Capítulo 60.

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- ¡Marco! - él se acercó hacia ellos y le estrechó la mano al hombre que rondaría los cincuenta- Atiende a este cliente, por favor, debo hacer una llamada importante- con una sonriente despedida se retiró hacia su oficina.
El joven empresario había sido el primero que quiso incorporarse al bufete de abogados de Vanesa. Tuvo que reconocer que, a pesar de ser un enchufado en Brand & Cooper, él tenía potencial y era probable que le esperase un futuro brillante. Hasta entonces, le pareció buena idea que fuese su mano derecha en el proyecto. Alguien de confianza y con espíritu de líder. Marco aceptó en seguida, era consciente de que trabajar de la mano con Martín, era lo mejor para su carrera empresarial, y ella había demostrado que con carácter y carisma, todo se puede. Era, definitivamente, una emprendedora innata. 

Al otro lado del centro de Nueva York, una reunión con el departamento administrativo era interrumpida. Malú, tan elegante como siempre, se disculpó con sus empleados antes de salir de la sala haciendo resonar sus tacones cuando caminaba hacia afuera. Cuatro tonos fueron los que la directora se hizo esperar hasta descolgar el teléfono.
- Vaya, la chica más guapa de la ciudad me reclama, qué privilegio- se apoyó en la pared, junto a la puerta de reuniones.
- Aprovéchalo, no deberías acostumbrarte...-
- Cuéntame, ¿qué necesitas? Estaba en una reunión importante-
- He estado revisando el contrato que me enviaste de Hudson Bay, y el marco legal respectivo del trato no me encaja del todo-
- Vanesa, necesito enviar ese contrato firmado esta misma tarde, no quieren hacerse esperar más-
- Bien, pues yo como abogada de tu empresa no pienso firmar estos documentos sin antes tenerlo todo claro- la directora suspiró. Ella era perfeccionista, pero lo de la letrada era otra historia- lo siento, pero no sé trabajar de otra forma-
- Está bien... te daré el número de teléfono del abogado de Hudson. Aclaradlo y a mediodía te quiero aquí con ese maldito contrato firmado, Vanesa-
- Te invito a comer, ¡estate preparada que a las 14:30 tengo una cita con un cliente!-
- Adiós, pesadilla- colgó y la sonrisa fue inevitable. No podía negárselo, estaba enamorada. Entró de nuevo en la conferencia con la felicidad invadiendo su cuerpo. En cierto modo, el morbo de ser la jefa de Vanesa a veces le jugaba malas pasadas. Cuántas veces la cogería en su despacho para hacerla suya todo lo que le apeteciese. 
- Bueno, ¿por dónde íbamos?-

Nora entró aquella mañana en la torre de oficinas a las once menos cinco. Había quedado con Malú en que tomarían un café y organizarían la fiesta de cumpleaños de la abogada, que a penas se haría esperar.
- ¡Hola, buenos días!- se dirigió hacia la chica de recepción.
- Buenos días- Helena le devolvió el saludo y se quitó las gafas dejándolas en el mostrador para atenderla.
- He quedado con Malú Sánchez- miró su reloj- en apenas dos minutos-
- Fenomenal, pues siéntese, que ahora le hago saber que está usted aquí- señaló unos sillones negros, de piel, que se apartaban en la recepción lo suficientemente lejos como para tener algo de intimidad.
- Está bien, gracias- Nora se retiró de su campo visual, y la encantadora recepcionista no tardó en llamar al despacho de Malú, aunque sin mucho éxito.
La directora de Fraday Lorence se entretuvo de más en el servicio de la quinta planta, el que colindaba con la oficina de Will. Allí nunca acudía ninguna mujer, y eso le gustaba. Todo el departamento estaba compuesto por hombres. Sus casi cuatro meses de embarazo estaban siendo lentos, y lejos de importarle, lo estaba disfrutando. Era lo que siempre había querido.
Se miraba al espejo. Feliz. Se tocaba la barriga. Se desabrochaba los últimos dos botones. Ahora, mejor de lado. Joder, cómo se nota ya. Y sin querer, se le implantaba la sonrisa más verdadera que nunca antes había tenido el placer de ver. Y pensar que podría no estar bien después de todo.
Se acercaba al cristal, se examinaba los ojos. Nada de arrugas. Incrédula, estás embarazada, no es que vayas a cumplir cincuenta años. Alzaba las cejas. En la frente, tampoco. Y otra vez de lateral, aunque ahora, el lado izquierdo.
Le sonó el móvil y rebuscó en su bolso hasta encontrarlo. Helena. Mierda, las once y diez, había quedado con Nora. No quiso molestarse ni en cogerlo, bajaría de inmediato. Se abotonó la camisa de nuevo y salió del baño.

Le dedicó un guiño de ojos a su chica de recepción para agradecerle la llamada. Ellas se entendían.

- Disculpa, paso demasiado tiempo mirándome al espejo- saludó con dos besos a su ya, al fin, amiga.
- Tranquila, sé que yo también lo haré el día que vaya a tener un bebé- se rió quitándole importancia. Ya sabía lo que Malú odiaba la impuntualidad. 
- ¿Vamos a la cafetería de la calle de atrás? Han abierto esta semana-
- Por ejemplo-
- Yo invito, debo compensarte el retraso-
- Mmm lo negociaremos más tarde- la directora alzó una ceja desafiando a Nora, y en ese momento supo que sería la empresaria la que pagaría el café.
- ¿Qué tal la semana de trabajo? ¿Complicada?- se colocó su abrigo sobre los hombros y sacó el tabaco de su bolso.
- Bueno... no ha sido de las semanas más fáciles, la verdad. Pero no puedo quejarme...- sonrió de lado y al instante supo que la enfermera quería decirle algo.
- Desembucha, anda- encendió su cigarro y esperó en silencio el minuto que la enfermera necesitaba para recomponerse por dentro.
- No estoy pasando buenos días con Christian- agachó la mirada al suelo mientras caminaban. Esa fue su sentencia.
- ¿Qué ha pasado?-
- Bueno, tenemos muchísimas diferencias. Demasiadas, a veces...- se mantuvo callada sabiendo que no había terminado- sin ir más lejos, quiere que compremos una casa en las afueras-
- ¿Por qué? Pensé que estabais a gusto en el centro-
- Lo mismo creía yo, pero ya ves... desde que supo que Vanesa y tú formaríais una familia, está deseando lo mismo-
- ¿Tú no quieres?-
- Claro que sí, pero no estoy preparada todavía- la directora tiró más de medio cigarro y entraron dentro de la cafetería. Hacía demasiado frío fuera- ni siquiera sé si realmente quiero tener un hijo con él-
- ¿Lo has hablado con él?- Nora negó en seguida dándole a entender que no pensaba decírselo en ningún momento- Este sábado salimos a tomar algo con Vane, te vendrá bien. Y te aconsejará, siempre sabe hacerlo- se quitaron la chaqueta y la enfermera tomó asiento en uno de los sofás- ¿Qué quieres tomar?- rebuscó en su bolso buscando la cartera de Carolina Herrera que le regaló su hermano el mes pasado.
- Mmm, un té rojo estará bien- se acercó sonriente a la barra y pidió la infusión para Nora el cortado que ella tomaría. Notó cierta actitud de interés por parte de aquella nueva camarera, pero se había acostumbrado.
Malú hacía ya tiempo que te clavaba los ojos, sonreía, enamoraba y con las mismas, se daba media vuelta. Su cabeza la ocupaba otra persona.
- Gracias- la enfermera tomó su taza entre las manos para calentarse, y la directora se situó frente a ella- Bueno, ¿pensaste ya dónde iréis de viaje?- 

Le taparon los ojos por detrás. Unas manos frías pero pequeñas, de mujer.
- Tenía ganas de verte- le susurró en el oído. La reconoció al instante.
- Déjame adivinar...- se giró para poder mirarla y le dejó un beso rápido- Llegas pronto, ¿no?- le echó un vistazo a su reloj.
- Lo sé, Marco ha solucionado todo antes de tiempo, y no he podido esperar- 
- Espera en mi despacho. Dejaré esto en impresión y vuelvo- de nuevo otro beso- no tardaré, lo prometo- la directora llamó al ascensor y Vanesa atravesó el largo pasillo de las instalaciones de Fraday Lorence hasta llegar al despacho de su mujer.
Tenía ya la suficiente confianza como para tomar asiento dentro y prepararse un café de la Nespresso que lucía junto a su escritorio. Sus ojos se perdieron en las vistas que le ofrecía el ventanal. Nueva York le gustaba aún más, si cabía, en invierno. Con suerte, el próximo año lo pasaría acompañada de un bebé que la buscaría a ella por las noches cuando tuviese miedo.
Malú irrumpió en la sala y la sacó de sus pensamientos en cuanto notó sus manos bajo su camiseta.
- Así que no aguantas las ganas de venir a verme...- la letrada negó con la cabeza- Tendré que hacer algo para compensarte la visita, ¿no?- la cremallera del pantalón no tardó en bajar.
- Cariño, puede entrar cualquiera...- asomó las llaves y las balanceó frente a su cara mientras sonreía con picardía.
- Te recuerdo que soy la directora, querida...-

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora