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- Agosto de 1975 -
GRIMMAULD PLACE


Los ojos negros escudriñaban el anguloso rostro del que alguna vez fue algo así como su hijo; había heredado hermosos ojos grises de algún antepasado muy lejano, y se dejaba el cabello largo, al igual que su pequeño Severus... bueno, al igual que todos los muchachos durante esa época en ese lugar del mundo.

Ya no había atisbos de la piel que solía ser blanca y en cierta forma eso alegró a Eileen; quería decir que Sirius pasaba mucho tiempo fuera, y a juzgar por el físico del muchacho y el físico de su amigo, el chico de gafas, seguramente harían algún tipo de deporte al aire libre. Quizás montarían en la escoba... o a lo mejor algún juego muggle.
Ni cerca a la realidad que su pobre Severus debía vivir día a día en esa miserable casita de la Calle de la Hilandera; de verdad que intentaba lo mejor, quería que su pequeño y Tobías fueran felices, pero la fórmula con ellos dos parecía no funcionar.
Se aborrecían... y Severus día a día le hacía notar su descontento y su aversión por su padre y su gusto por el alcohol.
No podía culparlo... después de todo la vida de ambos era un calvario.

- ... ¿Eileen? - la varonil voz del muchacho la sacó de sus pensamientos - ¿Te encuentras bien? - preguntó preocupado haciendo que la mujer asintiera y le dedicara una delicada sonrisa.

- Tan sólo estaba pensando en lo guapo y grande que estás... ¡Pensar que cambié tus pañales! - dijo provocando que las mejillas de Sirius se sonrojaran - ¿Verdad que pasó el tiempo, Sirius? Un día estabas corriendo y jugando Gobstones con Sevy y al otro aquí estamos... despidiendo a tu querido padre y viendo qué será de nosotros - susurró con nostalgia

- ¿Dónde está Severus? - preguntó tratando de no sonar demasiado interesado.

- Se ha ido unos minutos antes de que llegaras, con un amigo... - murmuró la mujer acomodándose en su silla.

- ¿Con Dolohov? - el ojigris sintió de vuelta esa horrible sensación en su estómago al ver el asentimiento de la mujer; entonces no había servido de nada toda la correspondencia que habían intercambiado en secreto desde el fin de curso.

- ... Me hubiese gustado volver a verlos juntos, en esta casa... como en los viejos tiempos - susurró Eileen con un aire de nostalgia - He visto a tu lechuza revolotear por nuestra casita; a Tobías no le gusta, dice que son presagio de desgracia... ¿Tú qué crees, Sirius? - preguntó sin borrar la tierna sonrisa de su rostro pero con un gesto severo - ¿Traerás la desgracia a nuestra familia?.

El ojigris mantuvo su mirada en esos ojos negros mientras sus manos jugaban con la taza que hacía unos instantes estaba llena con café; alzó sus cejas rapidamente y frunció su ceño, para bajar sus orbes, morder su labio y sopesar un poco sus palabras.
Saber que Severus se había ido un momento antes de que él llegara, con el imbécil de Antonin, no hacía otra cosa que confirmarle que lo estaba evitando.
No podía entender el motivo, después de todo habían intercambiado correspondencia en tonos bastante amistosos y hasta sugerentes el uno con el otro.

- No pienso volver a esta casa, Eileen - susurró sonriendo mientras hacia girar al recipiente por el asa - Que hoy haya accedido a quedarme un poco más de lo pensado no tiene nada que ver con que algún día acepte ser la cabeza de este horrible lugar... tan sólo lo hago por Régulus... por la memoria de mi padre y quizás por ti...- agregó taladrando a la mujer y notando un gesto incómodo en la misma - Pensé que Severus iba a estar aquí... yo... es cierto, estuve escribiéndole, aunque si es motivo de molestia con tu esposo, dejaré de hacerlo - murmuró el chico echándose el cabello hacia atrás, intentando no sonar demasiado tocado.

Nacido en el año del CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora