me explicases el por qué no-
María: Malú, discúlpame, pero tengo un compromiso a la hora de comer y no llegaré si no me voy ya- la muchacha asomó la cabeza por el hueco de la puerta y la directora terminó de abrirla. Total, ya estaba pillada.
Malú: Tranquila, ve sin problema- le comenzaron a temblar las manos. Temía la reacción de Vanesa, ella no entendería que ha sido un polvo y nada más. Que no volvería a verla ni hablar con ella. Incluso sabía cómo se llamaba sólo por educación.
María: Hasta la próxima- le dio un beso en la mejilla que no pasó desapercibido para la abogada, quien no podía creer lo que estaba viendo. Se giró de golpe para observar como la chica andaba a lo largo del pasillo. Guapa pero simple, como todas. Nada que llamase la atención.
Vanesa: ¿Te la acabas de follar? ¿En tu despacho?- lo dijo lo suficientemente bajo para que la joven, que estaba esperando el ascensor, no la escuchase.
Malú: Ahora hablamos, Vanesa- la letrada la cogió de la mano, la metió a la oficina de malas maneras y cerró la puerta. Se cruzó de brazos de inmediato.
Vanesa: ¿Lo puedes explicar?-
Malú: ¡No tengo nada que explicarte! ¡Llevas días sin dar señales de vida!- la conversación subió de tono en ese momento.
Vanesa: Pero tía, que te acabas de tirar a una en tu empresa, ¡a la vista de cualquiera! Pensé que eras más reservada y distinguías negocios de sexo-
Malú: Vanesa, no eres quién para decirme nada- su voz suavizó, le dolió escuchar aquello.
Vanesa: Joder, venía a pedirte perdón y te encuentro despeinada, con la camisa mal abrochada, con otra mujer y... joder Malú, debes tener cuidado- la directora se miró la camisa blanca, y en efecto, estaba mal. Se la abotonó en seguida.
Malú: Vanesa, te repito, no eres quién- se sentó en su silla y se acomodó- ni para exigirme ni para cuidarme... - apoyó los codos en la mesa, con las manos entrelazas- no te entiendo, te juro que lo intento pero no lo entiendo... me dices que estás a gusto, pongo de mi parte para que así siga siendo y pasas de follarme en mi cama a no contestarme las llamadas-
Vanesa: Han sido unos días complicados, de eso quería hablarte-
Malú: También lo han sido para mí y no he desaparecido- a la abogada le dolió encontrarse con una Malú tan expuesta, ella que siempre estaba entera y fuerte, ahora se la veía realmente rota. Sus ojos no le miraban igual que la última vez y, por supuesto, sus manos no la buscaron en cuanto la vio.
Vanesa: Por favor, déjame explicarme-
Malú: ¿Me dirás algo que no me imagine ya?- estaba cansada de tanta vuelta en círculo, de nunca avanzar, de mujeres poco encantadoras aunque muy abiertas. Quería a la abogada en su vida pero estaba muerta de miedo de lo que aquello supondría. Ya había comprobado la falta que le hacía y lo que ella podría llegar a jugar con sus sentimientos, los cuáles habían aparecido de la mano junto a la letrada cuando la conoció.
Vanesa: Te diré la verdad, eso sí lo prometo- la directora asintió y se levantó cogiendo sus cosas- ¿vamos a tu casa? Estaremos más tranquilas-
Malú: Prefiero que no-
Vanesa: Está bien... mi casa entonces- ambas salieron de la sede de la revista en silencio, casi sin mirarse. Se morían de ganas por olvidar todo y hacer de nuevo de las suyas, pero no podía ser. La directora se acababa de acostar con otra mujer y la abogada había desaparecido lo que iba de semana sin dejar rastro. No podrían hacer como si nada aunque quisieran.
Al fin aparcaron en el garaje de la letrada. Vanesa le ofreció una infusión o un café pero la empresaria lo rechazó. Quería hablar y acabarlo cuando antes.
Vanesa: Bueno...- se sentó a su lado en el sofá y suspiró profundamente.
Malú: ¿Por qué me has colgado el teléfono todos los días?- la miró por fin. A los ojos, segura de sí misma aunque por dentro poco sólida.
Vanesa: Necesitaba unos días alejada de ti y del trabajo- hizo una pausa demasiado larga en opinión de la directora- Estoy un poco saturada, he decidido que a partir de ahora me dedicaré laboralmente a la práctica privada, abriré mi propio bufete, no estoy cómoda en la compañía y bueno, necesitaba tiempo para mí, para pensar-
Malú: Creo que haces lo correcto, te ayudaré si necesitas alguna cosa- apoyó su mano en la pierna de Vanesa y apretó con fuerza. Dejar un trabajo es difícil, y emprender, aún lo es más.
Vanesa: Respecto a ti... - tragó saliva- Me gustas. Pero más de lo que me gustaría, y nunca me había sentido así, me daba pánico depender de otra persona como he visto a mis amigas con sus parejas, por ejemplo, y bueno... quise tomar distancia para ver si me hacías falta o no, para comprobar si sólo era sexo y amistad o realmente te quería- la empresaria no supo qué decir ni hacer, sólo se veía reflejada una y otra vez en las palabras de la señorita Martín.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora