Capítulo 8.

1K 37 1
                                    

De pronto se encontraron las dos hablando con el manos libres de sus respectivos coches. La directora de camino a casa. La abogada esperando poder ir.
Malú: ¿A qué se debe la llamada, Martín?-
Vanesa: Había pensado que podríamos tomar algo aprovechando que es viernes y que te debo yo esta vez un par de copas... claro, si la señorita ejecutiva no está demasiado ocupada-
Malú: Siempre hay tiempo para lo que gusta. ¿Conduces tú hoy?- rió.
Vanesa: Conduzco yo hoy-
Malú: Yo acabo de salir de trabajar, me tendría que dar una ducha y arreglarme, pero puedes ir viniendo a buscarme-
Vanesa: Fenomenal. La primera en tu casa- finalizó la conversación y se encontró por sorpresa imaginando a la directora en la ducha. Se sacudió la cabeza y una inusual vergüenza se apoderó de ella. ¿Qué estaba haciendo? ¡Si a ella no le gustaban las mujeres! Cierto es que con Malú había cierta química y una serie de igualdades que no solía encontrar en casi nadie. Realmente cree que la tiene calada; una mujer inteligente, buena en sus negocios y con carácter que ha llegado a lo más alto en un mundo de hombres. La conocía laboralmente pero desconocía por completo su ámbito personal. Y cuanto más lo pensaba, más le gustaba, más le inquietaba.
Le acojonó por un momento el hecho de que su cuerpo le pidiese saber más, pero se armó de valentía y como buena abogada llamó decidida al timbre.
Una Malú informal y aún vestida le abrió la puerta.
Malú: ¡Hola! Pasa, acabo de llegar- se saludaron con dos besos- Déjame tu abrigo- le ayudó a quítarselo y lo colgó en el perchero. Ella también se quitó la americana. Detalle del que Vanesa no perdió ojo. Le quedaban jodidamente bien a su parecer.
Tenía un salón precioso en tonos blancos y negros, como el resto de la casa. Amplio y sencillo. La primera vez que estuvo allí no se había fijado en el buen gusto para decorar de la empresaria.
Vanesa: Te tienes que duchar, ¿verdad?- Malú asintió.
Malú: Te puedes quedar en el salón si te apetece. Hay vino en la cocina y las copas están en el armario de arriba-
Vanesa: Mmm ¿francés por casualidad?-
Malú: Por supuesto. Te calé en la gala- la abogada sonrió algo tímida- al menos tienes buen gusto-
Le sorprendió lo cercana que vio a Malú. Quiso pensar que quizás haya tenido un buen día. Subió las escaleras y segundos después escuchó cerrarse la puerta del baño.
Se acomodó en el sofá y observó con calma. Malú no tenía ni una sola foto en la casa exceptuando un cuadro de un bebé de unos seis meses. ¿Tendría hijos? Obviamente descartaría la idea si realmente en la cama metiese sólo mujeres. O podría haber adoptado. El deseo de una copita de un buen vino se hizo presente. Se sirvió una y le sirvió otra a la directora, que pasados diez minutos aparecía por la cocina ya vestida y con el pelo mojado. Nunca habría imaginado una Malú tan cómodamente vestida. El jersey beige que le caía de un hombro le quitó los cinco sentidos por un momento.
Menos mal que eran demasiados años de profesión ocultando emociones.
Vanesa: Me he tomado la libertad de servirte la primera- le entregó la copa y se sentó a su lado en un taburete.
Malú: Bueno, gracias. Espero que te guste este porque no tengo otro- se mordió el labio mientras sonreía en señal de disculpa.
Vanesa: No te preocupes, este es perfecto- sonrió también para tranquilizar a la anfitriona- había pensado en que podíamos tomar algo en Black Colors, no sé si lo conoces- Malú asentía terminando de dar un trago.
Malú: Mmm sí, he ido un par de veces, está fenomenal- apoyó la copa en la encimera.
Vanesa: Pues venga, vamos-
Malú: Cojo un abrigo y bajo, que hace frío- la abogada se levantó y fue hacia el perchero a coger su chaqueta mientras la directora subía a su habitación.
Sin ton ni son se encontró acomodada en aquella casa y la cercanía con Malú iba creciendo a una velocidad descontrolada.
La empresaria pensaba exactamente lo mismo. Estaba sorprendida por la libertad que su cuerpo sentía cuando hablaba con ella, por el hecho de poder decir cualquier cosa que le apeteciese soltar por la boca sin necesidad de justificarse. Se miró al espejo antes de bajar. Se atusó el pelo con las manos y se dio un aprobado así misma.
Malú: ¿Cojo llaves de mi coche o vamos con el tuyo?- le preguntó desde arriba asomándose a la barandilla.
Vanesa: Mmmm me da igual, el que tú quieras-
Malú: Te daré un privilegio y te dejaré conducir el mío- bajaba ya los últimos escalones. Le lanzó unas llaves que Vanesa cogió al vuelo. También era buena jugando a esto. Las miró y volvió a mirar a Malú.
Vanesa: No te puedo creer-
Malú: Oh sí, es lo que estás pensando-
Vanesa: Pero, ¿de verdad? ¿Me vas a dejar conducir esto?- asintió.
Malú: Ven, que te lo enseño- Bajaron una planta más y se dirigieron al garaje- me lo trajeron la semana pasada, aún no lo probado... esta noche es todo tuyo-
Vanesa: Malú, no puedo aceptar esto- encendieron la luz y las dos se acercaron a destapar la tela que cubría al coche. La cara de la abogada lo dijo todo- Pff Dios, no debería decir esto pero creo que voy a tener un orgasmo- se dio una vuelta alrededor- Pero si esta maravilla de Porsche es una edición limitada...-
Malú: 370 cv-
Vanesa: Y más de 290 kilómetros por hora- las dos se sonrieron.
Malú: ¿Te gusta entonces?- la miró como miraría todos los regalos un niño de cinco años el día de Navidad.
Vanesa: Es absolutamente precioso-
Malú: Lo que pasa es que igual para ir a Black Colors no es la mejor opción... - la abogada la cortó.
Vanesa: No no, nada de aparca coches ni gente borracha que se atreva a acercarse a él... - miró el Porsche- ¿trabajas el fin de semana?- la directora negó con la cabeza.
Malú: Hasta el lunes no tengo que volver. ¿Tú tienes gestiones por hacer?- también negó.
Vanesa: ¿Qué te parece Nueva Jersey?-
Malú: ¿Nueva Jersey?-
Vanesa: Mi hermano vive allí y suelo visitarlo a menudo... lo conozco bien y hay lugares encantadores- la empresaria no daba crédito- además, si me dejas probar al chiquitín... al menos que pueda probarlo bien, nada de viajes de diez minutos-
Malú: Voy a tener que aceptarlo, Martín- cogió una maleta pequeña de una estantería del garaje.
Vanesa: Pfff, ¡eso está lleno de polvo! ¿Hace cuánto que no viajas?-
Malú: Si te digo la verdad, no suelo salir de la ciudad. Tengo que estar al tanto siempre de la revista y nunca tengo tiempo- fue la primera vez que la abogada vio en Malú un mínimo de pena en su voz.
Vanesa: ¿Me acercas a casa y nos preparamos algo de ropa?-
Malú: También te puedo dejar yo, eh. No es necesario dar más vuelta-
Vanesa: Pues tampoco sería la primera vez- se sonrieron ambas. Malú descargó la segunda maleta de la estantería alta y Vanesa le quitó la suciedad con la mano. De nuevo otro silencio como el del coche el día del Greenwich. Subieron las dos plantas de las escaleras y llegaron a la habitación de la directora. La abogada no había entrado hasta ahora. Realmente los lujos venían con ella.
A Malú le temblaban las piernas y el pecho al pensar en lo que iba a hacer y en lo que había pasado hacía apenas cinco minutos. De repente se vio preparándose para pasar un fin de semana lejos de la empresa, lejos de su comodidad con la primera mujer con la actuaba sin pensar dos veces. Con la que no sentía la necesidad de meterla en su cama cuanto antes y sumarla a la larga lista de aventuras bajo las sábanas, sino que le apetecía hacer todo lo que no había hecho hasta ahora con nadie.
Vanesa, por su parte, tampoco entendía a su cuerpo. ¿Nueva Jersey? ¿De verdad? Joder, la conoció hace dos días. ¿Le apetece irse con ella? Pues fíjate, sí, le apetecía y no poco. Aún le quedaban muchas cosas por saber de la directora. Y por supuesto hablarían de negocios.
Por el momento sólo quería que su única preocupación fuese qué tiempo haría en la ciudad que les esperaría con los brazos abiertos en un par de horas.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora