Capítulo 49.

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Los pantalones de la abogada literalmente sobrevolaron la habitación principal de aquella primera planta. No faltaron ganas ni mucho menos prisas. Morían las dos por apoderarse del vientre, de las piernas y de los gemidos de su otra cómplice. Ni un sólo nometoquesasí, y muchos aunque no demasiados besos con el alma.
Ambas se rindieron al sexo. La directora apenas le dio tiempo a Vanesa para que se metiese bajo las sábanas. El corazón de la abogada no encontró cabida en su cuerpo para latir tan fuerte, sentía que no tardaría en salírsele del pecho y casi pudo escucharlo hasta la empresaria, que por más que intentase negarse, esa mañana le haría el amor sonriendo porque no fue capaz de desvestir esa risa que le salía cuando disfrutaba quitándole el sujetador a su mujer. Desnudándola de arriba a abajo.
Le alzó en su cuerpo sujetándole de las piernas mientras la abogada enredaba sus manos en el pelo. Los besos no cesaban. Se tomaron su tiempo así, con Vanesa en brazos de la directora, pecho con pecho. Malú pasó de acariciarle las piernas a recorrer su espalda hasta el final, sin parar de provocarle escalofríos.
Se decidió a tumbarla en la cama despacio, con tranquilidad, pero la letrada le sorprendió cuando quiso llevar ella el ritmo dándole la vuelta y colocándose encima. De pronto Malú se encontró sexo con sexo y eso le excitaba más de lo debido y sacaba lo peor de ella misma en la intimidad. La Malú sin piedad y sin filtros. Entrelazaron las piernas y la abogada comenzó a moverse con calma, pero no tardó en aumentar el ritmo y llegar a su primer orgasmo. Bajó una de sus manos a la entrepierna de la directora sin dejar de moverse sobre ella y con cuidado, metió dos de sus dedos que acabaron siendo más en alguna ocasión. Empezaba el caos bajo las sábanas.
Aumentó las embestidas tan pronto como Malú se lo pidió con su cuerpo. Le agarró fuerte del culo, incluso, haciéndole hasta daño. Pero no podía parar, al menos no en este momento. En el pecho de la empresaria aparecían huracanes cuando pensaba en quién le estaba dando tanto placer. Todo era culpa de Vanesa, que no paraba de darle más. Dudó que su cuerpo pudiese aguantar un ritmo tan frenético. Tres y hasta cuatro orgasmos llegaron con facilidad. La abogada le tendió la mano para levantarse de la cama, a penas le dio tiempo a recuperar el aire cuando Vanesa la puso de espaldas a ella y llevó una mano a sus pechos y la otra de nuevo a su sexo. No se cansaría nunca de esto. La directora, agotada ya físicamente, pegó a su mujer contra la pared y con algo de habilidad, tiró de un pequeño sillón blanco que tenía en el vestidor y lo colocó a su lado. Se agachó de inmediato, dejando la intimidad de la abogada a la altura de su boca y subió una de las piernas de la letrada encima del sillón. Ya tenía lo que quería.

El polvo se alargó al menos cuarenta minutos más de lo debido. Se les había pasado la hora de comer pero estaban muertas de hambre después de tanto esfuerzo. La ducha les había dejado realmente cansadas. Llamaron al tailandés que tanto adoraban ambas y pidieron comida a domicilio.
Vanesa tenía otros planes para después.

Malú: ¿Te animas a venir mañana? Creo que Elliot no elegirá mal el lugar- se levantó para coger una botella de vino de la nevera y un par de copas.
Vanesa: Claro que me animo- la directora le sonrió emocionada- ¿tienes planes para el domingo? Me gustaría quedarme allí contigo hasta entonces- dio media vuelta en su taburete giratorio y la miró mientras se sentaba de nuevo.
Malú: Oh, pues cierto es que no tenía nada planeado. Déjame hablar con Elliot y reservo una noche más- le sirvió un poco del francés.
Vanesa: No, no. Esta vez me encargo yo, creo que es lo justo-
Malú: ¿Estás segura? Mi hermano es de escoger hoteles con un precio elevado... el cabrón se aprovecha de que siempre pago yo-
Vanesa: Malú... ya te dije en su momento que el dinero no es ningún problema-
Malú: Bueno, tendré que aceptarlo entonces- se limpió la boca con una servilleta- ¡me he ligado a una mujer multimillonaria!- alzó los brazos en señal de victoria.
Vanesa: Eres idiota... - negó mientras sonreía- Tengo que hablar con él del tema de su embargo y la indemnización a la empresa-
Malú: Si quieres le llamo después, le pregunto un par de cosas sobre mañana y que me cuente qué tal va la cosa-
Vanesa: Prefiero que no. Yo me encargo, ahora déjale que disfrute del fin de semana con su hija-
Malú: Mmm, se me olvidaba. Tengo algo para ti- se levantó hacia uno de los cajones del salón y volvió con un sobre entre las manos- ten- la abogada lo cogió intrigada.
Vanesa: ¿Me estás dando a pagar una multa de tráfico o algo así?- se llevó un golpe en el brazo por parte de la empresaria.
Malú: ¿Qué me dices?- le preguntó cuando terminó de leer.
Vanesa: ¿Estás segura de esto?- ella asintió con la cabeza- Está bien, por supuesto que iré- le dio un beso en la boca y acto seguido bebió un trago de su copa- me tendrás que acompañar a comprarme algún vestido acorde... no siempre invitan a una a la fiesta anual de Fraday Lorence-
Malú: No habrá problema en eso. El lunes podremos ir-
Vanesa: ¿Me avisarás del asiento y la mesa que me corresponda, o irá por lista?-
Malú: Tranquila, yo misma te avisaré cuando llegues- terminaron ambas de comer, hicieron café para la abogada y un té con vainilla para la directora. El sofá fue el elegido para pasar aquella tarde del viernes. Les encantaban las siestas en aquella sala de estar que la directora tenía exclusivamente para ver películas y dormir por las tardes. Más de una mirada cómplice y más de una caricia con doble intención antes de recostarse en los sillones.
Vanesa, como de costumbre, no tardó en quedarse dormida, aunque esta vez no hubo pesadillas ni malos sueños. De pronto Malú cayó en la cuenta de que no había acompañado a la letrada a su cita con el centro de desintoxicación. Quizás ni siquiera había ido, pero le preguntaría más tarde, era hora de dormir un poco.

El teléfono de la directora sonó despertando a las dos cuando apenas llevaban media hora ahí.
Se levantó sobresaltada y buscó en su bolso. Era el móvil del trabajo pero desconocía el número.
Malú: Sánchez- 
Helena: Buenas tardes, directora. Soy Helena, de recepción. Perdona que te moleste, pero hay aquí un cliente un tanto exigente que pide hablar con usted. Ya le he dicho que no se encuentra en la torre de oficinas, pero insiste igualmente- 
Malú: No te preocupes, Helena. Has hecho bien en llamarme. ¿Te ha dicho quién es?-
Helena: Sí, directora. Es Joan Vila-
Malú: Pero no es cliente ni proveedor mío... pásamelo, por favor- la recepcionista le pasó la llamada al empresario- Vila, ¿qué sucede?- su tono de voz sonó serio. En el último encontronazo que tuvieron, él acosaba a la abogada en la gala benéfica y la empresaria hizo que le despidiesen del trabajo.
Joan: Necesito que hablemos. ¿Podríamos vernos en unos minutos?-
Malú: No tengo tiempo que perder, Joan... - suspiró agotada.
Joan: Es importante. En veinte minutos te espero en Union Square- ni siquiera le dio tiempo a reprocharle nada porque él colgó el teléfono. Se acercó de nuevo a la cocina para beber un poco de agua y la abogada le sorprendió con un beso en la nuca. Debía aprovechar que llevaba el pelo recogido.
Vanesa: ¿Te tienes que ir?- ella asintió.
Malú: ¿Recuerdas el empresario mediocre que te dije que no funcionaba en la cama?-
Vanesa: El que me metió la cabeza en las tetas, ¿verdad?-
Malú: El mismo. Se ha presentado en la sede de la revista para hablar conmigo, y me ha citado en veinte minutos-
Vanesa: ¿Tenéis algún negocio entre manos?-
Malú: En absoluto. De hecho, le despidieron de su empresa y dudo que esté trabajando como figura ejecutiva-
Vanesa: Y supongo que todo fue provocado por ti...- de nuevo asintió- déjame que te acompañe-
Malú: No, Vanesa. No sé qué querrá-
Vanesa: Por eso mismo. Al menos deja que me quede dentro del coche- sabía perfectamente cómo de cabezota podía llegar a ser la abogada, y que negarle tal cosa sólo retrasaría todo porque acabaría haciendo lo que quisiese.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora