PARÍS, AÑO 1996 [SEGUNDA PARTE]
La vida de Violet Hansen ha cambiado enormemente. Es una ocupada universitaria con una vida un poco monótona; los amigos perfectos, el novio perfecto, la reputación perfecta.
¿Pero qué pasará cuando sus amigos decid...
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PEARL JAM SE ESCUCHA POR EL APARTAMENTO. Gritos violentos se fusionan con unas luces encendidas y sonidos de guitarras desgarradas.
Busco mi mejor labial, pero ninguna tonalidad me convence. Ando en círculos sobre el aseo.
La desesperación me envuelve.
¿Era mi primera cita en mucho tiempo?
Efectivamente lo era. Y no sabía cómo reaccionar ante ello.
Me levanto dirigiéndome al espejo por undécima vez. Me recoloco aquel vestido de color negro que llega por mi rodilla. Me doy la vuelta consecutivas veces para cerciorarme de mi aspecto con la prenda.
Me muerdo el labio con nerviosismo. Simplemente había algo que no encajaba, pero por muchas veces que hubiese contemplado mi silueta, no encontraba la pieza del puzle que faltaba para que todo fuese perfecto.
Un golpe estruendoso se oye sobre la puerta.
—¿Todo bien?
—Sí, es solo que...
—¿Necesitas ayuda?
Me rindo. Mi cabeza se reduce al suelo con desesperación. Camino abriendo la puerta desesperadamente. Dejo que una joven de cabello alborotado entre hacia mi punto de encuentro.
El punto de encuentro de una joven veinteañera en apuros que no sabe cómo debería actuar frente a una primera cita, ya que no está acostumbrada a frecuentar demasiadas.
La joven sonríe de oreja a oreja.
—Dichosos los ojos, Violet —sonríe con asombro. Eleva sus hombros expresando sorpresa —. Estás hermosa. No lo digo por que seas mi mejor amiga, pero...
—Yo siento que no —ignoro sus sinceros elogios —. Hay algo que no acaba de convencerme, pero no sé...
—¿Qué? —declara con ofensa —. Te volviste loca, es eso.
—Es que no sé... —doy vueltas por todo el aseo —, necesito que sea perfecto, ¿sabes? —muerdo mis quebradizas uñas —, nunca pensé que algo así fuese a ocurrir, rayos, Jane. Hace cien milenios que no tengo una cita.
—Tienes que calmarte, amiga —sonríe con ternura posando su mano sobre mi hombro —. Todo estará bien —ríe —. ¿Dónde va a llevarte?
Vuelvo a contemplarme el espejo. Visualizo varios labiales que Jane me prestó anteriormente. Encuentro uno de tonalidades ocres. Lo aplico sobre mis labios tratando de no impregnar la pintura sobre mi barbilla.
