Nacido en el año del Cerdo

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- Septiembre 1972 –


- ¿Me prometes que estarás bien? Si no vas a usar magia con él ¿Llamarás a la policía? –preguntó Severus sin soltarse del abrazo con su madre – Todo esto es culpa mía, mamá...debí haber permanecido con Sirius todo el tiempo – susurró observando el gesto amable en el rostro de Eileen – Quiero decir... si no me hubiese separado de él al bajar, aún podríamos estar viviendo en Grimmauld Place, como siempre...

- Severus, hijo – lo interrumpió Eileen con voz segura – No tienes la culpa de las cosas que pasan... No puedes hacerte responsable de las elecciones de los demás; he elegido no hacer uso de la magia con tu padre, no es tu culpa ni tienes que pensar en ello... mucho menos preocuparte por mi relación con los Black – susurró con dulzura – Estás volviendo a Hogwarts ... posiblemente tengas que recibir a Reggy; estoy segura que él sí quedará en Slytherin – agregó notando por el rabillo del ojo la alta figura de un muchacho con el cabello negro largo y ondulado, a unos metros de ellos; el chico parecía estar esperando, fingiendo interés en acomodar algunas cosas de su baúl. Eileen giró su rostro y notó al mismo muchacho que, apenas habían arribado a King Cross, había comprado varias ranas de chocolate con un acento bastante extraño antes de despedirse de una niña pequeña y un hombre muy parecido a él, seguramente su padre.

Sonrió al notar la insignia de Slytherin bordada en la túnica de ese chico y la manera en la que éste humedecía sus labios, ansioso.

- Ve, no hagas esperar al chico alto y solitario; no ha dejado de mirarte desde que llegamos– susurró Eileen con una sonrisa, no perdiendo nota de cómo las mejillas de su hijo se coloreaban – Aunque es bastante alto para ser tu compañero ¿Seguro que no repitió algún año? – preguntó la mujer haciendo que Severus tragara saliva y negara - ... Tiene un aire a Sirius... quiero decir, es bien parecido como él – agregó con una sonrisa pícara esta vez sí incomodando a su hijo, quien apartó su mirada y largó un bufido.

- Se llama Antonin, mamá – murmuró Severus acomodando su cabello detrás de su oreja –Es un buen amigo... quizás un día te lo presente y... pueda venir a casa en verano, algún día que papá no esté – agregó con timidez notando como su madre elevaba sus cejas, un poco sorprendida y avergonzada, pero enseguida suavizando su expresión y asintiendo, con dulzura.

- Seguramente hijo... tengo casi todo un año para convencer a tu padre – agregó juntando sus labios y acariciando el cabello de Severus, arremolinándolo – Ve, te echaré de menos...envíale mis saludos a Horace – susurró inclinándose y dándole un beso en la mejilla a su pequeño mientras el vapor blanco y el pitido se hacían sonar por encima de todos los murmullos de despedida.

Severus asintió y fue con su baúl hasta el estribo del tren, donde Antonin se encontraba a un lado, aguardando.Acomodó su cabello y aclaró su garganta cuando notó la cercanía del chico y pudo notar, de reojo, como la madre de Severus lo observaba con una ceja levantada, entre inquisitiva y cómplice.

- Hola Toni... - lo saludó Severus tímidamente mientras observaba el brillo en los ojos negros de su amigo – Mi madre se dio cuenta que no parabas de mirarme... fue algo incómodo... prometiste mantener el perfil bajo.

- Lo siento... no fue mi intención - susurró el ruso algo azorado mientras arremolinaba su negro y largo cabello – Sube y busca un lugar... yo me encargo de los baúles – agregó mientras Snape apretaba sus labios y recogía su capa para no pisarla, haciendo que el corazón del ruso latiera acelerado y le dedicara una rápida mirada a la forma en la que la túnica se abrazaba a su trasero.

Aún eran demasiado chicos... pero no podía evitar esas sensaciones nuevas que lo asaltaban; había tenido sueños demasiado vergonzosos con su amigo... más de una vez, en la intimidad de su cuarto, mientras no podía evitar masturbarse... había imaginado el bonito rostro de Severus, sus mejillas ruborizadas mordiéndose el labio, invitándolo a follarlo aunque no tuviese ni la más pálida idea de cómo hacerlo. Otras veces había fantaseado, mientras apretaba su almohada de plumas, que hundía sus dedos con fuerza en el redondo culo del chico y le metía su lengua hasta la garganta.Ni hablar las imágenes eróticas que pasaban por su cabeza mientras se bañaba. Durante todo ese verano se había dado cuenta que además de gustarle demasiado los hombres... sentía demasiada atracción por Severus Snape.

Antonin juntó sus labios con fuerza, apretándolos uno contra otro, para tomar su baúl y subirlo por las escalinatas... y luego volvió a bajar al andén con un salto, dispuesto a cargar el baúl de su amigo.Cerró sus grandes manos en la manija y cuando se dispuso a cargarlo hasta los estribos, un estallido blanco provocó que soltara el baúl; escuchó las carcajadas cerca suyo y se giró furioso, para observar a los cuatro tontos Gryffindor riendo a mandíbula suelta... bueno, en realidad a tres de ellos, porque el chico de ojos miel negaba consternado y fruncía su ceño junto a la leona pelirroja con la que Severus mantenía una amistad.

- ¿Qué pasó Dolohov? – gritó Sirius por encima de las carcajadas - ¿Ahora le matan el hambre a Snape tú y tu familia?.

Antonin frunció su ceño y con un leve movimiento de su varita y el conjuro entre dientes acomodó todo en el interior del baúl y permaneció con su mirada de negros ojos bien fija sobre esos ojos grises, desafiante.

- No me interesan los pormenores entre tu familia y la de mi amigo... Verás que me comporto como un caballero, Black – largó con voz grave haciendo que los leones comenzaran a burlarse y reírse – Quizás te convendría dejar de ser un patán e intentar ser un buen ejemplo para tu hermano – agregó con una sonrisa de costado – Aunque estoy más que seguro que Sev y yo sabremos acompañarlo en esta nueva etapa mejor que tú... - no pudo ocultar su gesto triunfante al notar el efecto que esas palabras tuvieron sobre el león.

- No te atrevas a acercarte a mi hermano... ni tú ni ese arrastrado – advirtió Sirius con auténtica furia.

Dolohov sonrió exhibiendo sus perfectos dientes y asintió, para luego morder su labio inferior y volver a sonreír.