Capítulo 59.

1.5K 58 14
                                    

- ¡Pues este es tu nuevo trabajo!- le quitó las manos de los ojos y le enseñó el diseño de su bufete donde trabajaría los próximos años. Habían acabado las obras y Vanesa al fin desistió y le dejó a Malú que se encargase de la decoración de su local. Sabía a ciencia cierta que no se equivocaría y, efectivamente, había quedado increíble. No le había dejado ver el avance durante toda la semana, y la intriga la consumía por dentro.
- Oh, Malú, pero esto... ¡es tan bonito!- se dio la vuelta y la besó con ganas. Apenas habían pasado veinte días desde que la directora salió del hospital, y ya había vuelto a la carga con el trabajo. Liam se preocupó todos los días de hacer las tareas más complicadas y de llevarle café siempre que lo necesitase. Era un buen tipo.
- ¿Te gusta? Me he tomado el lujo de decorarlo a mi antojo- Malú echó un vistazo desde la entrada. Había hecho un gran trabajo.
- Es precioso- se encaminó hacia la primera sala, donde una mesa larga de reuniones presidía en el centro y una estantería llena de libros vestía la pared.
- Hay una sorpresa para ti, deberías verla. Está en la planta de arriba-
- ¿Una sorpresa?- frunció el ceño y Malú le guiñó un ojo, sonriente.
- Más me vale que te guste, porque puedes matarme si no es así- la abogada se acercó a las escaleras de mármol que llevaban hasta arriba. Los tacones de ambas retumbaban en el suelo. Escalón a escalón. Estaba nerviosa, no podía negarlo- por ahí- señaló una puerta negra cerrada. Había escogido bien hasta el diseño de los marcos. Tuvo oportunidad de ver esta sala antes, cuando el pintor aún trabajaba en ello. Era la más grande del local, la de mejores vistas y la que más luz tenía durante las horas de sol. Abrió la puerta despacio, quería disfrutar de esto.
- No me lo puedo creer- sus manos fueron directas a toquetearlo todo- Madre mía, cariño-
- Te presento tu propia oficina. Sé que siempre has querido tener una y no puede haber un momento mejor que éste. Creo que te vendrá bien tu intimidad con los clientes- una moqueta blanca lucía en el suelo. Todo detalle era poco. Qué mujer. Qué pedazo de mujer.
No encontró ni una sola pega a la sorpresa.
- ¡Joder, me encanta! Te quiero- Malú la alzó del suelo cuando Vanesa se tiró a ella para abrazarla.
- Me alegro, cariño- se tomaron su momento para mirarse y quererse. Como hacían siempre que la discreción les dejaba.

Robbert seguía presentando demandas y reuniéndose con Vanesa si le era necesario. A la empresaria no es que le hiciese demasiado chiste, pero debía acostumbrarse a desistir si quería compartir su vida emocional con ella.
Tuvieron tiempo para visitar a Emma después del colegio casi todos los días durante la baja laboral, y la abogada aprovechó para solucionar de forma definitiva el embargo de su cuñado. El arropo familiar le vino fenomenal y Elliot también parecía feliz con la idea de ver a su hermana más a menudo.

La prensa aún le preguntaba por el incidente a pesar de que ya había hecho público su malestar con aquellas preguntas. Rozaban lo cargante e insoportable. Jamás contestaba, se limitaba a sonreír y saludar. Siempre formal.

No había vuelto a saber nada de Joan ni de Foster, Vanesa siempre evitaba hablar de ello o le decía que no tenía importancia, que no volverían a molestar.
El que no tuvo suerte fue el presidente de Universal, que tras perder el juicio contra la abogada Martín, fue condenado a dos años por agresión y una indemnización de casi seis cifras. Sabía que lo haría bien, y a Vanesa todo aquello le sirvió para agrandarse en el siguiente dictamen judicial contra Vila, que tendría lugar los próximos meses.

Tuvo su segunda cita con el centro de desintoxicación, a la cuál Malú quiso acompañarla. No pensaba dejarla sola. Estas últimas semanas parecían inseparables.
Tal era la complicidad, que Vanesa se instaló en el chalet de la directora. No quisieron ponerle nombre, aunque ambas sabían el significado de llevar ropa y un cepillo de dientes a una casa ajena. Por el momento todo iba bien.
Sexo por la mañana, desayuno, ducha, trabajo, sexo por la tarde, película, cena y sexo por la noche.
La abogada había encontrado un argumento perfecto para demandar tanto tiempo entre las sábanas, y es que cuando el embarazo avanzase, su vida sexual no sería la misma. Y por supuesto, Malú no podía negarle nada.
Ella estaba realmente emocionada con su bebé y después de una revisión con su clínica para quitarse inseguridades, comenzó a adaptar la casa para un próximo crío correteando.
Se volvió loca desalojando una de las habitaciones de invitados y metiendo todo en cajas. No le costó nada decidir cuál sería el dormitorio del bebé.
Vanesa a veces la observaba en silencio desde una esquina, con su té de media tarde entre las manos y contemplaba la escena orgullosa de lo que veía. A veces sonreía sin quererlo y Malú la sorprendía para después acercarse y besarla.
Se había tomado en serio la maternidad y le comían los nervios de su estómago si lo pensaba.

- ¡Malú! ¿Te queda mucho?- la puerta del servicio las separaba.
- ¡Ya voy, pesada!- abrió mientras se sujetaba la toalla al pecho- ¿por qué siempre me metes tanta prisa?- hizo un puchero con la boca que Vanesa besó un segundo después.
- Llevas encerrada cuarenta minutos en la ducha. La cena está preparada, eres una tardona- estaba más guapa que nunca. Ser futura mamá le estaba sentando increíblemente bien. El pelo siempre le caía por debajo de los hombros y ella se lo atusaba con las manos cuando aún lo tenía mojado. Aquellos detalles le encantaban a Vanesa.
- Prometo que me pongo un pijama y bajo- le dejó otro beso para recompensarla.
- Venga, te espero en la mesa- cerró la puerta y bajó las escaleras negando y sonriendo. No podía con aquella mujer. Era incapaz de enfadarse con ella hiciese lo que hiciese. A ratos se odiaba así misma por el poco autocontrol que tenía de sus sentimientos. Malú hacía y deshacía a su antojo, pero era consciente de que ella le provocaba lo mismo a la directora.
Le estaba costando dejar el vino francés que tanto le gustaba, pero tuvo que solidarizarse con la empresaria si no quería morir. Sirvió agua en las dos copas y dejó la bandeja que acaba de sacar del horno en el centro de la mesa.
Miró su reloj. Las nueve y cuarto. Debía acostarse pronto si quería llegar mañana a tiempo para su reunión con futuros empleados.
- Mmm, qué bien huele-
- Es pescado, te gustará. Ven, siéntate-

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora