Capítulo 38.

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Vanesa: Es muy acogedor, me gusta-
Héctor: Sí, y en cuanto a precio no nada está mal teniendo en cuenta que está en el centro empresarial de la ciudad-
Vanesa: ¿Y cuál es la trampa?- se rió sutilmente- quiero decir, ¿qué tiene de malo este local para que estando en el centro y tan barato, no haya una lista de reservas?-
Héctor: Bueno, supongo que es demasiado pequeño para un gran empresa, pero es perfecto para emprender desde cero-
Vanesa: Sea como sea me lo quedo-
Héctor: ¿Es tu respuesta definitiva?-
Vanesa: Sí, me ha acogido bien el lugar, no perderé tiempo en mirar otros-
Héctor: Pues ahora mismo hago la reserva y en un par de días nos citamos para ver el contrato, sin ningún compromiso-
Vanesa: Fenomenal, y así miramos condiciones, etcétera-
Héctor: Por supuesto- cerraron la charla con un apretón de manos y una sonrisa cordial.

Llamó a la puerta un par de veces sin obtener respuesta.
Malú: Venga Johanna, ábreme. No seas una cría- la puerta se abrió de golpe y una veinteañera cabreada de ojos rojos por llorar, le alzó la voz en demasía a la directora. 
Johanna: ¡Qué cría ni qué cojones! ¡No te voy a consentir que hables sin saber nada!- a Malú se le hinchó el pecho de tanto coger aire y reprimirse. Como mujer directiva que era, decidió que controlar la situación sería lo mejor, aunque en el fondo sólo quisiese pegarle un guantazo a Johanna.
Malú: Lo primero, un poco de respeto para quien trata de ayudarte, que te recuerdo que fuiste tú- le señaló con el dedo- la que me llamó para que fuese a buscarte. Y en segundo lugar, no nos conocemos de nada, fueron dos polvos de un fin de semana y estoy aquí en tu casa porque tus padres me han pedido ayuda. Me duele decirlo pero esta situación ha interrumpido mi vida personal más de dos veces, y no voy a permitir malas palabras por parte de nadie-
Johanna prefirió callar. Conocía a la empresaria y a sus duros métodos de decir adiós. Esta vez no iba a dejarla escapar. En ninguno de los sentidos.
Malú: Y ahora, cuéntame por qué no quieres salir de esta habitación-
Johanna: Mis padres no dejan de hacerme preguntas sobre lo que pasó y no sé qué decirles al respecto-
Malú: Les debes una explicación, es lógico que se preocupen por ti, entiéndelo- se miraron a los ojos unos segundos- será un mal rato, sí, pero no volverán a preguntar más-
Johanna: No sé, quizás tengas razón-
Malú: Siempre la tengo- sonrió para tranquilizarla y alentarla a bajar y enfrentarse a su madre- Venga, mueve, que yo me tengo que ir ya-
Johanna: ¿Trabajas mañana?-
Malú: Entre otras cosas- su cabeza viajó por un momento hasta Vanesa. Miró su reloj, ya era una hora prudente para recogerla e ir a cenar después. Moría de ganas.
Se despidió de la madre y la hija para dejarles intimidad, y llamó a su abogada en cuanto se subió al coche.
Vanesa: ¡Hola!- le extrañó su tono de voz, más alegre de lo normal.
Malú: Hola, Martín, acabo de terminar, ¿es buena hora para ir a recogerte?-
Vanesa: ¡Por supuesto, cariño! - por detrás de la letrada se reía una chica a la que reconoció en seguida. Una risa peculiar allá donde las haya.
Malú: ¿Vas borracha?- se rió.
Vanesa: Quizás-
Malú: Dile a Nora que aguante, que la última conmigo-
Vanesa: Trato hecho. Estamos en el bar de enfrente del hospital-
Malú: Genial, ¡no tardo!- le colgó y efectivamente, el trayecto fue corto. Le costaron un par de vueltas el hecho de aparcar.
Una abogada guapísima y encantadora se levantó de la silla cuando ella entró en el bar, y se le tiró a los brazos. Un, dos y tres besos. La directora se vio obligada a cogerla de la cadera y alzarla levemente del suelo. Malú se sonrojó, cosa poco habitual en ella, solía ser un gesto más propio de la letrada, pero Nora no dejaba de mirarlas y le dio algo de vergüenza.
Al fin Vanesa se sentó y la directora fue a hacer lo mismo no sin antes quitarse la americana.
Malú: ¿Qué se celebra?-
Vanesa: Ya tengo local para montar el bufete-
Malú: ¡Oh, pero bueno, enhorabuena!-
Nora: Bueno, y que al fin estáis juntas, que mi amiga es imbécil y eso no te lo dice-
Malú: Vaya, así que estamos juntas... ¿no?- la abogada asintió con la cabeza avergonzada y la empresaria le dejó un beso en la mejilla- preciosa- de nuevo el calor en la cara de la letrada.
Vanesa: ¡Iago!- le hizo un gesto para al camarero para que se acercase. No tardó más de treinta segundos.
Iago: ¿Otra ronda?- las chicas asintieron con la cabeza- dos tercios y para la señorita... - miró a la directora.
Malú: Una copita de vino francés, por favor-
Iago: Eso está hecho- se fue hacia la barra para prepararle las consumiciones a las mujeres de la mesa del fondo.
Malú: Bueno y qué, cuéntame qué tal el sitio, ¿muchas condiciones?-
Vanesa: ¡Para nada! Todo muy sencillo, la verdad. En unos días me dará el contrato y constataré todo pero la cosa pinta bien- sonrió con ganas.
Nora: ¿Está muy lejos? No me gustaría tener que buscarme otra acompañante de bar-
Vanesa: En Lexington, pleno centro, amigas-
Malú: Joder, vas a pagar un ojo de la cara. Hace un par de años estuve mirando yo para trasladar la sede de la revista allí y madre mía-
Vanesa: Pues tampoco es así, obviamente no es un edificio entero como tú pretenderías comprar, pero no está nada mal. Iremos a verlo juntas la próxima vez-
Malú: Me servirá- sonrió a su mujer como si realmente tuviese quince años. Estaba pillada hasta las trancas por ella y no podía negarlo.
Nora: Chicas, yo tengo guardia esta noche, me temo que tengo que ir yéndome si quiero ducharme antes-
Vanesa: Sí, nosotras también nos íbamos ya, que nos tenemos que arreglar aún- la abogada hizo mención de coger su bolso para pagar, pero no la dejaron.
Malú: Ni se te ocurra- abrió rápido su cartera y dejó un billete sobre la mesa- pago yo hoy-
Nora: Malú, qué cojones vas a pagar tú si sólo te has tomado una-
Malú: Que sí, no seáis pesadas, pago y yo y punto- se levantó, se puso su chaqueta y las otras la imitaron.
Vanesa: ¡Adiós, Iago!- alzó la mano desde lejos para que el camarero la viese cuando ya se iban.
Iago: ¡Dame un segundo!- sirvió las cervezas a una mesa y se acercó a las chicas, en concreto a la letrada- ¿puedo hablar contigo un momento?- Vanesa miró a su amiga, que le dio el visto bueno.
Malú: Yo te espero fuera cariño, que así voy fumando-
Vanesa: Genial, voy en seguida- le dedicó un guiño de ojos y la empresaria y la enfermera salieron fuera, a la puerta del bar.
Nora: Malú, lo siento pero no puedo esperar a que salga, no llego a tiempo sino-
Malú: Tranquila, mujer. Ve yendo, Vanesa no tardará- le dio dos besos de despedida.
Nora: Este fin de semana si no estáis hasta arriba de trabajo, nos vemos un rato-
Malú: Me parece fenomenal-
Nora: ¡Adiós!- la directora le dijo lo mismo pero con la mano. Se apoyó en un coche mientras se encendía el cigarro y miró el email desde el teléfono. Nada interesante. Correos de felicitaciones por la buena inspección de Hacienda, circulares para firmar y un par de documentos publicitarios que le envió el departamento de marketing.
Alzó la vista, la abogada estaba tardando demasiado, pero no quería interrumpir su conversación con aquel hombre. Aunque parecía molesta, o al menos eso le pareció por los gestos. Esperó paciente fuera, no era ninguna maleducada y no tenía por qué meterse en medio. A veces olvidaba que no se había enamorado de cualquiera, sino de la mejor abogada de Nueva York, ella sola sabía defenderse de todo.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora