Capítulo 22.

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Le hizo un poquito más feliz el hecho de que la abogada fuese a verla a casa. Llevaba tres días sin recibir noticias suyas y, en el fondo, quería compañía. Cierto era que no estaba al cien por cien y ella era totalmente consciente. La letrada también lo sabía aunque no dijese nada.
Se respetaban el silencio que Malú necesitaba. El tailandés estaba buenísimo, y a ella, que hacía más de doce horas que no comía nada, le sentó estupendamente. Anatomía de Grey fue la elegida para la sobremesa. Se apalancaron más de lo debido en el sofá. Ni besos ni sexo por el momento. El sentimiento de culpa invadió a la empresaria al verse tirada en el sillón. Un despojo en toda regla. Se saltó el jueves de ejercicio.
Malú: Necesito salir a hacer algo de deporte. Ayer no hice nada- su tono de voz fue algo más apenado de lo normal.
Vanesa: ¿Vas al gimnasio?-
Malú: Qué va, me gusta más salir al aire libre-
Vanesa: Bueno, también está bien. Yo te dejo sola entonces- se levantó con intención de irse.
Malú: No, no, Vanesa, vente si te apetece. ¿Sales a correr normalmente?-
Vanesa: La verdad es que no suelo-
Malú: Por favor...-
Vanesa: Pfff iré sólo porque te debo la de Ada. Menos mal que estoy en forma- sonrió triunfante.
Malú: Ay cariño... no me aguantarás el ritmo- la directora se levantó del sofá para subir a su habitación a cambiarse de ropa.
Vanesa: Ya veremos- le guiñó un ojo- podríamos ir algún día a montar a caballo-
Malú: ¿A caballo, Vanesa?- se giró desde la escalera y la miró extrañada- ¡estás tarada! Tú lo que quieres es reírte a mi costa-
Vanesa: Te lo digo de verdad, hay una finca a una horita de aquí donde se hacen rutas todos los días- la empresaria negaba con la cabeza, reía y subía los últimos escalones- ¡te llevaré aunque no quieras!- le gritó para que le escuchase.
Malú: ¡No pienso subirme a un caballo!- gritó también y se asomó a la barandilla sin camiseta.
Vanesa: Directora... tápese o el deporte que hará no será por Central Park sino en su cama- daba vueltas por el mismo salón que estos últimos días había vivido su confusión. Acarició el órgano negro que la empresaria lucía en casa. Tocó unas notas por inercia. Desde el primer día quiso saber si había tocado alguna vez o era pura decoración de buen gusto.
Malú: Vale, yo estoy lista- bajaba las escaleras deprisa. Se acercó al frigorífico y se sirvió un vaso de agua. Leggins ajustados, camiseta estrecha, coleta informal y zapatillas de deporte. Toda una obra de arte a ojos de la letrada. Se le fue la cabeza. No pudo evitar mirarla.
Vanesa: Mmm yo necesito pasar por casa para dejar las cosas y cambiarme-
Malú: Tranquila, te acerco- cogió una sudadera que había dejado encima de la encimera de la cocina y salieron las dos hacia el garaje. El trayecto a la casa de Vanesa se les hizo corto. La directora no iba precisamente despacio. Ya llegando fue la letrada la que se atrevió a abrir la boca.
Vanesa: Oye, Malú- se miraron fugazmente las dos- Sé que lo último que necesitas es hablar de todo lo que pasó ayer, pero me gustaría que tuviésemos la conversación cuanto antes-
Malú: Vanesa, yo...-  resopló y estacionó el coche en doble fila sin encontrar aparcamiento. Se paró a mirarla detenidamente. La abogada le acarició la cara.
Vanesa: Vanesa nada, Malú. Acepto y quiero llevarte el caso pero trabajaremos a mi modo. No sé trabajar de otra forma y me gustaría volcarme a fondo lo antes posible-
Malú: ¿Podemos hablarlo esta noche cuando lleguemos? Por favor, necesito un par de horas de desconexión-
Vanesa: Eso me servirá- le sonrió queriendo aportarle tranquilidad.
Malú: ¿Mañana trabajas?-
Vanesa: No debería, pero me temo que sí... se me está acumulando el trabajo-
Malú: Te puedo echar una mano con las gestiones. Lo haremos mucho más rápido entre las dos. Si tú quieres, claro...-
Vanesa: Después cenando lo vemos, ¿vale?- asintió encantada. No sabía si dejarse ayudar por la directora. Aunque fuesen amigas, amantes o como sea que se quieran llamar, no dejan de ser la competencia si hablamos del ámbito laboral.
Vanesa bajó del todoterreno con prisa, a ver si con un poco de suerte, Malú no tenía que mover el coche. Subió a su casa a cambiarse y ponerse cómoda. Aprovechó para coger un par de libros que necesitaría mañana para seguir trabajando y se preparó un bolso con todo lo que le haría falta para este fin de semana. Acabaría pasándolo con la directora. Era consciente.

Una vez que llegaron a Central Park, comenzaron su ruta kilométrica. Ocho de ida y ocho de vuelta. Aguantó bien el asalto la abogada, para sorpresa de la empresaria, que no daba un duro porque le siguiese el ritmo.
Malú: Cuánta falta me hacía- se sentaron en un banco. Agotadas.
Vanesa: Pffff, yo mañana me pido no trabajar, eh- la directora se rió de ella.
Malú: ¿Quieres un poco de agua?- le dijo que sí con la cabeza y ella se acercó al quiosco más cercano a comprarle una botella.
Markel: ¡Hola, Malú! ¿Hemos cambiado de día o qué?-
Malú: Eso me temo. Una semana complicada- le sonrió como ya era costumbre. Aquel hombre le trasmitía una paz que poca gente conseguía.
Markel: Una de agua, ¿verdad?-
Malú: Así es. ¡Muchas gracias, Markel! Que tenga usted un buen fin de semana- se fue dejándole propina. El señor de unos sesenta tenía fichada a la directora de tantas veces que se acercaba a comprar. Semana tras semana, todos los jueves ahí estaba ella.
Malú: Toma, anda- le lanzó la botella a Vanesa. Ésta la cogió al vuelo.
Vanesa: Muchas gracias- su respiración ya se había normalizado. Bebió un poco para recomponerse- ¿tú no quieres?-
Malú: Ahora cuando tú acabes-
Vanesa: ¿Vamos yendo a casa? Creo que necesito una ducha intensa-
Malú: Venga, tiquismiquis... ahora una ensaladita para cenar, eh. Nada de comida basura ni carbohidratos-
Vanesa: Creo que me iré a mi casa entonces...- las dos rieron y se levantaron del banco.
Malú: No creo que quieras irte con lo que te tengo preparado esta noche...- su tono cambió a sugerente. Había salido la Malú seductora. Vanesa de nuevo se sonrojó. Le temblaban las piernas cada vez que la directora intentaba seducirla. Era toda una experta. Sabía dónde tocar y nunca dudaba en hacerlo.
Llegaron pronto a casa. A penas las ocho de la tarde. Perfecto para un baño de burbujas.
Echó un vistazo a su móvil, el cuál había tenido silenciado estos dos días. Diecisiete llamadas perdidas. Prensa, seguro. Qué pesados y cuánto agobian. Decidió ignorarlo.
Malú: Acomódate en la habitación, va. Voy preparando el agua- le dio una palmada en el culo y subió hasta la buhardilla. Encendió el agua y bajó de nuevo a prepararse ropa interior, una camiseta y un pantalón para cenar tranquilamente con la letrada. El jacuzzi tardaba en llenarse. Le daba tiempo a preparar la ensalada de la que hablaba antes. La dejó en un bol y metió el vino al congelador. Perfecto para esta noche.
Malú: ¡Vane!- le gritó mientras subía a la primera planta.
Vanesa: Dime- Malú se quedó quieta al entrar a su habitación y ver a la abogada totalmente desnuda.
Malú: Por Dios, Vanesa... te has tomado a pecho lo de ponerte cómoda- la letrada, que estaba mirándose en un espejo del vestidor, se dio la vuelta, y sonrió para acercarse a la empresaria.
Vanesa: ¿Y tú qué haces que aún estás vestida?- la cogió de la cintura y esta vez sí que le dejó un beso de regalo. Un beso que reconfortó a ambas por dentro. Por fin algo de verdad en un mundo empresarial lleno de mentira. Ninguna quiso pararlo. Metió las manos por dentro de la camiseta que Malú aún llevaba y le acarició la espalda. Esa calma en el ambiente creada sólo cuando estaban juntas. Se deshizo de su parte de arriba que tanto le molestaba. Le desabrochó el sujetador sin romper el beso. La directora se dejaba hacer a manos de aquella mujer que ahora le quitaba la ropa pero que también le gustaba vestida.
Esta vez fue la empresaria la que buscó un poco más. Rodeó con un brazo la cintura de la chica del escote y la pegó aún más a ella. Sin separarse, la fue guiando escaleras arriba, donde el baño las esperaba. A cada paso que daba Malú, más profundizaba el beso Vanesa. Era un tira y afloja con el que ambas estaban encantadas. Una vez arriba, se separaron, y con vergüenza en los ojos, se dedicaron unos segundos para mirarse. Sonrieron como auténticas imbéciles. 
Intercambiaron los papeles. Ahora era la abogada la que sentada, pegaba su espalda a la pared del jacuzzi y con sus piernas abiertas, acogía a la directora, que no tardó en apoyar su cabeza en el pecho de su acompañante.
Vanesa: Qué gustito... - se revolvió en el agua buscando postura- te acompañaré a correr otras veces si me va a esperar esto después- bajó sus manos a la piernas de la empresaria y se dedicó a recorrerlas con sus dedos despacio, sin prisa.
Le pareció escuchar un sollozo procedente de la directora. Le cogió de la barbilla y le alzó la cara para que la mirase. Efectivamente.
Vanesa: Oye, cariño... ¡pero bueno!- la empresaria más comenzó a llorar- Ven aquí conmigo, date la vuelta-
Le hizo caso, y la cogió a horcajadas. Las piernas de Malú rodeaban su cintura, y escondía su cabeza en el cuello de la abogada.
Vanesa: ¿Qué pasa, Malú?- no dejaba de acariciarle el pelo. La directora sólo negaba con la cabeza. Vanesa comenzaba a conocerla, y de lejos sabía que no soltaría prenda tan fácilmente. Esta mujer empoderada que nunca se mostraba frágil, no lo haría ahora. Decidió que lo mejor sería dejarle espacio. Más tarde acabaría contándole ella misma.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora