PARÍS, AÑO 1996 [SEGUNDA PARTE]
La vida de Violet Hansen ha cambiado enormemente. Es una ocupada universitaria con una vida un poco monótona; los amigos perfectos, el novio perfecto, la reputación perfecta.
¿Pero qué pasará cuando sus amigos decid...
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𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎 𝐌𝐄𝐒𝐄𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐔𝐄́𝐒
𝐉𝐔𝐍𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝟏𝟗𝟗𝟕.
LOS RAYOS DEL SOL DESPUNTAN EN LA CAPITAL PARISINA CON GRANDILOCUENTE FUERZA. Aunque la fecha oficial del verano aún no había llegado era más que evidente que los primeros síntomas de la etapa estival ya estaban más que establecidos en todo el país francófono.
Si uno prendía el televisor durante unas horas y lo dejaba de fondo, los noticieros, anunciaban cada vez temperaturas más altas, y, sobre todo, que bajo ningún concepto los niños y los ancianos saliesen a la calle durante los momentos más críticos.
La biblioteca de la Universidad de La Sorbona se convierte en una nube de estudiantes, que lejos de guardar silencio bajo estrictas normas, enseñan sus grandes calificaciones a todos los compañeros. Una de las cosas más importantes en este país, era pasar todo el curso sin tener que dejar alguna materia pendiente, para poder graduarse cuanto antes, y para ganar prestigio ante futuros másteres, doctorados, o empleo directo.
El curso de 1996-1997 había terminado oficialmente.
—¿Hablaron de esto?
Una joven, cuyo vestido de topos con color azul marino se ondea gracias a la ventilación del aire acondicionado, sostiene su bolso tote bag de cuero, para encontrar un pequeño espejo con el que retocarse su labial de color granate.
—¿De qué?
Su rostro angelical cambia repentinamente. La barra de aquel labial se desliza sobre sus comisuras mientras que las aprieta para asegurarse de que el producto queda en el sitio perfecto. Probablemente no debió preguntar eso.
—Ya sabes... —replica con una cara angustiosa —, de lo que harán cuando tengamos que volver a casa. Natalie ya ha ido reservando los primeros billetes para volar a Seattle dentro de unas semanas.
—Ah, sobre eso...
Suspiro profundamente permitiendo que mis palabras se detengan frente a una ola de incertidumbres confusas. Juego con el lápiz de grafito que mis dedos sostienen apretando la punta tan fuerte que se rompe.
—Voy a presentarme a la prueba de nivel de francés para extranjeros —contesto—. Si la paso, podré optar a otro año de beca en París. Es lo único que se puede hacer al respecto.
—¿Así que eso es lo que estuviste estudiando? —otro joven, que se sienta sobre una de las sillas restantes, sonríe burlonamente —. Por eso no nos acompañabas a la cafetería.
