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- 1 de Agosto de 1976 –


- Menuda suegra vas a tener, hijo... - susurró Eileen mientras Severus y ella se aparecían a unos cien metros de su pobre casita ubicada en la Calle de la Hilandera – Si es que tu futuro marido no la mata antes... - agregó con un tono mordaz.

El pelinegro dedicó una mirada de reojo a su madre y largó un suspiro.

- ¿Lo crees capaz? – preguntó entonces mientras aceleraba el paso mientras algunos vecinos que estaban completamente ebrios se burlaban de sus vestimentas.

Eileen aclaró su garganta y exhaló el aire con fuerza por su boca.

- ¿Capaz?... Veo el deseo en sus ojos... - susurró aún sin mirarlo, con su vista fija al frente – Y no lo culpo; Leticia es de verdad una mala persona – agregó entrecerrando sus párpados al ver una silueta extraña, un bulto deformado, a los pies de la puerta de entrada a su casa - ¿Qué es...?

- Es Tobías... - largó Severus al ver que su madre intentaba adivinar de quién o qué se trataba – Debe haber perdido las llaves de nuevo – dijo entre suspiros mientras, a medida que se acercaban, vislumbraban las raídas y sucias vestimentas conocidas.

Eileen dedicó una mirada rápida a su hijo y juntó sus labios, observando desde arriba el cuerpo desplomado de su marido, quien se encontraba totalmente ebrio.

- Es tu padre... - lo corrigió como si eso lo excusara de cualquier tipo de acción, lo que provocó que Severus alzara sus cejas, molesto – Ayúdame a entrarlo... – dijo Eileen acuclillándose junto a Tobías y tomándole un brazo para pasárselo por sus hombros - no, no utilizaremos magia con él, sabes que no le gusta – agregó al ver que su hijo tanteaba los bolsillos de su túnica, seguramente buscando su varita.

Severus bufó hastiado e hizo lo mismo que su madre; con un quejido, tratando de levantar el mayor peso muerto posible para que su madre no se esforzara demasiado, arrastró a su padre unos metros mientras Eileen abría la puerta sin utilizar magia, y lo llevaban hasta el sillón que se encontraba estratégicamente cerca de la entrada, para soltarlo allí y que cayera desplomado.

Tobías balbuceó en sueños un improperio y el hedor a alcohol lo inundó todo.

La Señora Snape se arrodilló y comenzó a desatar los viejos zapatos de su marido, mientras su hijo la observaba atentamente.

Dejó el calzado debajo del sillón, por si Tobías se levantaba en ese estado no tropezara con ellos; acomodó sus piernas con esfuerzo, dejándolas recostadas sobre el raído sillón y con una ligera manta que se encontraba a un lado, cubrió el cuerpo de su marido, para inclinarse un poco y dejar un tierno beso en su mejilla.

Al separarse de su esposo, con una mirada entristecida, notó los insistentes ojos de su hijo taladrándola.

- ¿Por qué lo haces, mamá? – preguntó entonces observando cómo su madre bajaba la vista y sonreía con suavidad - ¿De verdad lo amas?.

- Me estas haciendo una pregunta muy difícil de responder para un Prince... - dijo observando a su hijo y juntando sus labios al ver el ceño fruncido de Severus.

- ¿Para un Prince? – preguntó enarcando una ceja mientras su madre tomaba aire y llenaba sus pulmones, como si estuviese decidiéndose a contarle algo realmente importante.

Eileen permaneció en silencio y mordió su labio inferior por un instante, para luego tragar saliva y mirar a su hijo directamente a los ojos.

- ¿Cómo está Sirius? – preguntó entonces haciendo que Severus abriera sus orbes, sintiéndose extraño y verdaderamente sorprendido por esa pregunta.

Nacido en el año del CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora