Capítulo 54.

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Viernes. Martín tenía su cita con el centro especialista a las afueras de la gran ciudad, en apenas una hora y cuarenta minutos. Malú pasaría a buscarla por casa en breve, ella había tenido una última reunión sobre su fiesta de mañana por la noche. Había sacado tiempo para dedicarle, y la abogada lo agradecería de la mejor forma posible.
En un cajita negra guardó con cuidado un pañuelo de Hèrmes que acaparó toda la atención de la empresaria cuando lo vio expuesto en el escaparate. Esa misma noche, además, después de la cena, sería ella misma quien ofrecería que su nuevo bufete de abogados fuese el representante de Fraday Lorence. La directora llevaba tiempo insistiéndole y ya no podía rechazarlo más. Le apetecía. Ahora conocía cómo trabajaba Malú.

Se tomó por cuarta vez en el día, una infusión para relajarse. Los nervios la estaban matando, no veía el momento de entrar en la consulta después de haber pasado catorce meses.
Escuchó cómo paraba el motor de un coche en la puerta de casa, y abrió para comprobar que era a ella a quien buscaban.
Malú estaba agotada, no descansó nada bien anoche, se comprometió tanto con abogada que le quitó incluso el sueño. Le contagiaba el nerviosismo sin quererlo.
El bolso y las llaves antes de cerrar la puerta, sonrió de lado y se subió al asiento del copiloto.

Vanesa: ¡Hola!- se acercó a ella para darle un beso.
Malú: Estás guapísima- amplió la sonrisa al verle los ojos.
Vanesa: Gracias- un calor extraño subió desde su sexo hasta su boca. No pudo evitar sonrojarse.
Malú: ¡Pero Vane, deberías estar acostumbrada, te has puesto roja otra vez!- 
Vanesa: ¡Ay, Malú! Estoy realmente nerviosa, no me tortures ahora-

Al entrar al hospital, una sensación de angustia recorrió el cuerpo de la abogada, le entraron arcadas cuando cruzó la puerta. Paró unos segundos para recomponer su estómago.

Malú: ¿Estás bien?- puso su mano en la espalda para tranquilizarla. La letrada asintió con la cabeza- ¿Nos acercamos al baño?- de nuevo afirmó. Lo necesitaba. La empresaria echó el cerrojo cuando cruzaron el cartel de "Señoras" de la entrada.
Vanesa: Estoy bien, eh, Malú. No tienes de qué preocuparte- intentó reconfortarla aunque poco tenía de imbécil la directora. No quiso contradecir su respuesta, no era el momento.
Malú: Sabes que puedes con esto, ¿verdad?- le cogió la cara con sus dos manos e hizo que la mirase- Yo lo tengo claro- la abogada creó un silencio y una sonrisa tímida seguida, que rápidamente Malú interpretó como un "por supuesto". Le besó, le agarró fuerte del brazo y salieron de aquel cutre servicio.

Subieron a la tercera planta, muy a pesar de que Vanesa seguía pálida, le vino bien el hecho de que su mujer estuviese allí, al menos para evitarse así misma aflojar la situación.

Anna era quien había tratado a Martín la última vez que se vieron. Comprendió su trabajo casi desde el primer minuto, y guardó su anonimato todo lo mejor que pudo. Diría que incluso se hicieron grandes amigas.
Escuchó su apellido desde la sala de espera, y la directora le acompañó hasta la puerta, aunque no tuviese intención alguna de pasar dentro.
Malú: Estaré aquí esperando, tranquila- frotó un brazo suyo para darle ánimo, y ella entendió que debía enfrentarse sola a esto, ya habría momento para que la acompañasen. Se limitó a afirmar con la cabeza y giró el pomo de la consulta dispuesta a solucionar cualquier problema en su vida.

Un par de llamadas fue el tiempo que Vanesa estuvo dentro charlando con la doctora Anderson. Salieron ambas de la sala, y buscaron a Malú con la mirada. Se acercaron despacio a ella, y la empresaria se apresuró a despedirse de su última llamada telefónica. Les hizo un gesto pudiéndoles un minuto, y por supuesto se lo concedieron.

Malú: Disculpad, era importante- les dijo de forma amable.
Anna: Tranquila. Me gustaría hablar contigo- la abogada clavó sus ojos en la doctora. Esto no estaba previsto- A solas, por favor- Malú, como buena mujer didáctica, no pudo rechazar la oferta de la conversación privada que Anna quiso otorgarle.
Malú: Por supuesto- aceptó convencida, por el tono de voz, diría que incluso interesada. Anderson deshizo el camino de nuevo hasta el consultorio, y cerró la puerta una vez que la directora había pasado.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora