Capítulo 35.

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La veinteañera tuvo pesadillas toda la noche, levantándose al baño varias veces para su desgracia, vomitar y, para no variar, despertando a la empresaria con el sonido de la cisterna y el grifo. Le advirtió en excesivas ocasiones que no bajase a la planta baja del apartamento, que de hacerlo, la alarma sonaría y en menos de diez minutos, la policía se presentaría en la puerta.
Dicho y hecho, a las cuatro menos veinte de la madrugada, la directora estaba gestionando por teléfono el por qué su alarma resonaba sin parar, avisando a la comisaría que no debían venir, que todo era un error. 
El despertador sonó antes de lo que le hubiese gustado, y con esfuerzo se levantó para, lo primero, hacerse un café cargado, y más tarde levantar a Johanna.

El día en general iba a ser complicado en igual medida que embarazoso para la más joven.
Probó un par de veces a llamar a la abogada, que ya habría llegado a su bufete, pero no obtuvo más respuesta que llamadas colgadas. La letrada le haría falta hoy y parece que no habría suerte.
Le tendió un té negro y dos tostadas a Johanna, que ya se presentaba vestida en la gran cocina de la directora.
A penas hablaron durante el desayuno, cansancio en demasía y ganas de que acabase todo esto era lo único que paseaba en el ambiente.

En la sala de espera de los hospitales el tiempo nunca pasa a una velocidad constante, y aunque cosas más graves pasaban cerca de ellas, a ambas les preocupaba qué había sido del cuerpo de la veinteañera ayer por la tarde.
Una lágrima empezó a correr y Malú no tardó demasiado en verlo y apretarle el muslo para reconfortarla. Poco consuelo había para un cuerpo tan corroído.
Al fin su nombre fue gritado por el médico, y Johanna no tardó en mirar a la directora preocupada, con miedo.
Malú: Tienes que hacerlo sola, ¿lo sabes?- la muchacha asintió no demasiado convencida y se levantó de su silla.
La empresaria utilizó ese tiempo para suspirar más de lo debido, coger un café de la máquina de vending que no se terminó porque estaba realmente asqueroso, y llamar a Vanesa de nuevo, a ver si esta vez la suerte le sonreía, pero no hubo manera de contactar con ella.
Malú: Dónde cojones te has metido, Vanesa- se dijo así misma mientras desistía y descartaba la idea de encontrarse hoy con la abogada.

Pasaron tres días difíciles en la vida de todas. La directora aquella tarde del hospital, fue a buscar a su sobrina al colegio, como prometió y la pequeña fue la culpable de que ese día mejorase. Por su parte, Johanna no habló al salir de aquella consulta ni quiso volver en el coche con Malú, sino que cogió un taxi y se escudó en que debía contarle todo a sus progenitores. Tanto para nada. La letrada había decidido seguir los sabios o absurdos consejos de su amiga. Le dolió en el alma colgarle el teléfono a la empresaria en más de una ocasión, pero quería aclarar sus ideas y no encontró una forma diferente.

Malú: Buenos días, Liam- con ojeras pero sonriendo se pasó por el despacho del subdirector a buscarle.
Liam: Buenos días, directora- se apresuró a levantarse de su asiento y acercarse a ella.
Malú: ¿Nervioso?- asintió con la cabeza- Pues venga, Hacienda nos espera- salieron los dos a reunirse con los auditores, él accedió a presentarse junto a ella, que no estaba pasando sus mejores días y quiso ayudar. Era su mano derecha en Fraday Lorence y Malú una amiga. Se intuía que algo pasaba, pero era una mujer tan reservada con su intimidad que no se atrevía a preguntar.

"Necesito un café contigo a mediodía, avísame cuando tengas un hueco"- fue el mensaje que Vanesa le dejó a Nora según la primera llegaba a la compañía.
A las doce se encontraron en el mismo bar de siempre, cerca del hospital. El mismo camarero de siempre también aunque más atento que nunca, estos últimos días había notado a la abogada un poco decaída y no podía evitar ser más cortés de lo habitual, cosa que Vanesa odiaba a niveles extremos. Echaba de menos a Malú, sobretodo cuando topaba con alguien que pretendía cortejar y seducirla.
Sin embargo, la falta de sexo empezaba a hacer mella en la directora de la revista, y aunque le hubiese gustado que fuera la letrada quien le diese placer y viceversa, accedió a tener una aventura bajo las sábanas con una nueva pretendienta. Volveríamos a las andadas. Sexo sin piedad con desconocidas a diario. 
Nora: Joder, tus ojeras aumentan por minuto- se quitó las gafas de sol y se sentó en la mesa donde la  abogada le esperaba.
Vanesa: Gracias, amiga-
Nora: ¡Iago, por fa!- le hizo un gesto que el chico entendió a la perfección y unos segundos después, le sirvió una cerveza bien fría- Gracias- esperó a que aquel hombre se alejase lo suficiente como para no oírla- venga, desembucha-
Vanesa: Hoy le he vuelto a colgar dos veces las llamadas, pero Nora, me siento verdaderamente mal...-
Nora: ¿Qué sientes? O sea, qué te dice tu cuerpo-
Vanesa: Pues que la estoy cagando, joder- suspiró profundo- ella siempre ha sido una mujer encantadora tratándome, muy diplomática y correcta, y yo le estoy dando largas de la manera más rastrera posible, sin explicación alguna-
Nora: O sea, que la echas de menos, ¿verdad?- la letrada asintió con la cabeza.
Vanesa: Nunca me ha sido necesario el sexo, y llevo dos días que me subo por las paredes, tía- se puso las manos en la cabeza, se estaba volviendo loca. Mejor dicho, la directora y sus sentimientos le estaban volviendo loca. El comentario hizo reír a su amiga, quien decidió guardar silencio un momento.
Nora: ¿Y el trabajo?-
Vanesa: Bueno, la idea del proyecto en solitario no consigo deshacerla-
Nora: Tienes las dos respuestas a tus líos del fin de semana-
Vanesa: ¿Tú crees?-
Nora: Ajá- movió la cabeza afirmando. La letrada necesitó pensar y coger aire- va tira, yo pago-
Vanesa: ¡Mil gracias!- cogió su chaqueta y el maletín y salió corriendo hacia su coche. No quiso darle más vueltas. Iría a buscar a la directora y le explicaría todo con detalle y mucha pausa. Su última intención era que la empresaria pensase que se había cansado de ella. No sabía si sería tarde, conociendo a Malú quizás no querría ni verla o quizás sí pero no de la misma forma que antes. No podía permitirse el hecho de tirar por la borda tantos encuentros íntimos y privados. Su cabeza deseó poder volver a conocerla, las cosas hubiesen sido diferentes, lo tenía claro.
Miró la hora, con suerte la directora estaría aún en la sede de la revista.
Y les daría un adiós a los directores de Brand & Cooper, definitivamente.

Tenía el contrato donde solicitaba los servicios de abogacía de la señorita Martín encima de su mesa del despacho. Esto acabaría pronto. Estaba dispuesta a rescindir ese convenio y cerrarle la puerta a este último mes de escalofríos en la nuca y sensaciones continuas en el estómago que ahora, no le dejaban descansar.
"Maldita gala benéfica"- pensó. La inspección de Hacienda continuaría durante el resto de la semana, una empresa demasiado grande como para hacerlo todo en un día. Habiendo entregado contratos, nóminas, fichajes de empleados y declaraciones de bienes, los auditores le habían dado la enhorabuena y abandonaron las instalaciones hasta mañana. En ocho días entrevistarían al presidente del país. Por fin.
Malú y Liam se cogieron libre después, la mañana transcurrió intensa, y ella quiso dedicarse a enseñarle a su nuevo ligue dónde trabajaba y, por supuesto, follar hasta cansarse.
Se sentía irreconocible, nunca antes había mezclado sexo y trabajo exceptuando el rollete con Amanda, pero que fuese a mantener relaciones sexuales en su oficina, pudiendo poner en peligro toda su reputación, jamás. Se lo pedían sus piernas, su boca y su estómago. Demasiada rabia contenida por la desaparición de su abogada. Porque por desgracia, lo seguía siendo hasta que pudiesen ambas firmar el contrato de rotura que yacía en su mesa.
Bajó la persiana de su despacho que tapaba la cristalera, y cerró con llave por dentro cuando ambas pasaron.
No tardó en desabrocharle el vestido por la espalda y subirla a ella agarrándole del culo.

Vanesa entraba sofocada por la puerta de Fraday Lorence, y le preguntó a Helena, la mujer de recepción, si Malú seguía arriba, y aunque ésta le dijo que estaba reunida, quiso subir a su planta y esperarla en las sillas de afuera.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora