Capítulo 6.

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Estaban llegando al Greenwich. Esta vez nada de lujos demasiado extravagantes. Nada de vestidos largos con escotes o coches de alta gama. Sencillo y bonito.
Una falda negra entubada, una camisa blanca y una blazzer fue lo que la abogada eligió del amplio armario de la directora. Sus pies vestían los zapatos de la gala anterior.
Era jueves, y en la vida de Malú, sólo significaba una cosa. Jueves de deporte.
Se calzó unas zapatillas para correr, unas mallas ajustadas y una camiseta térmica. Las gafas de sol y su Range Rover.
Vanesa iba absorta mirando por la ventana la gran cantidad de personas que circulaban con prisa por las calles de Nueva York. ¿Cuántas de ellas habrían subido ya al estrado? Según la estadísticas, todas las personas pisarán un juicio al menos una vez en la vida. Menos del 65% de inocentes acaba ganando.
"Eso conmigo no pasaría"- pensó, y le salió una sonrisa débil.
Vanesa era buena. Realmente buena. No era prepotente pero lo sabía. No se basaba en opiniones, simplemente miraba sus porcentajes y superaban con creces a los de sus otros compañeros de profesión.
No hubo ni una sola palabra durante el trayecto al hotel. Para sorpresa de ambas, no fue un silencio incómodo. Las dos estaban cansadas, ayer fue una noche intensa.

Malú, sin embargo, no era capaz de dejar de pensar en su sobrina. Emma habría crecido un montón.
Debe de haberles llegado ya la comida que pedí para ellos esta mañana. Esa cría de apenas cinco años es su debilidad. La directora no tiene muchas, un par de ellas contadas, pero ella sí lo es.
"Si sólo estuviese mi hermano, no habría ido ayer perdiendo el culo por ayudar"- se pateó así misma por perdonarle al mayor de los Sánchez tan rápido y con una disculpa barata.
Aparcó frente a la puerta del hotel y bajó del coche para abrirle la puerta a Vanesa. Una Malú sonriente le ayudó a bajar.
Vanesa: Debo agradecerte la acogida de nuevo- se pusieron frente a frente.
Malú: No tienes por qué, Martín. Estoy segura de que me lo devolverás con creces-
Vanesa: Debo admitir que no me gusta que le pongas tanto misterio a las cosas- sonrió de lado y se puso el pelo detrás de la oreja. Se encaminó a su coche.
Malú: Brand & Cooper. Me he quedado con ello- le gritó la directora subiendo ya a su todoterreno.

Arrancó y East River Park fue su destino.
Había decidido que su acompañante musical esta tarde sería alto. Que no pudiese escuchar nada más que música. Realmente necesitaba un poco de tiempo para ella. Lidiar con los problemas de la sociedad Fraday Lorence le quitaba demasiado espacio en su vida personal. Cargaba con el trabajo a cuestas todo el día.
Después de los diez primeros kilómetros bordeando el río, paró a comprar un poco de agua en un quiosco del parque dispuesta a hacer los otros diez kilómetros de vuelta.
Por la puerta de casa entraba sobre las 20:00h. Necesitó de repente un mínimo de compañía femenina y a estas alturas no estaba para complicaciones. Quería algo rápido y sobretodo sencillo. Alguien que compartiese su forma de ver el sexo.
Marcó a Alexandra. Al tercer toque descolgaron el teléfono.
Alexandra: Pero bueno, ¿Malú llamando? ¿Tienes fiebre?- utilizó un tono de prepotencia que no le hizo demasiada gracia a la directora, aunque lo disimuló bien.
Malú: ¿Sorprendida?- rió. Abrió el armario y sacó un pantalón chino beige y una blusa blanca con tres botones a la altura del escote. Daba por hecho que la morena aceptaría la invitación.
Alexandra: Se podría decir que sí. ¿Tienes algún plan que me quieras contar?- preparó sus zapatos Gucci a los pies de su cama.
Malú: ¿Te he dicho ya lo mucho que pone que seas tan directa?- esta vez echó a reír la otra mujer- Te recojo a las diez si quieres- dijo mientras entraba
Alexandra: Me parece fenomenal- la directora colgó en seguida. Quedaba mucho por hacer.

Vanesa sin embargo, a las 20:00h aún estaba en la reunión actuando en nombre y representación de la compañía con un poder otorgado por el director, que ni hablar de las pocas veces que le había visto en persona.
Era un director despreocupado, tenía suficiente dinero como para no trabajar y eso hacía. Vivía de lo que embolsaba con la empresa, pero no acudía a reuniones, no felicitaba a sus empleados y no sabía qué pros ni contras tenían las decisiones que Vanesa Martín y el subdirector Will tomaban.
Todo recaía en ellos.
La abogada no se quejaba en demasía, pues siempre le habría gustado liderar su propia sociedad legal. En situaciones críticas era ella quien tiraba hacia delante, para eso Will no valía, decaía bajo presión.
Por norma general estaba satisfecha con su trabajo aunque nunca perdía la oportunidad si veía asomar un par de días libres.

Al otro lado de la ciudad, Alexandra bajaba con un vaquero y una chaqueta de Armani que al parecer de Malú, le quedaba demasiado bien. No tardó en hacerle una radiografía de arriba a abajo para asegurarse de que realmente existían mujeres así. Estaba verdaderamente tremenda, es la única verdad que encontraba entre tanta miseria.
Habían elegido un restaurante italiano, íntimo, donde la directora siempre era bien recibida. Le asignaron una mesa y lejos de desaprovechar que Malú pagase, Alexandra pidió uno de los vinos blancos más caros.

La letrada entraba por la puerta de su casa pasadas las nueve, donde su sofá le esperaba con los brazos abiertos dispuesto a acogerla. Quiso prepararse algo para cenar pero se recostó sutilmente en él y fue justo ese momento en el que decidió que no, que esa noche le llevarían la cena a casa. Ojeó las cartas de un par de locales de comida rápida del barrio, quería algo ya y cualquier restaurante tardaría más de cincuenta minutos en llegar.
La directora le vino a la cabeza. No supo descifrar sus intenciones ayer, ni siquiera consiguió saber en qué estaba interesada realmente, si en su potencia laboral o en.. vete a saber qué. Se deshizo rápido de esa idea.
Marco le había comentado que la sexualidad de Malú no era un secreto celosamente guardado, que había muchos rumores de que le gustaban las mujeres. Lejos de escandalizarse en una sociedad retrógrada, Vanesa lo aprobaba. Ella admiraba la manera terca para trabajar de Malú. La directora salió premiada el año pasado a mejor dirección de empresa de Nueva York. Se había informado en los descansos de la reunión.
El timbre sonaba veinte minutos después y se sentó en el salón a degustar los fideos chinos que había elegido.

Malú disfrutaba de la milanesa que Alexandra había pedido en su nombre. Estaría tremenda pero pecaba de maleducada. Si no fuese porque amaba sus habilidades en la cama, no estaría compartiendo mesa con ella. De repente pensó en la abogada y la echó de menos unos segundos. Esa mujer era encantadora y cómica a partes iguales. Además de vergonzosa pero decidida. Le había encantado. No solía parar con mujeres así y lo poco gusta. Alexandra era de las que lo mucho, cansa.
Alzó la mano para pedirle la cuenta al camarero, y aunque tenía ya pocas ganas de acabar en la cama con la mujer de enfrente, ya no había vuelta atrás.
"Uno y a su casa"- se prometió así misma cuando se acercaban al porche de Malú.
Sacó las llaves y Alexandra cerró la puerta tras ella.

Vanesa se indignaba con el final de mierda de la película que trasmitían en televisión.
"Eso es ilegal coño, qué poco realista"- pensaba mientras apagaba el televisor y subía las escaleras hacia su cuarto. Eran más de las 00:00h y mañana madrugaba. La ropa de su silla le volvió a traer a la directora a la cabeza. En el fondo tenía buen gusto. Y le gustaban los coches. Tenía muchas cosas buenas.

Todas las mujeres que habitan en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora