PARÍS, AÑO 1996 [SEGUNDA PARTE]
La vida de Violet Hansen ha cambiado enormemente. Es una ocupada universitaria con una vida un poco monótona; los amigos perfectos, el novio perfecto, la reputación perfecta.
¿Pero qué pasará cuando sus amigos decid...
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EL AEROPUERTO DE CHARLES DE GAULLE ESTÁ TOTALMENTE TRANSITADO. Maletas que ruedan sobre el suelo, pasaportes internacionales, máquinas de snacks para viajeros hambrientos, megafonías que anuncian repentinos retrasos en vuelos y paneles informativos con llegadas y salidas de diferentes aerolíneas.
Un túnel se asoma frente a mis ojos. Una fila de pasajeros, con los que compartí el mismo trayecto, transportan sus maletas, tratando de encontrar la salida hacia las instalaciones principales.
Son las ocho de la mañana. El reloj gigante que se encuentra en el centro de la terminal dos informa de la hora a cualquier pasajero que quiera observar atentamente.
Jane no tardaría en llegar. O eso prometió cuando le comuniqué mi repentina decisión. Tal vez lo había olvidado.
Tal vez mi presencia ya no sea tan importante.
Unos nervios comienzan a invadir todo mi estomago, haciendo que mis manos se vuelvan sudorosas. Las sacudo con dificultad, quedándome parada en la mitad de aquella terminal con una maleta sobre mi parte delantera.
Examino a todas las personas que transitan sobre los confines del aeropuerto, en busca de rostros familiares. El pánico me envuelve al encontrar que nadie había venido a buscarme.
Mis sospechas más temidas comenzaban a ser acertadas. Sujeto el mango de mi maleta comenzando a caminar. Esquivo personas que pasan frente a mí sin ser conscientes de que me encuentro perdida.
Tres jóvenes que corretean con una energía, producto de una ansiedad que les avisa de mi pronta huida, se fusionan con los miles de pasajeros que se encuentran, respirando de forma entrecortada y vociferando.
—¡Violet! —una voz femenina grita con insistencia —. ¡Estamos aquí!
Me volteo con rapidez sintiendo un alivio instantáneo que me hace respirar otra vez.
Una sonrisa repentina se dibuja en mis labios, aunque haya tratado de ocultar la emoción, que volver a la capital parisina me causaba.
Observo a tres jóvenes que yacen frente a mí con una emoción incontrolable.
Una joven que porta un suéter de motivos navideños, con colores blancos, verdes y rojos, combinando unos tejanos de efecto lavado, sonríe con energía. Sus zapatos oxford se abrillantan y muestra su mejor gesto, dejando caer su cabello caoba sobre sus hombros.
Un joven con una estatura media, que muestra su cabello ondulado totalmente despeinado, probablemente causado por la violenta borrasca del comienzo del invierno, se coloca su chaqueta abombada con un color oscuro frotando sus manos.
