-No, no te amo, no puedo hacerlo, y lucharé para nunca hacerlo.
Un universo nuevo, basado en la realidad, con un toque de ficción.
¿Hasta donde puede llegar el acoso de una persona?, para destruir la vida de un ser humano.
¿Cuánta culpa y temor pued...
—Tuve que correr como loco —dije mientras abría la puerta del carro de Emilio.
—¿Es por eso que traes un tenis y una bota? —miré hacia abajo rápidamente —. ¡Obvio no menso! —se empezó a reír a carcajadas.
—Ay, pero tú si traes la camiseta al revés —me reí, ya que yo no lo decía a broma, subió su mano para sentir el cuello de la camiseta, y sintió su etiqueta por delante.
—Ganaste ésta Bobondoni—se quitó la playera.
Dejándome ver su abdomen, no tan trabajado, pero se le puede notar que empezó a ir al gimnasio... ¡Despierta Joaquín estás babeando! Se compuso la playera y encendió el auto.
—Oye, ¿Tú te vas a graduar éste año verdad? —me preguntó mientras comía papas.
—Sí, ¿Tú vas a pasar a segundo año verdad?
—Sí, si no repruebo claro, pero gracias a Dios que soy bello y hay quienes pasen las tareas —me volteó a ver y me guiñó un ojo.
Llegamos al estudio.
—Naranjas que —escuché a Arath detrás de mí —. ¿Cómo estás hijo?
—Bien, voy a alistarme para ser Temochas —le dije saludándolo con un corto abrazo.
Después de grabar un buen rato, fui a mi camerino. Donde encontré a Emilio hablando por teléfono y guardé silencio para escuchar. Díganme tía chismosa pero escuché algo que no quería...
—No puedo hablar tanto porque estoy grabando —decía Emilio —. Pero sí, yo creo que hablaremos un poco más de tiempo y me le voy a declarar, es que neta me trae bien pendejo —¿Emilio declarase? ¿A QUIÉN? —. Sí, necesito que me ayudes, con cartulina y todo, asies, bueno, me debo ir porque tengo que seguir grabando, adiós.
Entré al camerino, simulando no haber escuchado nada. Pero estaba intrigado, ¿Es posible que yo sea a quien se le va a declarar? No... No es posible.
MAYO 2018.|Salto en el tiempo|
—Joaco, hoy nos vamos a juntar en mi casa, ¿Vienes? —Emilio se arreglaba en su peinador mientras yo hacía lo mismo.
—Sí, ¿Me das tu dirección exacta?
—Te mando un uber, no hay pedo, ésta vez no podré ir por ti, porque andaré ocupado en mi casa desde que llegue. A las ocho ¿Va? —¿Ocupado en qué?...
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8:00 p.m.
—Te cuidas mi amor —me despidió mi mamá, pues el uber ya estaba afuera esperándome.
—Te amo mamá —le di un beso en la mejilla y subí el auto.
—Hola Joaco —me saludó una voz conocida, una cabellera peculiar.
