PARÍS, AÑO 1996 [SEGUNDA PARTE]
La vida de Violet Hansen ha cambiado enormemente. Es una ocupada universitaria con una vida un poco monótona; los amigos perfectos, el novio perfecto, la reputación perfecta.
¿Pero qué pasará cuando sus amigos decid...
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—¿Por qué chocolat chaud?
—Es el equivalente de chocolate caliente en francés.
—¿Seguimos juntos?
La joven traga saliva y procede a mirar la arquitectura del techo, sin ni siquiera abrir sus labios para pronunciar cualquier palabra para poder arreglar la situación.
—¿Por qué dices eso?
El joven del tupé perfecto inhala y exhala una respiración sobre las paredes de todo este apartamento estudiantil.
—Parecías muy amigable con Julien.
La mirada de la joven que antes estaba concentrada en mirar las paredes desconchadas de esta habitación, ahora dirige su mirada hacia al joven.
—Estaba bebida —espeta la voz femenina con poca ilusión —. Llevaba tiempo sin hacerlo, y simplemente no sé que me ocurrió.
—¿Sabes que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad?
Sus miradas vuelven a conectarse. Pero no es una mirada que denote lo enamorados que están, o lo que ambos están deseando en este preciso momento, sino son miradas de arrepentimiento.
—Entonces, es el final.
El joven del tupé perfecto asiente con poca seguridad, como si realmente no tuviera claro si aquello que está afirmando es cierto.
Mis ojos se abren. Tal vez se abren por arte de magia o por que una fuerza sobrehumana decidió que ahora es una gran idea para despertar y ser consciente de que me espera un día horroroso.
Natalie sigue sujetando el pomo de la puerta.
Steve entierra su cuerpo sentándose al lado del suelo, donde se encuentra mi armario de ropa. Ha encontrado un papel que se me cayó tras llegar aquí, primero lo dobla, lo vuelve a repetir, después simplemente se aburre y comienza a romper el papel de forma brusca.
Natalie le dedica una última mirada insegura y procede abrir la puerta tirando del pomo de la misma.
El joven del tupé perfecto, ahora se levanta del suelo, donde antes estuvo posado sin rumbo ni destino, y sujeta el brazo de la joven, tragando el orgullo, y le sonríe de forma caótica.
—Somos estúpidos, ¿no crees? —la joven enreda sus brazos sobre la cintura de Steve.
—¿Quieres que contemplemos la ciudad? —los labios del joven del tupé perfecto se abren con otra sonrisa más placentera.
—¿No la viste ya? —Natalie expulsa una pequeña risita.
