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- 31 de Julio de 1976 –


Walburga se encontraba frente al lujoso dressoire de su cuarto resguardado por esa puerta de pesadas hojas de roble tallado con las iniciales suyas y las de su difunto esposo; observaba su reflejo una y otra vez, no del todo segura con la joyería que había elegido para la ocasión, después de todo aún mantenía el luto.
Su peinado era sobrio y elegante; su cabello negro, veteado de gris y blanco, se encontraba atrapado en un tenso rodete, sujeto por broches de plata con esmeraldas engarzadas.
Había optado por un ligero vestido largo de seda negra con algunos ribetes de terciopelo del mismo color en el cuello mao y en las mangas anchas.

Aplicó un poco de colorete en sus mejillas y decidió no llevar rouge en sus labios, después de todo tendrían una agradable cena y posiblemente una breve sobremesa... aunque desconocía las costumbres de los rusos.

- Madre... - Régulus irrumpió en la estancia y la mujer observó a su hijo en el reflejo del espejo – Eileen y Severus acaban de llegar... - informó con suavidad mientras se acercaba hasta la delgada silueta de la Señora Black para subir con delicadeza el cierre de su hermoso vestido.

Walburga largó un suspiro y asintió.

Hacía muchos años que no veía a Eileen... y ciertamente tenía la necesidad de hacerlo y el motivo de la reunión era de festejo: el protegido de la Familia Black, Severus Snape, había logrado una calificación de Extraordinario en sus TIMOs en casi la totalidad de las asignaturas del quinto año, por no mencionar que había recibido la Marca Tenebrosa y que se había comprometido con un Sangre Pura realmente codiciado: Antonin Dolohov, quien también había conseguido excelentes notas en su año escolar y que además era uno de los miembros predilectos del Señor Oscuro.

Sin dudas le aguardaban cosas extraordinarias a la reciente y feliz pareja.

- ¿Y la Familia Dolohov? – preguntó la Señora Black poniéndose de pie y dirigiendo una rápida mirada a su hijo menor.

- Vendrán en una hora... se encuentran reunidos con el Lord – dijo Régulus pasando con suavidad un pañuelo por la mejilla izquierda de su madre, quitando un poco de excedente del rubor.

Walburga dirigió una última mirada a su reflejo para acomodar el lazo de su vestido; luego tomó el brazo de su hijo y ambos se retiraron de la estancia y se dirigieron lentamente hacia la escalera.

- ¿Sabes algo de Sirius? – preguntó la mujer en un susurro, como si ella misma se avergonzara de su repentino interés.

Régulus tragó saliva y asintió levemente; detestaba estar en el medio de su madre y su hermano, oficiando como espía, ni siquiera como un intermediario o un mediador en esa más que quebrada relación. Walburga aún no perdía las esperanzas de que Sirius regresara a Grimmauld Place cuando Régulus sabía muy bien que los deseos de su hermano eran justamente jamas hacerlo y si fuera posible, ver arder ese lugar.

- El Tío Alphard le dejó su fortuna... y un departamento en un barrio Muggle, en las afueras de Londres – susurró el ojiverde mientras observaba el gesto entre dolido y cabreado que se dibujaba en el rostro de su madre – No culpes al Tío... Sabes que Sirius siempre fue su preferido y ciertamente no es un momento apropiado para un hombre como él, que defiende a los Sangre Sucia... - agregó acomodando un mechón negro que le molestaba en sus largas pestañas - hizo lo que cualquier mago sensato haría: huir y antes de dejar todo el fruto de sus esfuerzos a esos codiciosos duendes... bueno, se lo dejó al Black más desahuciado – dijo en voz baja, mientras guiaba muy lentamente a su madre hasta las escaleras.

Nacido en el año del CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora